Opinión
Por Isabel Marta Salinas *
Una de las tragedias horrorosas perpetrada por el terrorismo de estado, que se instaló en nuestro país con el gobierno de facto en 1976, fue la que pasó a la historia como “La Noche de los Lápices” acaecida el 16 de septiembre de 1976, día en que fue secuestrado un grupo de jóvenes militantes secundarios de la ciudad de La Plata y alrededores.
El 16 de septiembre de 1976 diez estudiantes secundarios de la Escuela Normal N 3 de la Plata fueron secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Tenían entre 14 y 17 años. El operativo fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps, que calificó al suceso como lucha contra “el accionar subversivo en las escuelas”.
La que había sido la ciudad Eva Perón, era ahora el feudo del general Ibérico Saint James, autor de la terrible frase: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, luego a los indiferentes y por último a los tímidos”.
En el gobierno de Saint James había siniestros personajes como el general Camps y el comisario Miguel Etchecolatz. Fueron ellos los responsables directos del secuestro, tortura y muerte de estos jóvenes. La mayoría de ellos provenían de hogares de clase media, no tenían problema en pagar el boleto de colectivo, pero sabían que había muchos de sus compañeros que no, que ya a esa corta edad tenían antigüedad en sus trabajos y que había que conseguir el boleto estudiantil para todos. Comenzaron a organizarse en cada colegio y del colegio al barrio y de ahí a la zona y nació así la Coordinadora de Estudiantes Secundarios que nucleaba a miles de ellos de todos lados y logró ese derecho. Fueron días de festejo acotado, corrido por gases y vigilado de cerca por la Triple A.
Producido el golpe, la estrategia fue suspender en agosto de 1976 la vigencia del boleto estudiantil y esperar la protesta y que los estudiantes volvieran a luchar por lo que les correspondía. Las razzias duraron dos meses y el pico de detenciones se produjo aquella noche de septiembre.
Recuerda Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes de aquel horror que: “Hay un documento de la Jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que se llama específicamente La Noche de los Lápices. Ese documento, firmado por un comisario mayor Fernández, en ese momento asesor del Consejo del general Camps y Etchecolatz, hablaba de que luego de desarticulados política e ideológicamente los sectores “subversivos” como universitarios, barriales, trabajadores, la piedra angular eran los “potenciales subversivos”, que eran los estudiantes secundarios que eran líderes en sus escuelas. Ellos hablaban de “semillero”, de “potenciales subversivos”.
Los jóvenes secuestrados en aquella “Noche de los lápices” fueron arrancados de sus casas en la madrugada y llevados inicialmente a la “División cuatrerismo” de la policía bonaerense, donde funcionaba el centro clandestino de detención conocido como “Arana”. De allí pasaron a la División de Investigaciones de Banfield, tristemente célebre como el “Pozo de Banfield”.
Allí conocieron el horror en toda su inhumanidad. Padecieron la tortura, simulacros de fusilamiento y el vano intento de imponerles otra mentalidad, la forma correcta de “procesar” aquel país y aceptarlo tal cual era en 1976, un país atendido por sus dueños. Tuvieron sus cuerpos, pero no su obediencia.
El 23 de septiembre cargaron a todos los estudiantes, maniatados y encapuchados, en un camión. Después de un rato, la marcha se detuvo. Alguien leyó una lista: Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Horacio Ungaro, Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Claudio de Acha… Los hicieron bajar y nunca más se supo de ellos. Muchos años más tarde, la que era directora del Bachillerato de Bellas Artes, Elena Makaruk, declaró que se enteró “por comentarios” de la desaparición de los chicos.
El 16 de septiembre se conmemora el «Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios», en homenaje a los estudiantes secundarios desaparecidos durante la última dictadura militar. A pesar de la tragedia padecida, los lápices siguen escribiendo. Ellas y ellos viven en nuestra memoria.
En esta conmemoración debemos ratificar nuestra inconmovible fe humanista y compromiso cívico, trabajando por la defensa de las instituciones y la plena vigencia de los derechos humanos. Que el “Nunca Más” sea la herencia valiosa de las generaciones que lo padecimos, para que no se repita las tragedias y los horrores sufridos en ningún lugar. Así contribuiremos a garantizar una sociedad basada en la justicia social, con plena vigencia de los derechos humanos, en la que todas las personas puedan realizarse plenamente, en paz, igualdad y justicia.
* Ex legisladora de La Rioja