Evita es la prueba de lo que dice Litto Nebia en aquella bella canción:”…..eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quien quiera oir que oiga.”
Odiada por las clases pudientes, por la oligarquia nativa, vilipendiada y demonizada por los medios de entonces, serviles como ahora, al discurso de la dominación neocolonial.
Condenada por lxs “abanderados de la moral y el orden”, de los buenos modales y formas, pero de la injusticia escondida como basura bajo la alfombra.
Amada hasta las lágrimas, por lxs “grasas” obrerxs, lxs “cabecitas negras”, sus queridos descamisadxs, por lxs viejitxs llenxs de arrugas y de dolores , del cuerpo y del alma, por lxs jóvenes, lxs niñxs que encontraron en ella una “lucesita” que los hiciera pensar mas allá del barro, del ranchito, de la agria marginación y de los limites criminales de la injusticia y, de esa especie de fatalidad de la desgracia, e imaginarse dignos y saborear la felicidad tan ansiada e históricamente frustrada y negada por lxs que manejan los hilos del poder.
Evita amasó con el pueblo y para el pueblo esa otra historia de rebeldia y amor, de justicia y ternura.
En esa tarea dejó jirones de su vida.
Yo recuerdo lo que me dijo una señora hace mas de 20 años, en el barrio La Ermita, de nuestra ciudad de La Rioja, cuando entré en su ranchito y vi en el rincón mas “donoseado” de su humilde morada, un altar, con la foto grande de Evita, una flor siempre fresca, la velita y otras fotos en blanco y negro con escenas de bicicletas, que sonriente, entregaba Evita, a changos y chicas, junto a una montaña de pan dulce, autitos y camisetas de fútbol.
Yo, con mi conciencia critica y suficiente, le dije, pero eso no soluciona nada y es asistencialismo, “pan para hoy, hambre para mañana”.
Y ella,que ya falleció, me contestó con sus pocas palabras y su escasa “dentadura” que le impedian claridad en la pronunciación, tal vez por el hambre y la pobreza: “mire, no entiendo mucho lo que me dice, pero yo y mis hermanxs, jamás habiamos tenido zapatillas, ni guardapolvo, ni pan dulce y brindis en Navidad, ni habiamos pisado y viajado en un tren, ni un autito o muñeca, que solo tenian lxs chicxs de las casas lindas del centro, ni una bicicleta que nos parecia un sueño inalcanzable y Evita lo hizo posible,……por eso todas las noches, le rezo para agradecerle y pedirle que no nos haga faltar el pan de cada dia y la alegria de la vida.
Yo me quedé callado y avergonzado.
Salí del rancho emocionado, con mis razones demolidas.
En el camino sentí que está señora, que parecia mas viejita de lo que era, me habia dado una lección de dignidad y me invitaba a recuperar la otra historia, que el pueblo humilde con Evita la habian hecho verdadera historia.
Y en mi conciencia, repicaba insistente, la frase: “quien quiera oir que oiga.”
Gracias Evita, tu voz resuena y nos llama, ayer y más fuerte hoy, a la revolución de la Patria justa, libre y soberana que nos debemos y que te debemos, Evita del alma, en cada argentino que no puede comprar remedios, que está despedido o suspendido de su trabajo, que no le alcanza para comer, que la luz, el agua o el gas, le llegaron por las nubes y no sabe que hacer. O aquel que se le esfuman sus pequeños ahorros que se van como agua entre los dedos.
Evita del alma, danos fuerza en está hora de la Patria, para llevar tu nombre como bandera y seguir forjando la otra historia, porque con tu espiritu, siempre vivo, no nos resignamos a ésta historia que nos imponen desde adentro y desde afuera.
Evita: Presente!
Viva Evita, compañera…
Pocho Brizuela