Patricia Agosto

La violencia contra las mujeres y las diversidades sexuales crece a pasos agigantados en el país libertario. Las figuras públicas y no tan públicas del gobierno argentino actual han emprendido una “batalla cultural” ultraderechista que tiene múltiples expresiones a nivel global y local. Una de las manifestaciones globales es el gobierno de Donald Trump y su consejero superior Elon Musk, que expresa esa batalla no sólo por imitar/emitir el saludo nazi durante la asunción de su jefe, sino por crear alianzas con líderes de gobiernos de derecha y ultraderecha a lo largo del mundo, con un propósito que es fácil de deducir, aunque se mantenga oculto: expandir sus múltiples y diversos negocios empresariales.

Otra expresión global de esa batalla es la CPAC -Conferencia Política de Acción Conservadora-, que se reúne desde 1974 y es un foro de valores conservadores con base en Estados Unidos, en el que participan figuras políticas de importancia mundial. En el caso del presidente argentino Javier Milei, participó tres veces en la CPAC desde que asumió el gobierno nacional. Y esa participación es a la vez una expresión global y local de esa batalla cultural ultraderechista. Es global porque allí se ovacionan sus discursos y se convierte en un adalid del conservadurismo más extremo, a tal punto que el jefe de la CPAC, Matt Schlapp, le expresó al presidente, cuando se anunció la reunión de la Conferencia en Buenos Aires en diciembre de 2024: “Javier Milei, nos dirigimos a Argentina. ¿Crees que Sudamérica está preparada para derrocar al Comunismo?”.

También es una expresión local de esa batalla cultural ultraderechista porque en los discursos del presidente se expresan ideas y prácticas que colisionan contra la vida digna de un porcentaje importante de la población argentina. Y uno de los blancos principales de esa batalla cultural, que es una guerra prácticamente cotidiana, son las mujeres y las diversidades sexuales. En su intervención en la última CPAC, realizada en Washington en febrero de este año, el presidente argentino expresó que para la batalla cultural que pretende encabezar, es imprescindible definir claramente al enemigo; y como entre las “aberraciones” que mencionó están los excesos de la ideología de género, es fácil deducir cuál es uno de esos enemigos.

Sin embargo, debemos destacar que el discurso más fuerte y violento del presidente fue en el Foro Económico de Davos, el 23 de enero de este año. Allí habló del “virus mental de la ideología woke-término utilizado por primera vez en este foro y tomado de la campaña electoral de Trump, que reemplazó al de “zurdos” como sinónimo de sectores progresistas que es una epidemia que debe ser curada y definió al wokismo como el resultado de la “inversión de los valores occidentales” y sorprendentemente como “un régimen de pensamiento único, que penaliza el disenso”, expresión que parece provenir de su imagen en un espejo.

La lista que incluye en ese virus es exhaustiva: “feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género”. Nuevamente expresó, como lo había hecho en otras oportunidades, que el “feminismo radical es una distorsión del concepto de igualdad, que ya existe y que solo busca privilegios para las mujeres y diversidades, así como que “la brecha salarial de género no existe” y que “la agenda del aborto es sanguinaria y asesina”.

En Davos también criticó la figura legal del femicidio, infiriendo que “la vida de una mujer vale más que la de un hombre”, ya que “la pena es más grave solo por el sexo de la víctima”, y la agenda LGBT, que para él implica “tratamientos hormonales y mutilaciones” (…) para cumplir con la autopercepción de algunos individuos”. Y esto no es todo, llegó mucho más lejos. Para Milei, “la ideología de género en sus versiones más extremas constituye lisa y llanamente abuso infantil… son pedófilos”. Estas expresiones llevaron a la comunidad LGBT+ a convocar a una marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista, que fue apoyada y acompañada por las más diversas organizaciones sociales en muchas ciudades del país y del exterior.

En ese mismo discurso, Milei, refiriéndose a que el wokismo censura y desacredita, expresó que para esa ideología “si sos hombre debes ser misógino o miembro del patriarcado”. Como explicarle al presidente y a quien le escribe los discursos que el patriarcado no es un club de fútbol ni un gobierno ni una organización, de los que podés ser miembro, sino un sistema de dominio institucionalizado que mantiene la subordinación e invisibilización de las mujeres y de todo lo considerado femenino, que determina una serie de roles que permiten vigilar, apropiarse y controlar los cuerpos y las vidas de las mujeres, y que crea una situación de desigualdad estructural basada en el género.

Incluso antes de Davos, en noviembre de 2024, la Argentina fue el único de 184 países que votó en contra de una resolución de la ONU que busca prevenir y eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas. Se trata de una expresión más del negacionismo del presidente frente a realidades que pretende ocultar detrás de su “necesaria” batalla cultural contra el “marxismo cultural”.

Frente a tanto wokismo y batalla cultural contra las mujeres, nosotras encabezamos múltiples batallas, culturales y otras, todos los días, para enfrentar la radicalización de discursos y prácticas de odio y fascismo que violentan cada vez más cualquier otra forma de ser, estar, saber y hacer en el mundo.

Las mujeres damos la batalla cultural contra Milei y sus seguidores cada día y de diferentes formas: sosteniendo niños y niñas que quedan sin madre tras los femicidios, que en 2024 fueron 267; cuidando la reproducción de la vida de familias y comunidades; empeñándonos en trabajar formalmente, a pesar de la brecha salarial -de 27,4% en el primer trimestre de 2024-, el techo de cristal -barreras invisibles que dificultan el ascenso de las mujeres en el ámbito laboral-, el suelo pegajoso -dificultades de las mujeres para abandonar la esfera de lo privado hacia el mercado laboral-, y escaleras rotas -interrupciones en las trayectorias laborales de las mujeres-; defendiendo los territorios frente a las amenazas de destrucción extractivista; entre otras muchas formas de batallar contra las desigualdades y las opresiones gestadas por el capitalismo patriarcal, extractivista y colonial desde sus orígenes, que hoy pretenden profundizar los antiwoke .

Foto: EFE, Ailen Díaz

Y este 8 de marzo gritamos una vez más: ahora que sí nos ven, a la invisibilización no volvemos nunca más.

By omalarc

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