Durante su viaje a Estados Unidos, el presidente de la Cámara de Diputados deberá hacerles entender a sus interlocutores, ante todo, que Argentina está siendo gobernada por una coalición
Por Nancy Pazos para Página 12
Tras una semana olvidable para el Gobierno, Sergio Massa inicia una gira por Estados Unidos para intentar dar previsibilidad de la coalición gobernante al establishment americano. Mientras tanto, en la política nacional su rol se consolida. En 18 meses de gestión logró un equilibrio en la relación con Alberto y con Cristina insospechado dos años atrás. ¿Cambio estratégico, maduración personal o resiliencia? Donde por la gafe del Presidente sobre el origen de las nacionalidades americanas comparadas terminó siendo corrido por izquierda hasta por Jair Bolsonaro.
Jueves 20 de mayo. 4 AM. Honorable Cámara de Diputados del Congreso de la Nación. Sergio Massa chequea el tablero, mira el reloj, repasa la lista de oradores y ordena que los diputados oficialistas se sienten en la banca o se conecten remotamente porque está a punto de llamar a votar la Ley de Consenso Fiscal. En el acto, una decena de empleados de la casa empiezan un torbellino de llamados con el mismo frenesí que los operadores de bolsa en plena ronda financiera. La última votación había sido a las 2.53 cuando con 216 votos se había aprobado la ayuda financiera para el transporte escolar.
Una hora después varios se habían quedado dormidos. Y pasaban los minutos sin que hubiera manera de despertarlos. Rápido de reflejos Massa negoció con la oposición (“si no me dan cuarto intermedio para que no se caiga la ley sigo con los oradores hasta las 10 de la mañana”, advirtió) y finalmente la Cámara entró en un apaciguador impasse hasta este miércoles en el que finalmente y como primer orden del día el Consenso Fiscal (con todos los diputados despiertos a las 16.40 de la tarde y 140 votos afirmativos) se convirtió en Ley.
En 18 meses de funcionamiento y en plena pandemia la dupla Sergio Tomás-Máximo Kirchner logró votar 66 leyes que mandó el Poder Ejecutivo.
Todo un récord teniendo en cuenta que no tiene mayoría propia. Hoy la Cámara Baja tiene 119 diputados del Frente de Todos y 115 de Juntos por el Cambio. Hay 21 de distintos bloques menores que muchas veces suman al oficialismo y otras no y dos de izquierda.
No hace falta esperar el resultado de las elecciones de este año para vislumbrar que desde diciembre la Cámara de Diputados se convertirá en el centro de las especulaciones políticas para la presidencial del 2023. María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Patricia Bullrich, Emilio Monzó, entre otros, ocuparán bancas que le agregarán estelaridad y peso político al Congreso. Massa y Kirchner esperan el recambio ansiosos. En el mientras tanto, aprietan las clavijas internas.
Los diputados que se habían dormido y los que no aparecieron en esa madrugada fatídica en que casi se les cae una ley, recibieron llamados personales de cada uno de ellos pidiéndoles que dejaran de “relajarse”. Es que el Congreso sigue siendo para el oficialismo el lugar donde mejor fluye y donde, en general, todos son éxitos.
Las cosas que se traban no tienen que ver con la oposición sino con los debates internos no saldados. El futuro de la procuración por ejemplo.
Mientras en el Senado el pliego de Daniel Rafecas descansa en un cajón, en Diputados espera o “duerme” la reforma al Ministerio Público Fiscal. Si alguien le pregunta hoy a Alberto Fernández por qué no se trata el pliego de Rafecas, el Presidente responderá que hay que esperar que la ley que restringe la duración del mandato del procurador (hasta ahora es vitalicio y la nueva ley lo acota a cinco años) se apruebe.
Pero esa misma ley baja la exigencia numérica para elegir el Procurador y Rafecas ya dijo que si no lo votan con consenso político no asume. “Es un exceso de purismo de su parte. Rafecas sería un gran procurador. Y sería un tipo espléndido si no se dejara ganar por su ego”, dicen en las cercanías del Presidente. En el mientras tanto los tiempos se dilatan y el tema no se resuelve.
Tampoco se resolverá esta semana. Massa viaja a USA (el mismo lugar del que esta regresando María Eugenia Vidal) y no habrá sesión en Diputados. El viaje del hombre que mejor trabajó los vínculos con el norte de todos los que integran la coalición del poder, tiene puntos interesantes. Sergio Tomás inicia hoy su gira en Washington cenando con Juan González el asesor de Joe Biden que estuvo en Argentina (comiendo asado en la casa de Massa) a mediados de abril y termina en New York con una charla con los grandes tenedores de bonos argentinos y un encuentro social con Bill Clinton.
En términos formales, la agenda que organizó el embajador Jorge Argüello tiene todos los ingredientes clásicos: Congreso americano, Julie Chug en el Departamento de Estado, Congreso Judío, Interamerican Dialogue y Susan Segal del Council of America. Y hasta anoche se seguían sumando detalles y pedidos de encuentros hasta de argentinos que están pasando la pandemia por aquellos lares.
Massa tiene dos discursos que dar y muchas preguntas que responder. Antes de partir hizo todos los deberes. Desde juntarse tres horas con el Presidente Alberto Fernández el domingo pasado, hasta reunirse y sacarse foto con cada uno de los integrantes del gobierno cuyas áreas estarían involucradas al menos discursivamente en su gira: el canciller Felipe Solá, el ministro de Economía, Martin Guzmán, y Juan Cabandié por la agenda verde.
Está claro que la política americana, los inversores y el círculo rojo que mira de reojo el sur de América tiene varios interrogantes. Massa deberá hacerles entender ante todo que Argentina está siendo gobernada por una coalición, cuyas tensiones internas son lógicas y que el país necesita apoyo en su negociación con el FMI. Evaporar cucos y seguramente explicar con paciencia y sapiencia el rol de Cristina.
Posiblemente no haya hoy mejor traductor para la vicepresidenta. Desde su regreso al peronismo (aunque con partido propio) Sergio Tomás afianzó su relación con Cristina y Máximo de una manera sorprendente. Siendo los dos extremos ideológicos de la coalición, sin embargo, logran repartir roles, tolerar guiños a sus respectivos electorados y —sobre todo— debatir sin filtraciones cualquier diferencia de criterio.
El silencio sobre ciertos temas es una virtud reciente de Massa. La construcción colectiva mas allá de las individualidades, también. Sus detractores están esperando siempre que pise el palito. Lo equiparan con el escorpión de la fábula que no puede con su genio y termina picando a la rana que lo está salvando del agua.
Pero Sergio parece haber aprendido. De todos los integrantes de la coalición es el que recibe en público y en privado mayores elogios por el rol que sostiene. Lo que más sorprende es que hasta los dirigentes más ultras del kirchnerismo parecen haber caído a su seducción.
¿Hay un nuevo Massa? Solo el tiempo lo dirá, lo que está claro es que la resiliencia si es real cambia a la gente para siempre. Veremos.