Por Mariano Saravia
Por supuesto que sí se puede, y se debe. Porque si no lo hacen, las consecuencias pueden ser catastróficas.
Hay que tener en cuenta que nunca hubo una guerra abierta que involucre a una o más potencias nucleares. De hecho, hubo un solo país en la historia de la humanidad que usó armas nucleares, y se llama Estados Unidos.
Ahora bien, si se puede y se debe detener esta guerra en ciernes, ¿cómo se hace?
No es tan complicado, con seriedad y honestidad de todas las partes. Sobre todo, respetando los compromisos asumidos.
1 Por un lado, que Estados Unidos y Europa cumplan con el compromiso que asumieron en 1991 cuando cayó la Unión Soviética y les prometieron a los rusos (a Gorvachov y luego a Boris Yeltsin) que la OTAN no se expandiría hacia el este de Europa. Sin embargo, se expandió en 1999 a República Checa, Polonia y Hungría; en 2004 a Eslovaquia, Rumania, Bulgaria, Eslovenia, Letonia, Lituania y Estonia; en 2009 a Croacia y Albania; y en 2017 a Montenegro.
Este conflicto se inició por la intención de incluir a Ucrania en la OTAN, algo que Rusia no podía permitir por su propia seguridad nacional. Y lo mismo podríamos decir de la situación de Georgia.
Si Estados Unidos y Europa cumplen, aunque sea mínimamente con aquel compromiso de principios de los años ’90, y abandonan la idea de que la OTAN se instale en Ucrania y en Georgia, sería un gran paso en pos de la paz.
Ejemplo: Finlandia. Esto es perfectamente posible, incluso sería muy beneficioso para Ucrania y para su seguridad, ya que podría tener un status neutral como el de Finlandia, que deja contentos a todos. Finlandia está en una situación parecida a Ucrania, es fronteriza con Rusia y en varios momentos de la historia ha pertenecido a Rusia y hasta ha sido motivo de guerras. Pero hoy es un país independiente y neutral, con altísimo nivel de desarrollo humano, que no representa una amenaza geopolítica para nadie.
2 Por otro lado, que Ucrania respete lo que firmó en los Acuerdos de Minsk y que pacificaron la región del Donbás (las autoproclamadas repúblicas de Lugansk y Donetsk). Se trata de una amplia región del este de Ucrania con población rusa. En aquellos acuerdos se garantizaban dos cosas: por un lado, la integridad territorial de Ucrania, pero por otro lado una amplia autonomía de estas poblaciones, que a su vez prevé el respeto al uso del idioma ruso y elementos de autogobierno y manejo de recursos.
Ejemplo: España, Italia, Reino Unido. Europa es un mosaico de pueblos con distintas culturas, historias, idiomas y hasta religiones en algunos casos. Los Estados nación tienen muchos conflictos separatistas y en algunos casos las amplias autonomías son una forma de cohabitación pacífica. Como las autonomías especiales de Cataluña, País Vasco o Galicia en el Reino de España, o Escocia e Irlanda del Norte en el Reino Unido, o Valle De Aosta, Trento, Bolzano o Cerdeña en Italia.
Entonces, ¿por qué no se hace esto para evitar una guerra?
Porque Estados Unidos no admite que el mapa geopolítico ha cambiado y ya estamos en un mundo multipolar, donde a la mesa de las grandes decisiones la tiene que compartir al menos con dos jugadores: Rusia y China. Y podrían ser más.
Por lo tanto, la OTAN ha perdido absolutamente su razón de ser (se creó en 1949 para defender al mundo occidental del “peligro” comunista) y se ha transformado en un apéndice del Imperio Estadounidense. Y lamentablemente, Europa también ha perdido todo vestigio de independencia política y es arrastrada por las políticas imperialistas de Washington. Pero los platos rotos los viene pagando y los seguirá pagando Europa. El gas ruso va a faltar en las casas de Berlín y no de Boston, y en las fábricas de autos de Stuttgart y no de Chicago.
A todas luces, a Europa le conviene una Rusia aliada y no enemiga. El peligro no es Rusia ni China. Basta hacer un repaso al último siglo (o si quieren, dos siglos) para ver qué país es el que ha invadido, intervenido militarmente en otros países, ocupado, provocado genocidios y saqueado.
La respuesta es bastante fácil.