El Padre Chingolo Rodriguez, con el corazón en la mano y los pies en la tierra, representando a los trabajadores, reflexionó sobre la Marcha Federal que se concretará este 2 de septiembre.
El Cura, integrante de la OPP, con una mezcla de bronca y profecía, pide que se escuche al pueblo trabajador:
“Y cuando los pueblos marchan, es porque algo o mucho anda mal. Se acaban las paciencias, las esperas y esperanzas.Y esto no puede ni debe quedar asi. Esto tiene que cambiar. Y el pueblo sale a las calles; camina, canta o grita lo que tiene que cambiar. Lleva banderas, pancartas o rústicos cartones donde expresan sus broncas, sus dolores, mentiras y traiciones sufridas, promesas no cumplidas, represiones y violencias padecidas, balas de goma, moretones de palazos. Todo esta dicho. ¡Quieren el cambio del cambio!
Hace ocho meses muchos celebraban un cambio. Ocho meses después, quedan muy pocos celebrando. El resto fue sintiendo en carne viva y en carne propia, que el cambio no era cambio, el cambio era atraso, el cambio era ir para atrás. Lo siente el pueblo cuando queda sin trabajo o trabaja de cuando en cuando; lo siente la vecina cuando sale a hacer las compras; lo siente el tambero chico, el de cien vacas, cuando no le dan los números. Lo siente el Alto Valle , el de 10 o 12 hectáreas, cuando migajas les dan por peras y manzanas. Lo siente el tallercito de costura, lo siente el metalúrgico pequeño, lo siente el pequeño o mediano emprendimiento de dulces y conservas. Lo sienten cuando abren las importaciones y el dulce de Singapur, vale mitad de precio, la manzana de Chile sale un cuarto menos de valor, la camiseta de Hong-Kong, la venden por la mitad de la suya y el cuadro de la bicicleta sale mucho menos, venido de Brasil. Lo sienten mis vecinos paraguayos, hacedores de sillones, mesas, sillas; que amontonan mucho tener (eso que llaman “stock”) pero que no tienen ventas. Villas y barrios donde sábados y domingos vendían, ahora están tristes; no compran; no tienen trabajo; no tienen plata, algunos pagan las cuotas anteriores, otros se atrasan, otros no pagan. ¡Son todos los atrasos que trajo el cambio amarillo!
Trabajo para todos y mejor, decían, prometían y mentían. Todo lo que está bien va a seguir decían, prometían y mentían. Vinieron con el cuchillo bajo el poncho; el poncho era el disfraz, la mentira. Y el cuchillo, la traición; y se sacan el poncho y clavan el cuchillo por la espalda; a fondo, llegando al corazón. Matando la inocencia, la ingenuidad, la esperanza. ¡Criminal! Tendrían que pasar a ser también delitos “de lesa humanidad” que no se bien que quiere decir, pero que serían atrocidades, faltas, pecados o como quieren ponerle, bien gordos, bien alevosos, bien a propósito, que dañan y matan todo un pueblo; matan las ganas de vivir. Son matanzas sociales.
Esto tiene que cambiar. Los gobiernos tienen que cambiar. No sólo tenemos derecho a poner palos en la rueda, sino que además, tenemos que cambiar la dirección. Para donde vamos, no se puede seguir. Y no serán solamente palos en las ruedas, sino barreras humanas que detengan el andar; que levanten el carro bicicleta o camión y lo cambien de dirección. Hay que ir para el pueblo, los barrios y no para los “cantry”, los barrios privados, los bancos y las “ofchoreadas”. Repiten como un dogma (y también algunos que la van de “opositores constructivos”) ese verso de que si le va bien al gobierno, le va bien al país. Mentira, falso.Si a este gobierno le va bien en lo que quiere y hacia donde va, si triunfa, perdemos pueblo y país.
A este gobierno que se sacó el poncho de las promesas y lo cambió por el poncho de la pesada herencia, tiene que cambiar el rumbo, dejar de cambiar de mentira. Si sigue yendo a donde va o quiere ir, va a matar al pueblo, va la matar el país. Ya no celebraremos 9 de julio o 25 de mayo, Celebraremos solamente el 12 de octubre de 2016 como el comienzo del nuevo virreinato de bancos y banqueros. Y el presidente, será el virrey. Y la religión será el dinero.
Por eso sino cambia, tenemos la obligación moral y ciudadana de hacerlo parar, hacerlo detener. Lo que quiere este gobierno es destruir el país, la industria, hundir el pueblo en miserias y necesidades, que se trabaje por chauchas y palitos, y tener lo justo y algo menos de comida, vivienda, saber (cuanto menos, mejor) para que no se mueran todos y queden “los más aptos” para asegurarse el número suficiente de esclavas y esclavos “para todo servicio”. Sino quieren cambiar: ¡que se vayan! .Pero difícil que el chancho chifle. Entonces ese edificio que está en los centros de la ciudad y que llaman el Congreso, tiene que trabajar todo esto. Pero asi como están, dejan muy pocas esperanzas. También, difícil que chiflen. Pero eso, es hasta hoy.
Mañana comienza otra etapa. La etapa del pueblo, la etapa de la marcha, la etapa de las protestas. Señores diputados y senadores: tienen que hacer y luchar por nosotros, los de a pié, los que ganamos la mínima y los que no tienen ni eso. ¡Basta de mentiras! Iniciar el juicio al gobierno que mintió para ganar. Que apuñaló la credulidad de un pueblo; que estafó, engañó. Sino quiere renunciar, se lo renuncia. Y se busca la manera de que el pueblo vuelva expresarse. Pero: ¡ojo! que nadie mienta ni prometa espumas.
El mañana de la marcha significará saber que el poder lo tiene el pueblo. Significará que todos los concejales, diputados, senadores, gremialistas, bajen a oír al pueblo, al obrero, al desocupado para ser verdaderos representantes; para que sean legítimos y no “truchos”. Y los que “parece que se ocupan de hacer justicia”, simplemente que lo hagan. El Gran Supremo cuando ande en sus pagos rafaelinos, que oiga sus amigos, parientes o vecinos que les esta pasando con esto de las importaciones y que muchos van al muere. Y con los tarifazos. Cuando vuelva al Palacio Tribunalicio, que no lo olvide, Y haga justicia. Y sea creíble.
El mañana de la marcha ya se viene. Ya no todo será igual. Grandes esperanzas de nuevo caminos, o nuevos palos, o nuevos rumbos. El tiempo, Dios, la casualidad o “que se yo” (como dice el tango) dirá que es lo que pasa. Pero es emocionante, Ya nada será igual”.
Padre Chingolo Rodriguez