Para el FMI la inflación es más facilitadora que la deflación para aplicar políticas antipopulares

 

Por Jorge Marchini

La Argentina resulta hoy un país desconcertante por el llamativo nivel de desconexión entre la realidad y las interpretaciones falaces. Ocurre, por lo pronto,  en relación a la alta inflación.  Entidades empresarias de “círculo rojo” y sus candidatos preferidos hacen referencia a la responsabilidad de “toda la sociedad”. Pero cuando son llamados a referir cómo superar la andanada de aumentos de precios, compiten por quién tiene expresiones más contundentes para plantear la necesidad de “disciplinamiento del gasto social  y ordenamiento laboral”. Se expresan como si se estuviera en un período de demanda excesiva y mejoramientos populares incontenibles, cuando ocurre evidentemente lo contrario.

Se verifica el disloque también con las  recurrentes menciones al “descontrol monetario”. Se hace mención al déficit fiscal, como si fuera impulsado por la expansión del gasto público corriente (poniendo la mira centralmente en la seguridad social), cuando éste viene en sensible descenso en relación a la inflación[1]. Se ignora que el peso desequilibrador creciente relativo para las cuentas públicas viene siendo el financiero, por pagos de la enorme y siempre y siempre nebulosa en su origen deuda pública, y el descenso de la recaudación fiscal por la caída de la actividad económica.

En paralelo a la desproporción argumental, se oculta el rol desarticulador del  globo explosivo de endeudamiento y movimientos del mercado de bonos “esterilizadores” del Banco Central y el grado de privilegios y maniobras jugando con diferenciales cambiarios. Estos son generadores de negocios ilegales y de movimientos de capitales, pero también una bomba de tiempo que usufructúan y juegan extorsivamente pocos jugadores financieros.

Argumentos repetidos

Los voceros pueden rechazar aumentos de salarios y jubilaciones de emergencia por considerarlos “inflacionarios”, pero azuzan, amenazan y justifican corridas cambiarias y fugas de capitales como “señales de mercado”, aunque se trate de serios incumplimientos de leyes y normas públicas.

En tanto, niegan que la mayor carestía en las últimas semanas ha venido siendo  impulsada centralmente por la devaluación forzada del peso (arrastrando precios locales) , los fuertes aumentos tarifarios, y las altas tasas intereses, por formar parte de las exigencias del FMI. Hablan y prometen un futuro venturoso, pero apuntan solo a dimensionar hacia el futuro las actividades “dolarizadas” de producción, comercio exterior y financieras, privilegiando incentivos para  vínculos de actores externos diferenciados (sí Occidente, no BRICS, excepto para que nos compren). Esto aunque la economía nacional en pesos, es decir el mercado interno, y por ende también la mayor parte de la actividad económica y el empleo, se desbarranquen.

El discurso preferido de los surfistas de la ola reaccionaria es clamar por “un mayor ajuste pendiente” que debe asumir el conjunto de la sociedad, por supuesto no ellos. Los bajos salarios son referidos como una necesidad de competitividad internacional, aunque estén por debajo de la línea de pobreza; y se hace referencia a la “baja productividad”, pese a que, notablemente, nunca se la mida objetivamente. El deporte reaccionario psicopático es siempre acusar a las víctimas como causantes de las crisis. Hemos escuchado lo mismo muchas veces.

La experiencia histórica ya debiera haber enseñado a diferenciar diagnósticos y expresiones similares que han sido reiterados preámbulos de “planes económicos definitivos” que terminaron en desastres económicos, financieros y sociales.

Ya un análisis simple de discursos y declaraciones iniciales de tantos referentes de opinión que  a lo largo de las últimas décadas exigieron con los mismos conceptos y lugares comunes,  “más ajustes para más mercado”  debería ser suficientemente aleccionador. Pero no es así, reaparecen.

No es casual que los discursos y argumentos actuales, a favor de la “mano invisible del mercado”  se puedan percibir  como repetidos, gastados, ya escuchados. Tampoco lo es que hayan vuelto  a la escena pública ex-ministros de Economía  como Domingo Cavallo, Roque Fernández, Ricardo López Murphy, Alfonso Prat-Gay,  Nicolás Dujovne o Hernán Lacunza, y los mismos economistas que fueron responsables directos o defensores de estrategias de desastre anteriores, para exigir más de lo mismo, pero con la exigencia ahora de una aún mayor profundidad y regresividad.

La ironía es que los propulsores de “mano dura” económica, debieran ser elementalmente señalados como promotores de la desarticulación fiscal, monetaria y cambiaria. Pero, por el contrario, se presentan como abanderados de damnificados  por  la “inseguridad y falta de previsibilidad”. Exigen mayores prebendas “liberalizadoras” o “menos cargas impositivas”  para sus auspiciantes, aun cuando estos han sido activos provocadores de mayores dislates contra el patrimonio público, como es puesto en evidencia con fundamentos y claridad por Horacio Rovelli en sus excelentes columnas para el El Cohete a la Luna.

Decime qué proponés

Lo llamativo es que ante un cuadro crítico para la mayoría de la sociedad, que debiera convocar al  debate exhaustivo de propuestas económicas y sociales inmediatas, el eje mayor de atención polémica haya sido en un principio puesto en torno a la ilusión de la conveniencia de abandonar en forma completa o parcial una condición considerada elemental desde los albores de la  independencia nacional: la existencia de una moneda nacional única.

Los desbordes provocadores  de “quemar el Banco Central”, “si no es todo, es nada” y “que es recontra fácil dolarizar Argentina” pusieron en escena un debate que parecía superado luego del colapso en 2001 de la “convertibilidad de un peso igual a un dólar” .

Ante las crisis que envuelven países atados al dólar como Ecuador, El Salvador y Panamá el FMI puede manifestar su “preocupación por la alta inflación”, pero prefiere en realidad  la aplicación de sus planes en contextos inflacionarios y no en rígidos dolarizados que implican forzar ajustes directos nominales en los que queda claro crudamente quién gana y quién pierde. Muchos recordarán la rebaja inconstitucional en julio de 2001 del 13% de sueldos y jubilaciones, siendo entonces ministra de Trabajo del gobierno de Fernando de la Rúa la hoy candidata presidencial Patricia Bullrich.

En la actualidad, para el Fondo la inflación es más facilitadora que la deflación para aplicar políticas antipopulares. Como afirma el actual jefe de Hemisferio Occidental del Fondo, Rodrigo Valdés, en forma elíptica: “Dolarizar no sustituye una política fiscal sostenible”, siendo en realidad el eje, no explicitado pero sí ejercido, forzar al máximo el pago de una deuda pública inexplicable e inmanejable. De allí los ajustes simultáneamente devaluacionistas, inflacionarios y recesivos forzados a la Argentina que sus propias medidas de hecho incentivan.

El cruce argumental impresionista y chicanero entre el  candidato presidencial de Libertad Avanza, Javier Milei y el anticipado potencial  ministro de Economía de Juntos por el Cambio, Carlos Melconian, no dejó de ser ilustrativo. Para Melconian, la dolarización que propone Milei “está a punto de archivarse” ya que “si no arreglás los problemas de fondo es lo mismo”. Para el candidato presidencial de Libertad Avanza, el bimonetarismo propuesto por Juntos por el Cambio  “va a una hiperinflación, y termina en una dolarización sangrienta”. Ambos juegan a un apoyo internacional inexistente.

Hay miseria en la calle, pero también la hay intelectual. Esta última es particularmente notoria por parte de quienes pregonan milagros y conducen a más miseria social inmediata y en perspectiva con sus propuestas repetidas. El vacío llama entonces a discutir y proponer alternativas, no solo a sumar lamentos.

 

Fuente: El Cohete a la Luna – SEP 10, 2023

By omalarc

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