La Riojana, que trabaja con 400 productores y 350 empleados, destina parte de sus ingresos al desarrollo de su zona.
La bodega cooperativa “La Riojana” es la primera organización de pequeños productores con certificación fairtrade (comercio justo) del país. Al menos la mitad del volumen que fabrica y comercializa (entre 40 y 60 millones de kilos de uva anuales y 4 millones de kilos de aceitunas) lo genera por esta dinámica y, desde 2006 a 2015 reunió 7,5 millones de dólares por el fondo especial derivado de su modelo, recursos que reinvirtió para mejorar la calidad de vida en su zona de trabajo.
Los negocios inclusivos y las empresas de comercio justo son una alternativa para generar empleo e incorporar a la producción a sectores más vulnerables. Aunque en el país hay experiencias, todavía son marginales.
Para Luis Ulla, director ejecutivo del Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresarial (Iarse) debe haber una “coevolución” entre la oferta y el consumo responsable que “no sólo satisface una necesidad sino que es parte activa y virtuosa de procesos ambientales, económicos, culturales y sociales”.
El gobierno nacional, desde la subsecretaria de Responsabilidad Social para el Desarrollo Sostenible, organiza talleres para promover una “economía social sustentable, que no es una mera acción de filantropía ante situaciones de vulnerabilidad, sino un espacio donde las empresas tienen mucho para aportar”. Así lo explicó Victoria Morales Gorleri, titular del área.
La Riojana nació hace 77 años en Chilecito y reúne a 442 productores vitivinícolas y olivícolas; tiene 350 empleados que producen vinos, jugos de uva y aceites de oliva que se comercializan en la Argentina a través de una red propia. El 37% se exporta a Reino Unido, Suecia, Holanda, Alemania, Taiwan y Finlandia.
Mario González, presidente de la cooperativa, explicó a LA NACION que La Rioja representa apenas el 5% de la producción nacional de vinos, que concentran San Juan y Mendoza. En ese marco, es “difícil” salir a competir “sino se hacen cosas distintas”. Con el certificado de comercio justo lograron que el 89% de la facturación sea por exportaciones, representa unos 10 millones de dólares anuales.
La Riojana está entre las bodegas cooperativas del mundo con este sello. Las otras están en Sudáfrica y Chile. “A pesar de los vaivenes del sector mantenemos las exportaciones en el tiempo”, agrega y comenta que tienen auditorías anuales para comprobar la redistribución de ingresos y el cumplimiento de normas tales como que el presidente debe recibir una vez al mes a los delegados.
Por cada litro de vino que exporta la cooperativa, 6,5 centavos de euro quedan en un fondo para desarrollo de los lugares donde viven socios y empleados; con esa prima se reunieron 7,5 millones de dólares entre 2006 y 2015.
Con esos recursos, por ejemplo, ampliaron la red de agua potable de la localidad de Tilimuqui; construyeron el colegio agrotécnico Julio Martínez y un centro de rehabilitación para jóvenes vulnerables y conformaron un fondo solidario de microcréditos. Reforestan espacios verdes, desarrollaron salas de informática para cursos gratuitos, un centro de investigación de enfermedades endémicas y reparten gratuitamente fertilizantes a los productores.
“El comercio justo nos permite hacer muchas acciones -continuó González-. Tenemos los problemas derivados de la macroeconomía que sufren todos los productores, pero respetamos la caja para el desarrollo. En Europa y Estados Unidos el nicho de comercio justo es muy apreciado; en la Argentina tenemos que avanzar y empezar a consumir lo que producimos bajo esta modalidad”.
Fuente: La Nación