Por Santiago Gamboa
Aún no salgo de mi asombro por el resultado de las presidenciales en Argentina. Que uno de los países aparentemente más educados y cultos de América Latina, con una nómina vertiginosa de creadores y humanistas excepcionales, haya elegido mayoritariamente a este asombroso personaje como presidente me deja sin palabras. Un político que recuerda al tristemente célebre Abdalá Bucaram, de Ecuador, a quien de todos modos Milei supera en vulgaridad y grosería, tanto, que deja en segundo plano el hecho también gravísimo de que sea de la más ramplona extrema derecha.
No sé ni cómo definirlo, ¿un bufón?, ¿un grave enfermo psiquiátrico? En las entrevistas he visto cómo pasa en dos segundos de la carcajada a la ira, de la sonrisa al insulto o a la sorpresa por sus propias palabras, gritando en la televisión cosas impropias de una persona decente, aún menos de un candidato a la Presidencia, tratando de “hijos de puta” a sus rivales y diciendo nimiedades con gesto adusto, como si se tratara de grandes ideas. Un imitador, un impostor. Con este hombre, Argentina roza el ridículo.
Puedo imaginar la frustración y la rabia de muchos de mis buenos amigos de esa nación al tener que soportar esa imagen durante un buen puñado de años. “Son todos unos chorros”, grita en la TV, que equivale a decir acá: “Son cacos”, un lenguaje más de salón de billar que de hemiciclo y debate de ideas. ¿Cómo discutir con una persona así? El país con el sistema de universidades públicas más antiguo de América Latina y las mejores librerías del continente, ¿cómo pudo dejarse seducir por este tipo?
Es la derrota del conocimiento y del humanismo, de la cultura y las ideas. Una derrota integral. La demostración de que las emociones más negras y densas se pueden sobreponer a la razón. Leo aquí y allá que es culpa del peronismo, que los Kirchner, que es un voto de protesta y sanción. Sí, lo comprendo. Pero los electores son mayores de edad y votaron sabiendo lo que hacían, es decir que no son inocentes. Basta oír hablar a Milei dos minutos para darse cuenta de que es un perturbado.
Por eso, por mucho que se culpe al Gobierno saliente, la responsabilidad es de ellos, que además serán los primeros perjudicados, tal como sucedió en Estados Unidos con Trump o en Italia con Berlusconi, dos personajes que, por absurdo y en comparación con este, parecen verdaderos estadistas. Porque lo de Argentina es una increíble demostración de locura colectiva, de ceguera grupal sin excusa posible. Tanto, que he llegado a la insospechada conclusión de que, a pesar de los muchos problemas, el electorado colombiano tiene más criterio político.
Aunque lejos de la insensatez y la vulgaridad de Milei, nuestro Rodolfo del 2022 presentaba un formato parecido, era un personaje equivalente, y por mucho que tuvo alianzas oportunistas y apoyos de última hora, la cordura triunfó. Prueba de que las redes sociales y la superficialidad a la que se ha condenado a la política, encumbrando a personajes como Milei, tienen sus límites. Porque, insisto: que sus ideas sobre la economía, las relaciones sociales y el Estado no me gusten es secundario. Si las presentara con cordura y decencia podrían discutirse, pero en manos de este tipo cualquier contenido, sea cual sea, pasa a segundo plano y parece banal.
Santiago Gamboa / 24 de noviembre de 2023