Por Lic. Néstor Omar Ruiz
En un marco donde el cambio climático en curso manifiesta una merma en la disponibilidad de agua dulce para los seres vivos, flora y fauna silvestre y doméstica y humana, para consumo y actividades económicas, es útil analizar los efectos de la “isla de calor” de origen antrópico y que modifica los patrones de lluvias entre urbes y los espacios verdes circundantes.
La urbanización, estructuras edilicias y calles y avenidas pavimentadas, produce un efecto de isla de calor urbano; por la retención de calor de la radiación solar, el uso de aparatos de energía eléctrica y gas y el calor corporal.
Hace décadas la ciencia estudia este fenómeno urbano, la investigadora Xinxin Sui y otros, sistematizó el análisis de más de 1.000 ciudades y concluye que el 60% de las ciudades reciben más precipitaciones que el entorno. Factores como el paisaje, distancia al mar, vientos prevalentes, altura de edificios, acumulación de calor en la infraestructura e incidencia del clima, determinan el fenómeno.
Es conocido que los viejos cauces, hoy urbanizados, se reactivan y que las precipitaciones catastróficas del pasado son fenómenos recurrentes cuando se producen intensas descargas pluviales.
Las inundaciones urbanas tenderían a agravarse con el incremento de la densidad urbana.
Catástrofes recurrentes como la Dana valenciana o inundaciones masivas en diferentes locaciones en todo el mundo, obedecen a otras causas. Lo que poseen en común es la imprevisión, algunos por ausencia de planificación estatal o falta de recursos públicos, para controlar la escorrentía.
Escorrentía es el exceso hídrico que rebasa los cauces naturales o artificiales y que supera la capacidad de absorción del suelo y vegetación natural, que las ciudades carecen o poseen en cantidad insuficiente.
Anomalías observables en la frecuencia y volumen de lluvias torrenciales puntuales expone carencias en la planificación urbana, en la previsión de emergencias y afectación de la población en sus bienes materiales y pone en riesgo hasta vidas humanas. Debemos también considerar la pérdida de la calidad de la lluvia producto de la contaminación aérea, llamada polvos fugitivos.
Las partículas elevadas por el viento o polvos fugitivos, en su mayoría de origen antrópico, producidos por mineras a cielo abierto, consecuencia de la deforestación y otros efectores incluso el polvo de las calles no pavimentadas, pueden alcanzar alturas que “ensucian” las nubes y las lluvias los precipitan, fenómeno casi desconocido en siglos anteriores; estos, en períodos primaverales y estivales, y en tormentas suelen agregar polen desmenuzado y se presentan como riesgo para la salud pública, por ejemplo, desencadenando ataques asmáticos aún en pacientes no diagnosticados.
En una sociedad irracional, que derrocha sus dos pilares: el 45% de la energía que produce y la escorrentía de las lluvias, fuente desperdiciada de agua dulce, tomar medidas accesibles implica aliviar las consecuencias de las lluvias torrenciales, que impactan sobre vidas y bienes.
El caso de San Salvador de Jujuy
El valle de Jujuy y sus alrededores tiene particularidades climáticas explicitadas por investigadores locales, como el Dr. Buitrago y una topografía modelada por el río Grande, su afluente, el Xibi Xibi, y otros menores.
El discurrir de los ríos mencionados ofrece un desagüe más seguro, como así también depresiones no habitables en Alto Comedero y en menor medida en otros barrios.
También, los espacios verdes pueden ser aprovechados para infiltrar excesos hídricos.
Para ello, es preciso adoptar medidas e infraestructura adecuada para mitigar los efectos de las lluvias torrenciales. 1.- Sistematizar las mediciones pluviométricas en varios puntos de la ciudad en primavera y verano. 2.- Rehabilitación y limpieza de bocas tormenta y canales. 3.- Disponer de contenedores subterráneos en espacios verdes y aprovechamiento de las depresiones naturales resguardando a los transeúntes humanos y animales. 4.- Habilitación estratégica de nuevas bocas de tormenta en función de la dirección del desagüe resultante de la gravedad y los obstáculos antrópicos urbanos. 5.- Prever el escurrimiento de nuevos loteos o desarrollos urbanísticos que no agraven el riesgo de los barrios aguas abajo, modificando la legislación vigente. 6.- Incrementar los controles a efectores probables de efluentes contaminantes, para entregar al Departamento Palpalá aguas limpias.
En este verano 2024-25 es propicio por lo menos ocuparse del punto 2 de recomendaciones.
Bibliografía:
El clima de la provincia de Jujuy (1999), UNJU.
Sui X. et alt. (2024)Global scale assessment of urban precipitation anomalies. National Academy of Sciences.