#LesaHumanidad

Por Alexis Oliva | Fotografía: Diego Cabrera

Foto: Luis Miguel Baronetto, sobreviviente de la UP1, declara hoy en el juicio al ex juez Otero Alvarez

El ex preso político, dirigente sindical y escritor Luis Miguel Baronetto devela el vínculo entre negacionismo, despojo económico y violencia. Frente al dilema entre subsistencia y solidaridad, plantea: “Hay que pensar en los que están allá abajo”. Hoy declara en el juicio al ex juez OteroAlvarez por su complicidad con el terrorismo de Estado.

Luis Miguel “Vitín” Baronetto pudo haber sido uno de los presos políticos fusilados durante la dictadura en Córdoba. Como su esposa y madre de sus dos primeros hijos, Marta Juana González. Como su compañero en el Seminario y en el peronismo de izquierda, Miguel Ángel “Chicato” Mozé, referente de la Regional III de la Juventud Peronista. Como los otros 29 presos y presas asesinados por el Ejército entre abril y octubre de 1976. Hoy declara en el juicio al ex juez Carlos Otero Alvarez por su complicidad con el terrorismo de Estado.

También pudo ser un sacerdote católico. No lo fue porque el amor por esa mujer y el compromiso político fueron más fuertes que la vocación religiosa. Sin embargo, su misma formación cristiana, imbuida de la “opción por los pobres” del Concilio Vaticano II (1962-65) y la Conferencia Episcopal de Medellín (1968), profundizada con la Teología de la Liberación y plasmada en el trabajo social de la barriada sur, fue el punto de partida de la opción revolucionaria.

En ese contexto, se identificó con “el peronismo de la resistencia”, en la comunidad de Villa El Libertador. Allí la gente “era peronista, medio callada, con una identidad clandestina y sin hacer mucha bandera. Te mostraba las imágenes de Perón y Evita después de entrar en confianza. Tenían fresca la memoria de lo que habían significado para el pueblo en términos de beneficio social”, recuerda Baronetto.

Tras la insurrección del Cordobazo en 1969, la resistencia a la dictadura de Juan Carlos Onganía y la lucha contra la pobreza se encausaron –entre otras expresiones políticas– en el “luche y vuelve” por el retorno de Juan Perón y el triunfo electoral en 1973, que llevó a Héctor Cámpora a la presidencia y a Ricardo Obregón Cano y Atilio López a la gobernación de Córdoba. Durante ese fugaz gobierno popular consiguió un trabajo en el Banco de Córdoba, donde años después sería dirigente sindical.

Fugaz porque el 28 de febrero de 1974 la sedición liderada por el jefe de policía Antonio Navarro derrocó a Obregón Cano y López y prologó en Córdoba la persecución política y la represión, que se convertirían en terrorismo de Estado desde antes del 24 de marzo del ´76. El 15 de agosto de 1975, Vitín y Marta fueron secuestrados, torturados en el Departamento de Informaciones de la Policía y confinados en la Unidad Penitenciaria N° 1 (UP1) de barrio San Martín, acusados de “asociación ilícita e infracción a la ley de seguridad 20.840”, por pertenecer a la Juventud Peronista y Montoneros.

Marta fue fusilada con otros cinco prisioneros el 11 de octubre del ´76. Luis Miguel fue trasladado en diciembre a Sierra Chica y luego a Caseros, La Plata y Rawson, hasta su liberación el 11 de septiembre de 1983. Desde entonces viene denunciando los crímenes de la dictadura y ha sido un testigo crucial en los juicios de lesa humanidad.

Negacionismo y escarmiento

-El Gobierno de Javier Milei y Victoria Villarruel asume una versión negacionista y de justificación de la dictadura. ¿Qué hay detrás de ese discurso?

-No es sólo negar el terrorismo de Estado. Es evitar que pueda renacer o revitalizarse algún mecanismo de resistencia capaz de contrarrestar el actual embate del poder económico contra los derechos y conquistas del pueblo. Cuando reivindican la dictadura, a la vez aplican el protocolo de la ministra (Patricia) Bullrich para que los pobres tengan que hacer fila por un kilo de arroz o padecer la represión si se juntan. Pretenden reflotar una versión que revitalice los demonios del pasado, específicamente el demonio que tuvo la osadía de enfrentar al poder establecido.

El cielo del déficit cero

Director de la revista Tiempo Latinoamericano y autor de varios libros sobre el Cura Brochero, el Obispo Enrique Angelelli –su director en el Seminario Mayor de Córdoba– y temas vinculados a los derechos humanos, Baronetto apuntala sus análisis en la Historia: la Grecia antigua, Santo Tomás de Aquino y la filosofía escolástica, la Revolución Francesa, la Doctrina Social de la Iglesia, la más reciente de los años 60 y 70, la más cercana de Córdoba y la Villa El Libertador que fue su “lugar en el mundo”.

Desde esa biblioteca propone un paralelismo entre “las religiones que ponen el acento en el más allá y los poderes económicos que necesitan inculcar nuevas ilusiones”. En la justificación del plan de Milei y sus ministros Luis Caputo y Federico Sturzenegger encuentra “la promesa de un más allá: tenemos que sufrir el ajuste, porque cuando lleguemos al déficit cero van a venir los tiempos de bonanza. Ese post déficit cero es el cielo, el más allá. Y como todavía nadie llegó, no se sabe si es o no cierto. Hace falta tener fe y creer”.

-¿Algo similar a la religión que Karl Marx definía como “opio de los pueblos”?

-¡Claro! En la mente torcida del que diseñó el proyecto –Sturzenegger–, está claro que pretender anular 600 leyes de un sablazo es para generar un proceso que no pudo ser del cien por cien, pero va avanzando hacia un futuro que no es para las mayorías. No es tarea fácil que quien los votó advierta la malicia del planteo, porque esa persona está agobiada por la urgencia de la comida para sus hijos y no tiene un ámbito colectivo donde conversar para descubrir la mentira. En lugar de eso está la espiritualidad ilusoria de la opresión.

De verdades y libertades

A lo largo de su vida, Baronetto ha emprendido la búsqueda de la verdad (o las verdades) desde distintos fundamentos. Como seminarista estudió una verdad con fundamentos teológicos. Después, en su experiencia de militante político e investigador histórico, se acercó a una verdad más humanista. En ambos casos, con base en el rigor y la argumentación. (Algunas de esas verdades le resultaron costosas: en 2001, al publicar un artículo sobre el “negocio de aspectos oscuros” en torno al proyecto de privatizar el Banco de Córdoba, el entonces gobernador José Manuel de la Sota lo denunció por calumnias e injurias, aunque en el juicio oral y público fue absuelto).

Vivimos un tiempo en que la verdad “no cotiza” y se ataca a quienes la producen: universidad, ciencia y arte. ¿Cómo se explica y cómo resistir ese embate?

-Así como en Argentina y otros países se instaló en el Gobierno el gran poder económico sin patria, también se instaló un sentido común, que como han definido algunos filósofos, no es necesariamente el buen sentido. En ese auge de las derechas pierden fuerza las verdades. ¿Cuál es el eje de la verdad? Desde mi cosmovisión inspirada en el cristianismo, son los otros. Santo Tomás de Aquino –que no era un teólogo de la liberación, aunque puso semillas para eso– dice que la justicia es el otro. Cuando mi yo entiende que existe otro, se generan la relación y la comunidad. No es posible siendo único, porque esa verdad empezaría y terminaría entre que uno nace y muere. ¿Qué nos ofrecen del otro lado? La negación del otro, en el hambre, la injusticia y la opresión. Eso rechaza la verdad y se expresa a nivel político en el desmantelamiento del Estado y la anulación de leyes protectoras. Por eso el discurso negacionista tiene que contener odio, porque necesitan eliminar al otro y no tener que compartir.

Como preso político de dos dictaduras, Vitín Baronetto sabe lo que vale la libertad. Por eso ha denunciado la criminalización de la protesta en democracia –que lleva a la cárcel a numerosos militantes populares– y se ha comprometido con la situación de los presos cuando era director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba. También le preocupan las desiguales libertades derivadas de la injusticia social.

-Otra palabra en disputa es la “libertad”…

-Sí, pero no es una novedad de Milei. La Revolución Francesa (1789) explicitó tres anhelos de la sociedad: libertad, igualdad y fraternidad. De esas aspiraciones, impuso la libertad como hegemónica. Y “a la igualdad y la fraternidad te las debo”. Lo que hoy vivimos con La Libertad Avanza (LLA) es este proceso llevado al summum. Es decir, absolutizar la libertad. La libertad nunca fue absoluta. Hasta la Doctrina Social de la Iglesia –con la encíclica Rerum Noravum (1891) de León XIII– habla de la limitación de la libertad. Por eso el dicho de “mi libertad acaba cuando empieza la del otro”. Para LLA “el otro” es un miembro del poder económico igual que ellos. No es el pobre, el obrero y el marginado. Esos no existen.

-Estamos a las puertas de diciembre, mes en que el conflicto social suele estallar, incluso en contextos menos críticos. ¿Qué puede suceder?

-No veo ninguna posibilidad en lo inmediato de una reacción generalizada a las políticas descarnadas que vienen esquilmando a todos los sectores sociales. Por este problema cultural que disloca la situación individual con una salida que necesariamente debe ser colectiva. El despojo se va a consolidar con las leyes que vienen votando y va a afectar el patrimonio nacional: la minería, las rutas aéreas, los recursos marítimos y tantos otros. Y creo que en los militantes y sectores más dinámicos de la sociedad falta una mayor gimnasia de solidaridad y pensar más en los que están allá abajo.

-¿Cómo es posible superar esta situación?

-Eso implica una construcción más larga. La historia ha mostrado procesos donde hay grupos, sectores y dirigentes que cumplen un rol de dinamizadores sociales. La resistencia de los estudiantes, los obreros en paro, los jubilados en lucha y aquellos que hoy están obligados a defenderse a sí mismos a la larga traen una conciencia de solidaridad y de no esperar a que todo el mundo esté despierto para empezar a caminar. Hay que conciliar la necesidad inmediata con la movilización y concientización.

Fuente: revistaelsur.com.ar – Publicada el 18/12/2024 en Crónicas 

By omalarc

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