Por Luis Gotte
La trinchera bonaerense
Una vez más, los enemigos de la Patria se mueven con la frialdad del tecnócrata y la violencia silenciosa de la motosierra ideológica. Esta vez, la ofensiva es cultural. No es una simple cuestión de números ni de eficiencia burocrática: es un ataque directo al alma de la Nación, un intento brutal de amputar su memoria, su identidad, su columna vertebral simbólica.
El gobierno autodenominado “nacional”, con Federico Sturzenegger al mando de la Desregulación, ha lanzado una arremetida que busca fusionar, disolver y subordinar históricos institutos de investigación y museos nacionales. El Instituto Juan Domingo Perón, el Instituto Belgraniano, el Browniano…todos pilares de la construcción de una conciencia histórica nacional y federal, están siendo desmantelados. Y con ellos, también se centralizan bajo un mismo poder -el de la hermana del presidente- el Museo Nacional de Bellas Artes, el Palacio Libertad y el Instituto Nacional del Teatro, instituciones que antes gozaban de autonomía y pluralidad.
Lo que alguna vez fue diversidad institucional al servicio de la memoria colectiva, hoy se convierte en uniformidad bajo el comando del poder liberal y colonial. Esta “reingeniería profunda”, diseñada desde la Secretaría General de la Presidencia, se presenta como una “batalla cultural”, pero su verdadero objetivo es borrar toda huella del proyecto nacional, popular y federal.
¿Y qué entienden Sturzenegger y la hermana presidencial por cultura? Seguramente que muy poco. Porque la cultura no se mide en planillas Excel ni se administra como una startup. La cultura es el latido de un pueblo, la llama viva de su historia y su esperanza. Es lo que nos mantiene de pie cuando todo se derrumba. Y eso, justamente, es lo que vienen a apagar.
Los institutos que hoy se clausuran no eran meros archivos polvorientos: eran trincheras de combates. Eran custodios de la gesta hispanoamericana, del ideario federal de Artigas y Belgrano, del coraje marítimo de Brown, del orden soberano de Rosas y del proyecto emancipador de Perón. Este vaciamiento no es casual: es parte de un plan sistemático para desmantelar nuestra memoria y reemplazarla con una narrativa extranjerizante y elitista.
Es por eso que creemos que esta planificación de desmantelamiento de lo nacional no es de ellos, que solo obedecen.
Incluso, parece que quieren ir más allá: intentarán fabricar una Eva Perón urquicista, desprovista de su odio visceral a la oligarquía, desarraigada de su amor profundo por los humildes. Quieren romper con Rosas, quieren diluir a Perón, y ahora buscan diluir también a Evita en un relato liberal que nunca fue suyo. Están construyendo una genealogía falsa donde lo popular se vuelve folclore vacío y lo liberal, dogma de Estado. Eso no es una batalla cultural: es una colonización simbólica.
Como dijo Evita: “No hay nada más grande que el pueblo, y el pueblo siempre tiene razón”. Y nosotros decimos que un pueblo solo tendrá razón si conoce su raiz, sin ella no hay verdad que se sostenga.
En nombre de una supuesta eficiencia, destruyen lo esencial. En nombre de una falsa libertad, suprimen las voces del pueblo. En nombre del futuro, destruyen el pasado. Pero la Patria no está vencida. Las provincias, los pueblos, las escuelas, las bibliotecas, los clubes de barrio y las sociedades de fomento deberán ser, más que nunca, guardianes de nuestra memoria.
Frente a cada cierre, una ronda de mate y lectura. Frente a cada decreto, una copla, una zamba, un poema, una charla de historia en la plaza, en el aula, en las redes, donde sea. Es hora de organizar la resistencia cultural.
Porque sin cultura nacional no hay Nación posible. Y sin memoria, no hay futuro.