Bayer, el mismo de siempre. Sus 89 años delatan una incansable persistencia en sus ideas y sus anhelos para una sociedad más justa. Con el fin de venir a rendirle homenaje a su amigo Juan Gelman, pasó por Córdoba. “Es increíble que hayamos votado a Macri”, se lamenta.
Por Redacción La tinta
El caos reina. Producto de la ansiedad y de la negligencia propia todo sale mal a último momento, como ocurre con los viajes. Los aparatos tecnológicos están hambrientos y claman por batería. El dinero no aparece. Las tareas divididas fueron mal interpretadas y ahora la reparación debe ser colectiva.
Así como antes todo se resolvía estableciendo una hora y un lugar, la transversalidad tecnológica hace que todo sea deliberativo en cada instante.
Reviso el Wathsapp: “Barrio Junior. 10:00 hs”. Vía Facebook alguien dice: “Los espero en Vélez y San Juan”. Llamamos a un taxi. Nadie atiende. Salimos a la calle en busca de uno. El centro de Córdoba es una caldera a las 9:50 de la mañana. Pedimos disculpas por la demora con un mensaje de texto. Repasamos: cámara de foto, cámara de video, grabador de voz, celulares con carga y una notebook “por las dudas”. En un manotazo del sentido común, alguien pregunta si contamos con anotador: “Tengo yo la libreta”, responde otro.
Llegamos con el tiempo adicional cumplido. Nuestro anfitrión nos espera. Plácido, observa desde un sillón cuyo respaldar luce un tejido a colores. Él también ostenta una pequeña flor roja tejida en la solapa de su saco. El color del anarquismo. El color de la revolución.
Una vez allí, los aparatos comienzan su show. Se encienden las pequeñas luces que los delatan. Ellos toman el poder, lo registrarán todo. Lo difundirán todo. Sólo les falta saber preguntar. Eso aún nos pertenece a nosotros, los humanos, los que desean oficiar de periodistas. Algunos lo festejan, otros se consuelan.
Pero ahora no se oye nada. Pocos cruzan palabras. Nadie toma nota. Él observa. Por un instante miro que observa detenidamente. Respira hondo. Cierra y abre con fuerza sus ojos. Mientras intento realizar una llamada que nunca será atendida, sigo observando cómo el gran escritor y periodista nos estudiaa a nosotros, jóvenes alumnos, esclavos de las máquinas.
– ¡Que silencio! – exclamó Osvaldo Bayer – ¿Lo provocan los aparatos tecnológicos, no?
El mismo Bayer de siempre
Desde un costado del escenario principal del Teatro Real, Osvaldo Bayer se levantaba el jueves por la noche con evidente dificultad. Cada paso que daba parecía demandar un gran esfuerzo. Como en todo, persistió hasta llegar al centro y saludar. Acababa de encabezar uno de los tres homenajes a Juan Gelman –Juan Poeta, como lo llama-. Todo en el marco de la Feria del Libro de Córdoba 2016.
“La lucha pasada, presente y futura, está en tu poesía”, había leído unos minutos antes, cuando le tocó repasar la carta que le envió al poeta en los años de exilio. Como a tantos, el destierro con el que los castigó la última dictadura militar los unió mucho más. La reflexión sobre esa otra tragedia los obsesionó a ambos.
En aquella correspondencia también se puede leer algo que aquel Bayer le podría decir al de hoy: “Todo está allí, en tu obra, para siempre. No la podrán ni destruir ni matar ni secuestrar ni torturar ni encarcelar. Está y estará allí, permanente”.
Con 89 años, Bayer soporta en la actualidad el trajín que hoy sólo padecen los youtubers que se presentan en cualquier feria del libro. Como un Rolling Stone, convoca a jóvenes estudiantes de secundaria y a sus contemporáneos. Según su agenda, en tres días no parará de ir y venir por toda la ciudad de Córdoba. Ahora nos recibe a nosotros, un grupo de periodistas que anhelan ser algún día tan jóvenes como él. “¿Hay algo fuerte para tomar? Un vino tinto estaría bien”, solicita amablemente a la dueña de casa.
“Es increíble que hayamos votado a Macri”, se repite Bayer en más de una oportunidad y a lo largo de toda la charla. Como historiador que es, no duda en señalar que los argentinos “volvimos a votar a los conservadores del año ´30”.
Sobre aquellas primeras décadas del siglo pasado, concentró gran parte de su trabajo periodístico. La llegada de inmigrantes, con su fuerza de trabajo y sus ideas libertarias, el rol del anarquismo y el socialismo en los primeros gremios, la Semana Trágica, la Patagonia Rebelde, Severino Di Giovanni. Toda su bibliografía mental, tras 70 años de investigación, lo llevan a aquella época para hablar del 2016.
“Esto, para mí, va a terminar muy mal”, advierte pensativo. “Así que hay que ir preparándose desde las bases. No puede ir para adelante un gobierno absolutamente conservador”.
Bayer es el mismo. Sus ideas se mantienen firmes, estoicas ante las idas y venidas de la historia. Tan firmes como su cuerpo reposado en el margen derecho del sillón. Cada vez que lo invitaron a debatir sobre la violencia a lo largo de su carrera, enrostrándole con críticas algunas de sus obras, no esquivó el convite.
“Una cosa puede ser el terrorismo como medio de llegar al poder, otro, como método para combatir al tirano. El segundo es donde está encuadrado el de Severino Di Giovanni”, le respondió a Alvaro Abós en un gran debate mano a mano con varios capítulos que se publicó entre 1985 y 1986 en la revista Fierro. Allí mismo se distanció de los intelectuales que se cubren con “el manto generalizador del acostumbrado `yo estoy en contra de toda violencia´”, que sólo deriva en la negación de “la violencia de abajo”.
“La democracia de base es la que nos puede salvar a nosotros y la que nos puede dar un mejor sistema”.
Pero así como se declara anarquista, también se considera un pacifista. Y no hay contradicción. Como estudioso aún reflexiona sobre la injusticia social y sus consecuencias. Como periodista y militante vivió la realidad más allá de las ideas. Por eso nos llama a “actuar siempre” y apela a la organización de las bases, al trabajo desde los barrios y al debate en asambleas, como aquellas que renacieron y se multiplicaron en 2001.
“Hay que darle cada vez más poder a las bases. Yo creo que el tema de las asambleas es el más interesante”, comenta mientras le brillan los ojos y ensaya una sonrisa. “Hay que darles más fuerza a las asambleas y tratar de ganar los sindicatos, eso es fundamental, porque están caídos en una burocracia tremenda. La democracia de base es la que nos puede salvar a nosotros y la que nos puede dar un mejor sistema”.
“Yo estuve participando en las asambleas barriales durante los últimos gobiernos y la verdad que fueron un gran ejemplo. Venían las mismas viejitas del barrio y hablaban. Lo hacían por primera vez en sus vidas… ¡Qué bien lo hacían! Contaban sus experiencias. Por primera vez lo hacían”.
Como gran símbolo de la desigualdad la Villa 31 es un emblema que para Bayer se repite en cada ciudad del país, en cada rincón de las provincias, donde la falta de urbanización deja al desnudo la miseria social: “Ese barrio norte cada vez más rico y esas villas cada vez más pobres. En las casuchas se sube al primer piso con una escalera de mano, trepando por las ventanas. Allí está la verdadera pantalla, la imagen que tenemos de nuestra sociedad y que tenemos que tomar para solucionarlo”.
No hay fórmulas secretas en el pensamiento del periodista. Se trata de ideas y de luchas. Pensar y hacer: “Tenemos que seguir luchando. Tenemos que seguir aprendiendo de las experiencias, algo que es difícil. Es un periodo muy difícil, no es fácil, pero hay que hacerlo porque si no, seguiremos así”.
El “seguir así” de Bayer no comienza con Mauricio Macri. Durante la última presidencia de Cristina Fernández de Kirchner le costó numerosas críticas el decir algo que sostiene desde antes del mismo kirchnerismo: “Yo siempre sostengo que mientras haya villas miserias no hay verdadera democracia. Por lo menos las verdaderas democracias deben dar un techo digno y un pan a todos los pobres del pueblo. Por lo menos”.
Con sus casi 90 años no hay dudas de que Osvaldo Bayer sigue vigente. Como dicen Los Piojos cuando hablan de Maradona, “es el mejor en lo suyo”. Y es por eso que al hablar lo hace con el ejemplo de ahora y de siempre: “El intelectual debe dar la cara, no esconderse debajo de las sábanas, y estar siempre junto a los oprimidos y contra la oligarquía”.
Esas mismas palabras utilizó cuando lo hicieron recordar a Rodolfo Walsh y a Juan Gelman en el Real la noche anterior. Desde el escenario aseguró que aún escribe “todo el día” a pesar de sus andanzas: “Escribo a la mañana, al mediodía y a la noche también me quedo. El silencio de la noche es un gran aliado del escritor. Ahora me está costando mucho, porque uno va envejeciendo. Qué injusto es Dios”, se lamentó con una sonrisa cómplice que delataba cierta sorna ante los infructuosos intentos de la vejez por querer arrebatarle la juventud del alma.
Ahora, sentado desde el sillón, aún tiene aire en los pulmones como para alentarnos: “No hay que ser negativos. Hay que confiar en el futuro y seguir transmitiendo esto, la democracia de base, la verdadera igualdad de clases. Es la única solución para la sociedad y para la paz entre los hombres”.
*Por Redacción La tinta.