Hace dos meses, Pablo Iglesias era vicepresidente del Gobierno y la referencia indiscutida en España de todo el espacio a la izquierda del PSOE. Anoche anunció su abandono de la política.
Una serie de gruesos fallos de estrategia y de lecturas erróneas de la realidad lo han llevado a abandonar el barco que construyó desde la nada hace apenas siete años, cuando junto a otros profesores universitarios creó Podemos para darle representación política al movimiento de los indignados -los jóvenes víctimas de la crisis económica iniciada en 2008- y que ahora deja formando parte del gobierno pero en franca decadencia electoral. Con su salida ya no queda en Podemos ningún miembro del grupo fundador, después de que la mayoría fuera abandonando paulatinamente purgada por el propio Iglesias y su entorno más cercano.
El episodio que ha marcado el fin de su corta pero intensísima carrera política ha sido el huracán electoral llamado Isabel Díaz Ayuso, una hasta hace muy poco desconocida militante del Partido Popular de Madrid que curiosamente comparte con Iglesias ciudad y fecha de nacimiento: Madrid, 17 de octubre de 1978.
Díaz Ayuso llevaba dos años como presidente de la Comunidad de Madrid después de que en 2019 las tres fuerzas de la derecha -PP, Ciudadanos y Vox- sumaran más votos que el bloque de izquierda. En el último año, la dirigente del PP supo aprovechar la crisis ocasionada por la pandemia para encarnar el descontento y la desesperación de empresarios y trabajadores a quienes las medidas restrictivas impuestas para contener la expansión del virus sumieron en la catástrofe económica.
Su mezcla de populismo liberal, supremacismo madrileño frente al resto de las regiones (un elemento hasta ahora inédito en la política española) y negacionismo de la eficacia de las medidas sanitarias cosechó ayer en las urnas un aluvión de votos con los que no sólo barrió a la izquierda, sino que borró del mapa a Ciudadanos, la formación liberal que hasta ahora había sido su socia de gobierno, y consiguió arrinconar a Vox, la formación de extrema derecha que desde 2018 venía creciendo elección tras elección y que ahora apenas ha obtenido un escaño más de los que tenía.
Díaz Ayuso consiguió 65 escaños, a sólo cuatro de la mayoría absoluta, y sumó más que las tres fuerzas de la izquierda juntas: Más Madrid, PSOE (partido más votado hace dos años y ahora relegado a la tercera posición) y Unidas Podemos. Con este resultado, Díaz Ayuso no tendrá que recurrir a los votos de Vox ni a integrar a esta fuerza en su gobierno.
Fue precisamente la posibilidad de que la extrema derecha entrara en el ejecutivo -durante la campaña anunció que no daría su apoyo a Díaz Ayuso desde fuera, sin que exigiría carteras de gobierno- lo que movió a Pablo Iglesias a abandonar su puesto de vicepresidente y descender a la política regional.
Hasta ese momento, apenas convocadas las elecciones madrileñas, la fuerza política de Iglesias, Unidas Podemos, aparecía en las encuestas como partido extraparlamentario al no conseguir el mínimo del 5 por ciento que la ley electoral madrileña exige como mínimo para entrar en el reparto de escaños.
Pese a esta debilidad con la que comenzaba la campaña, Iglesias se presentó como la garantía del freno a la extrema derecha. Planteó sin éxito a Más Madrid -la formación de su ex compañero y cofundador de Podemos Iñigo Errejón- que se encolumnara detrás de él. La respuesta que recibió por parte de la candidata de esa formación, la médico anestesista Mónica García, avisó que el empeño no iba a ser sencillo para Iglesias. «Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que en los momentos históricos nos digan que nos apartemos», le dijo públicamente.
Iglesias apenas consiguió movilizar a una porción mínima del electorado de izquierda, obtuvo un magro siete por ciento de los votos y dejó a su fuerza relegada a la quinta posición con diez escaños. Su dimisión estaba cantada.
En la campaña, Iglesias planteó una estrategia que se ha comprobado desacertada. Mientras Díaz Ayuso ignoró a sus contricantes y se enfocó casi exclusivamente en criticar la gestión de la pandemia de Pedro Sánchez con el lema “socialismo o libertad”, Iglesias se centró en denunciar el peligro de que la extrema derecha consiguiera tocar poder real. Su lema “fascismo o democracia” al que consiguió arrastrar al PSOE apenas encontró eco en el electorado. Más Madrid, que hizo una campaña barrio a barrio y más centrada en la necesidad de fortalecer los servicios públicos, consiguó adelantar a ambos. Mónica García será la jefa de la oposición.
El fracaso de Iglesias en su última actuación política fue doble. No sólo no consiguió impedir el triunfo de la derecha, sino que dejó a su formación relegada a un lugar irrelevante. Anoche, tras confirmarse los resultados, anunció que dejaba la política «Hemos fracasado», dijo.
Seguramente la decisión la venía barajando desde hace varios días, cuando Unidas Podemos no conseguía remontar en las encuestas. Anoche, durante el recuento electoral, convocó de urgencia a la Ejecutiva del partido para comunicar su decisión. «En esta campaña me he convertido en un chivo expiatorio. Creo que es evidente que a día de hoy no soy una figura política que pueda contribuir a mi partido», admitió con gesto muy serio.
Sobre su futuro, sólo adelantó que volverá a dar clases a la universidad y que le gustaría retomar su experiencia “con el periodismo crítico».
El relevo al frente de Podemos lo tomará la abogada laboralista Yolanda Díaz, que forma parte del Gobierno de Pedro Sánchez como vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo y Economía Social y que encabezará la candidatura de Unidas Podemos cuando se convoquen elecciones generales.
Fuente: Página 12