La recomposición del movimiento nacional tiene pasos a seguir.
Por José Rey
(Movimiento Peronista Auténtico)
Pasada la etapa de impacto y posterior reflexión por la derrota electoral, el peronismo atraviesa momentos de confusión y falta de rumbo, pero también de reacomodamientos. La tarea urgente que impone la época y la exigencia de una sociedad exhausta, hastiada y padeciente es la de que emerjan dirigentes que estén a la altura de las circunstancias y se pongan a la cabeza la lucha que debemos afrontar como nación. No se trata sólo de una labor electoral, sino esencialmente patriótica. Nuestro pueblo exige soluciones concretas, sí, pero también un horizonte de futuro, tras atravesar (por lo menos) 8 años de frustraciones, que pueden ser 12 si elevamos la exigencia de nuestra vara crítica. Son demasiados años para la vida de una persona y el desencanto y la frustración se han instalado fuertemente en los corazones de nuestro pueblo que, a pesar de todo, es lo mejor que tenemos.
Hoy es un momento de reflexión y necesaria introspección para la dirigencia peronista, en especial si quiere seguir existiendo como movimiento popular. El termómetro militante pareciera indicar que las bases, cuadros medios e incluso algunos dirigentes hemos alcanzado, no obstante, al menos un acuerdo: la necesidad de autocrítica. Y una acción: la necesidad de reconstrucción. Y, por último, un camino ordenador: un programa concreto de transformaciones que convoquen a las mayorías, inspiren a la militancia y propongan un sueño realizable. Hay que poner manos a la obra.
La recomposición del movimiento nacional tiene pasos a seguir. La autocrítica es fundamental, central, necesaria. El rumbo, la comprensión del mundo actual y el programa debería ser el trabajo en el que nos ocupemos hoy, el paso lógico siguiente a la autocrítica y la revisión de los errores.
El mundo actual presenta, además, grandes transformaciones, quizás las más importantes de los últimos siglos. Un período de hegemonía norteamericana en declive, la emergencia de nuevos polos de ordenamiento geopolítico, la aparición de bloques regionales muy convenientes para nuestro país y su aparato productivo, como lo es el BRICS, un proceso de desdolarización creciente (vinculado al anteriormente mencionado BRICS) que representaría una enorme ayuda para un país con restricción de dólares y dependencia de organismos internacionales de crédito como el nuestro. Son oportunidades que deben obligarnos a reformular incluso la propia función de nuestra Cancillería, que sigue mirando a un mundo caduco, con más consulados y embajadas en Europa que en China o el sudeste asiático, dos regiones complementarias con nuestro país y de gigantesco potencial.
El sistema político-institucional argentino no está exento de esa decadencia. Con una clase dominante política y empresaria anquilosada en ideas obsoletas, promotoras del fundamentalismo de mercado de MIlei que -además de dañino y cipayo, es ineficiente y nocivo para nuestro desarrollo soberano- ha sido capaz de permitir la entrega de soberanía, el expolio de tierra, bienes naturales, culturales, científicos, militares y el desmantelamiento de las capacidades científico-técnicas de nuestro pueblo y nuestra nación. Es cierto que el justicialismo ha perdido su contacto con sus raíces doctrinarias, pero no menos cierto es que la oligarquía argentina y el liberalismo local son, como decía Alberdi, “amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen, ser libres para ellos no consiste en gobernarse a sí mismos, sino en gobernar a los otros” una doctrina que esta etapa del capitalismo y de la política mundial se ha cansado de demostrar que perdió vigencia, para darle lugar a un renacimiento de nacionalismos, nuevas izquierdas y, también, versiones de fascismos autóctonos.
¿Qué debe hacer el peronismo ante ese escenario? ¿Cuál es la Ley Bases del Justicialismo? El peronismo debe proponer con absoluta contundencia que no han de pasar ni 24 horas antes de que ese acta de capitulación que significan el DNU de Milei y su ley “Bases” sean urgentemente derogados y reemplazados por un DNU del Pueblo y una ley de Bases profundamente Humana y Justicialista que recupere nuestras tradiciones históricas y ponga a la Argentina a la par de las naciones más avanzadas a nivel mundial, tal como nuestro potencial humano, adquirido y natural lo enseñan. Un programa transformador, atrevido, que aborde puntos clave de reformas profundas, hondamente populares, de irrenunciable defensa de la soberanía nacional y con una mirada ambiciosa para nuestra patria: la urgente reforma de la ley de entidades financieras; la reforma de la ley de inversiones extranjeras que permite que el CIADI juzgue a nuestro país; una profunda reforma tributaria que grave a los más ricos; un programa de Marcha al Campo (ley que hemos presentado en el Congreso en 2020 desde el Movimiento Peronista Auténtico), que aborde la desocupación estructural en sectores rurales y de los conurbanos para revertir la migración rural-urbana y sirva como palanca del desarrollo agropecuario, reforma de nuestra geografía económica, dinamismo del sector rural, consolidación de nuevos chacareros y aprovechamiento de tierras fiscales ociosas para la creación de unidades asociativas de producción que saque a millones del desempleo y la miseria; una política de transporte federal y reconstrucción del entramado ferroviario y transporte multimodal; la defensa de nuestros puertos y ríos, como el dragado del Canal Magdalena y la gestión pública del Paraná; la jerarquización y engrandecimiento de nuestras Fuerzas Armadas; el abordaje integral de una política contra la delincuencia que defienda prioritariamente a los trabajadores; una politica minera con participación del Estado en su gerenciamiento y ganancias, entre otros puntos que consideramos esenciales.
Los ejemplos de grandes transformaciones se cifran no sólo en nuestra historia más lejana, sino también en ejemplos más recientes que pueden servir de guía. El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, lleva adelante una política soberana en diversas materias de interés estratégico para nuestro desarrollo, como la declaración del litio como mineral estratégico, la participación accionaria del Estado riojano en la explotación minera -que ronda el 35%-, además de 38 empresas provinciales con participación del Estado mayoritaria desde las cuales impulsa producción de alimentos, transporte público de bajo costo, internet, avicultura, vidrio y hasta paneles solares, en una apuesta decidida a convertir a la provincia en un polo de innovación y de impulso del trabajo privado en una zona desfavorecida por la coparticipación y la falta crónica de federalismo.
La política del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia de Buenos Aires es otro caso de política pública comprometida con los sectores más postergados. El brutal ataque contra los más débiles -jubilados, desocupados y trabajadores informales- que propicia el gobierno nacional y el abandono que ha hecho de lugares sensibles como los comedores, la política de integración urbana y la planificación productiva ha dejado a las provincias a su merced. Frente a esa adversidad, el ministerio ha llevado adelante un trabajo constructivo allí donde el gobierno de Milei, con fanatismo ideológico y desidia, se ha ocupado de destruir.
Sin autocrítica ni reformulación programática, pero fundamentalmente, sin una férrea voluntad política y el coraje que la etapa requiere, el peronismo corre riesgo de extinción como movimiento popular en tanto socava su propia esencia: la representación de las necesidades y deseos del pueblo trabajador y el movimiento nacional que piensa en la grandeza de la Patria como razón de ser. Es hora de que quienes quieran protagonizar se la jueguen y abandonen la mediocridad que nos trajo hasta acá. Nuestro pueblo y la patria lo demandan.
Fuente: Diario El Argentino – 07.07.2024