Por Bichos de campo   

La figura del agrónomo Benjamín Enrici casi se pierde entre las altas plantas de cannabis que crecen en uno de los sombráculos del centro Agrogenética Riojana, ubicado en la localidad de Chilecito. Esto no hace más que entusiasmarlo porque significa que el proyecto, que busca a través de una Sociedad del Estado apuntalar la industria del cáñamo y el cannabis medicinal en esa provincia, va viento en popa.

Además de convertirse en un experto en la materia, Enrici dirige este centro que busca tocar todas las aristas productivas que este cultivo tiene para ofrecer, a través de un enfoque multidisciplinario.

“El modelo que intenta La Rioja no es solo producir sino extrapolar y crear un centro de referencia que pueda constituirse en una plataforma de productos y servicios. ¿Para qué? Para que tenga un desarrollo armónico y equilibrado con todos los actores, garantizando el mayor impacto en la mano de obra, en la generación de ingresos en dólares, y una expresión en el territorio, que ponga al cannabis como una alternativa para darle valor a las economías regionales que han sido expulsadas por los commodities industriales. El olivo, la vid, el nogal, solamente son rentables a escalas muy grandes y por toda la tecnificación no contratan mano de obra. El cannabis viene a romper ese paradigma porque se puede hacer con un enorme impacto en pequeñas superficies, siempre que el Estado esté presente”, explicó Enrici a Bichos de Campo durante una visita al predio.

Pero nada de esto sería posible sin el cambio de mentalidad que hizo que el cannabis pase de ser un producto prohibido y demonizado, a ser uno casi de moda.

“La prohibición tuvo dos ejes: uno geopolítico, en donde se vinculó a la juventud, a la subversión y el activismo político con el consumo de marihuana como una herramienta para, por ejemplo, reprimir al movimiento de los 60 que estaba contra la guerra de Vietnam. El endurecimiento de la política de drogas y el poner al cannabis a la misma altura de otras como los derivados de los opiáceos o la cocaína, fue una estrategia netamente política donde Richard Nixon, con su doctrina de seguridad nacional que también adoptó Argentina, le dio un status al cannabis terriblemente duro cuando no había evidencia que lo justifique”, explicó el agrónomo.

Y agregó: “El problema de la prohibición del cannabis no es que hayan prohibido que alguien fume un faso. Prohibieron la investigación médica que hay, por ejemplo, en materia de medicina. Se descubrió el sistema endocannabinoide en Israel y hoy tenemos fármacos que son extremadamente eficientes contra epilepsia refractaria, contra mal de Parkinson, contra la migraña, contra un montón de dolencias y patologías para las que la medicina tradicional no encuentra respuestas. El cannabis una herramienta para mejorar calidad de vida. Si después de eso nos vamos a la cosmética, no vamos al uso industrial del cannabis, realmente estamos despertando una planta que nunca debió ser prohibida y que fue reemplazado por productos peores desde el punto de vista ambiental”.

En efecto, se estima que una hectárea de cáñamo llega a producir cinco veces más que una forestal en un periodo más corto de tiempo. Además absorbe dióxido de carbono, se puede utilizar como biocombustible y también como biomasa para la alimentación animal.

-Ustedes desde Agrogenética están tratando de impulsar un proyecto de desarrollo a partir de reglas de juego que faltarían mejorar, pero ya pensando en otros usos del cannabis.

-Más de 50 países en el mundo ya han regulado. ¿Cómo lo han regulado? A través de agencias regulatorias, porque el cannabis sigue siendo una sustancia controlada a nivel mundial por la jurisprudencia, a partir de la Convención 1961 de estupefacientes. El Estado tiene que tener un rol presente, porque si no cae en pocas manos o se terminan generando zonas francas donde algunos pocos aprovechan este mercado y generan commodities de exportación. Es el único que puede garantizar que esto se reparta de manera más equitativa e igualitaria y que se incorpore a todos los actores y a la industria. El cannabis tiene que ser una política pública con una fuerte presencia del Estado.

-No es que estas plantas van a dar una flor, que se va a cosechar y con la que se obtendrá aceite. La idea es que se produzca la materia prima, que no se vaya afuera y que el laburo lo haga otro. La primera definición entonces es que la cosecha quede acá y se procese localmente.

-Exacto, que el valor agregado quede en la provincia y que las cadenas de valor del cannabis, desde la semilla hasta el producto final en góndola. Para eso vuelvo a decir que tiene que intervenir el Estado. ¿Cómo? Creando un centro de referencia, en este caso en La Rioja se creó Agrogenpetica riojana como plataforma. Ella Primero le da permisos a través de la ley 27350 a figuras privadas para que desarrollen un plan de negocio, transfiriéndoles know how y apoyándolos con los trámites a nivel nacional. Eso hace que el productor pueda insertarse en la cadena de valor del cannabis a través de un permiso y pueda estar en la línea de largada cuando la agencia regulatoria empiece a emitir las licencias.

-Ustedes tienen una panta de procesado. Entregan la variedad, el productor la cultiva y ustedes hacen el procesamiento con los protocolos adecuados. ¿Es así?

-Correcto. Lo que nosotros hicimos fue un modelo de desarrollo con un enfoque multidisciplinario. No solamente atendemos un problema de salud pública, que es producir un aceite un full spectrum con control de calidad, inocuidad y bajo indicación médica, sino que también avanzamos en formación académica. Creamos la primera diplomatura con 70 horas de práctica en Agrogenética. ¿Para qué? Para formar recursos humanos que vengan a abastecer la nueva industria sin tener que llamar un canadiense o a un americano que te va cobrar el dólares, no va a entender la idiosincrasia y te va a enseñar un cannabis que le sirve a ellos. Hemos avanzado también en modelos de turismo como industria, que acompañen al desarrollo de la cadena de valor.

-¿Un modelo de turismo como el que tiene la cosecha de vides?

-Podemos armar una ruta si se quiere del cannabis como tal. ¿Cuál es el proyecto de turismo? Armar un centro de interpretación del cannabis en donde todas las agencias de turismo de la provincia tengan como opción la visita a la granja del Estado. Significa que vienen, se les cuenta la historia del cannabis, se leen, cuentan los usos del cannabis, pueden recorrer el cultivo, recorrer la industrialización etc.

 

 

En ese sentido, Enrici agregó: “La mano de obra es uno de los mayores beneficios que tiene esta industria. En la agricultura moderna hoy, porque está todo mecanizado en el campo, contratan a una persona cada 100 hectáreas. El cannabis desde su siembra hasta su cosecha, con la mano de obra que tiene en cosecha, te contrata hasta 30 personas por hectárea. Tiene un impacto fuerte. Y volvemos la escala a pequeña superficie. El cannabis no es un negocio de escala, tampoco es un commoditie. Es un negocio de acuerdo al producto final en góndola de un determinado comprador, que lo pide con determinadas características y en el proceso se involucra muchísima gente. Pero como esto tiene mucha demanda y poco oferta, los precios hoy son muy altos. Entonces es un negocio rentable que con pequeña superficie, diría de 1/4 de hectárea, tenemos unidades económicas”.

-¿Cuándo descubriste que te gustaba y que querías trabajar en el desarrollo de una nueva industria en Argentina?

-El que se inserta en esto se apasiona, porque es una planta con historia y encima ves las posibilidades que de mejorarle la calidad de vida a un montón de personas. Entusiasma saber que estás formando parte de un nuevo momento en la historia donde podés ser protagonista. Somos la única generación que nos toco nacer con el cannabis prohibido. El cannabis estuvo libre 5.000 años y justamente por cuestiones geopolíticas, y porque compite con industrias como la del petróleo o la farmacéutica, se impuso la prohibición. Hoy nos toca volver a regularlo y ese es un tema apasionante porque justamente no solo es sinónimo de salud para este tipo de personas, si no que es sinónimo de laburo para los actores de las economías regionales que han sido expulsados desde estos nuevos commodities industriales de gran superficie.

-¿Te acordás el momento en que te entusiásmate o fue un proceso?

-Fue un proceso. Como Agrogenética Riojana es un centro de biotecnología con un área de producto y servicio y otra de investigación y desarrollo, en investigación y desarrollo nos tocó explorar qué alternativas había para la provincia, para ampliar la frontera agropecuaria. Viajé a California y vi en el cannabis una enorme oportunidad. Estoy hablando de 2012, cuando ni siquiera en Argentina existía todavía la Ley 27350, que fue sancionada en el año 2017. Entendí muy claramente que el mundo iba a evolucionar en su marco regulatorio hacia aceptar de nuevo el cannabis, porque ya la gente de por sí sola estaba volcándose a una medicina natural, alternativa, a volver a reivindicar a esta planta, que después las organizaciones sociales se terminaron llevando puesto al gobierno. Todavía hay que deconstruir más al cannabis entre los legisladores que entre la gente, porque la gente ya lo aceptó

“Necesitamos todavía mucha normativa complementaria para que en Argentina podamos colocar en el mercado interno muchos productos a base de cannabis, desde alimentos, medicamentos y cosméticos hasta otros de uso industrial como la caña, materiales de construcción como ladrillos que absorben dióxido de carbono, que son ignífugos y perfectos aislantes. Creo que estamos ante una oportunidad que podría ser en Argentina como un domino, si la política realmente lo terminara de leer de la manera correcta”.

Fuente: Bichos de campo -12 junio, 2023

By omalarc

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