Enrique Angelelli
Un día como hoy pero de 1923 nacía Enrique Ángel Angelelli Carletti, obispo argentino asesinado durante la última dictadura, declarado mártir y beato. Fue el primer hijo de la humilde pareja formada por Angelina Carletti y Juan Angelelli.
Nació en la zona de quintas del norte de la ciudad de Córdoba donde actualmente se asientan los barrios La France y Las Margaritas. Cursó sus estudios primarios en la escuela Misiones. Luego su padre consiguió un puesto de trabajo como encargado de la quinta de las Hermanas Adoratrices españolas, en Villa Eucarística, y se mudaron al sudeste de la ciudad, cercano al Camino a 60 cuadras.
En 1938 ingresó al Seminario de Nuestra Señora de Loreto, tenía quince años. En 1944 realizó su práctica pastoral como integrante del grupo de Catecismo de Nuestra Señora de los Desamparados, en el Asilo de Ancianos San Vicente (actual parroquia de barrio Mauller). En 1947 fue enviado a culminar sus estudios de teología al Pontificio Colegio Pío Latino Americano de Roma. Dos años después fue ordenado presbítero, continuó sus estudios y en 1951 obtuvo la Licenciatura en Derecho Canónico otorgado por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Ese año volvió a Córdoba y tomó el cargo de Vicario Cooperador en la Parroquia San José de Barrio Alto Alberdi y capellán del Hospital de Clínicas y fue designado Prosecretario de la Curia Arzobispal. En su periplo europeo había conocido al fundador de la Juventud Obrera católica (JOC), el belga Joseph Cardijn y a su movimiento. Imbuido de esa práctica cercana a los trabajadores/as y el movimiento sindical, en 1953 asumió como asesor de la JOC cordobesa con sede en la capilla de Cristo Obrero, en cuyo Hogar sacerdotal se encontraban trabajadores, estudiantes y clérigos.
Participó del equipo de redacción de la revista “Notas de Pastoral Jocista”, desde donde influenció para unir al movimiento de trabajadores dispersos por las persecuciones ejecutadas luego del golpe de 1955 y ayudó a crear una red de protección de sindicalistas perseguidos.
Al mismo tiempo, fue designado en la Dirección Central Catequística Arquidiocesana, profesor de Derecho Canónico y Doctrina Social de la Iglesia en el Seminario Mayor y profesor de Teología en el Instituto Lumen Christi. En 1960 el Papa Juan XXIII lo nombró obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba, seis días más tarde fue designado vicario general y, al poco tiempo, asumió como arcediano (diácono que administraba la diócesis) del venerable cabildo eclesiástico de la iglesia catedral.
Esa carrera jerárquica dentro de la iglesia la recorrió sin renunciar a su opción pública por los pobres. Participó de la primera, tercera y cuarta sesión del Concilio Vaticano II, que implicaron tomas de posición y enfrentamientos con los sectores conservadores. Apoyó la lucha de los trabajadores mecánicos y municipales y convocó a campañas de solidaridad que mitigaran el hambre y el abandono de los que no tenían nada.
En 1965 firmó junto a otros 42 obispos el “Pacto de las Catacumbas”, por una acción eclesiástica en unión con los pobres, por un estilo de vida sencillo y renunciando a los símbolos de poder. Fue tomado como uno de los antecedentes públicos de la Teología de la Liberación que se desarrollaría, centralmente, en América Latina. Esta actuación derivó en su desafectación del gobierno eclesiástico.
Ya en esa época lo acompañaban tres características identitarias: se precoz calvicie, su moto Puma 2da. Serie con la que se trasladaba por la diócesis y su presencia los domingos en la cancha de Instituto. Su presencia cercana y su compromiso era proporcional al reconocimiento de muchos cordobeses/as que luchaban por una sociedad más justa.
A finales de 1965 fue restituido como obispo auxiliar y en 1966 fue designado vicepresidente de la Comisión Episcopal encargada de elaborar el primer Plan nacional de Pastoral. Fue responsable de la pastoral popular y dirigió sus deliberaciones y reuniones ejecutivas.
No obstante, algunos sectores poderosos de la curia le habían diagramado un futuro más cercano al ostracismo. En julio de 1968 fue designado obispo de La Rioja. Una diócesis más pequeña y lejana. De entrada marcó su impronta. Su escudo episcopal sintetizaba su acción futura: “Justicia y Paz”. Desplegó una acción inmediata, firme y comprometida. Convocó a la corresponsabilidad de sacerdotes, religiosas y laicos, potenció la religiosidad popular como marca identitaria de los desposeídos, promovió la creación de sindicatos mineros, de trabajadores/as rurales y de empleadas de casas de familia y fomentó la creación de cooperativas de campesinos/as.
Se convirtió en un símbolo popular.
Nuevamente fue una “piedra en el zapato” para los poderosos. Se enfrentó a los terratenientes, grandes comerciantes y al poder político provincial. En 1973 el gobernador de ese momento, Carlos Menem, retiró el apoyo a las cooperativas y Angelelli declaró un interdicto temporal sobre Menem y sus socios en el poder.
La iglesia tuvo que intervenir. El obispo ofreció su renuncia y exigió que el Papa Paulo VI lo ratificara o le retirara su confianza. La Santa Sede envió auditores que se encontraron con un apoyo mayoritario de los sacerdotes de la diócesis y un diagnóstico homogéneo: “los poderosos manipulaban la fe para preservar una situación de injusticia y opresión del pueblo y para tomar ventaja de la mano de obra barata, mal pagada”. Angelelli fue confirmado y alentado en su servicio.
La situación de enfrentamiento con el poder político y empresario no mejoró en esos años. A nivel nacional ya actuaba la Triple A (que lo había incluida en una lista negra) y la intervención desatada por los militares con anuencia política, creció. En el norte argentino la represión y el hostigamiento a dirigentes populares fue sostenido y brutal.
El 12 de febrero de 1976 el vicario de la diócesis de La Rioja y dos miembros de un movimiento social fueron detenidos por los militares. El 24 de marzo se consumó el golpe de estado contra el gobierno constitucional y las cosas empeoraron. El coronel Osvaldo Pérez Battaglia, fue nombrado interventor de La Rioja. Fueron meses espesos. El 18 de julio fueron secuestrados y asesinados los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, en la localidad de Chamical. Al día siguiente, ejecutaron al dirigente cooperativista laico, Wenceslao Pedernera en Sanogasta, delante de su esposa e hijos.
Angelelli viajó a Chamical a celebrar una misa, pronunciar una homilía y reunir pruebas de los asesinatos para enviar un informe sobre lo sucedido al Vaticano. El 4 de agosto retornaba por la ruta 38 en una camioneta Fiat 125 junto al vicario episcopal, Arturo Pinto. Llevaban tres carpetas repletas de testimonios incriminatorios contra los asesinos.
Fue seguido por un automóvil. El obispo al mando del volante aceleró. En Punta de los Llanos se atravesó un Peugeot 404 de color claro que los encerró hasta que volcaron. El obispo Angelelli salió despedido del vehículo y su cabeza pegó contra el asfalto. La muerte fue inmediata. La nuca estaba destrozada. Pinto quedó malherido pero sobrevivió. El cuerpo de Angelelli quedó en el lugar del hecho durante seis horas. Las pruebas y la camioneta desaparecieron. El caso se cerró como un “accidente de tránsito”. La justicia provincial lo convalidó.
Años después se pudo reconstruir la trama. La causa se reabrió. En 1986 el juez Aldo Morales resolvió que la muerte del Obispo había sido un “homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima”. Las dilaciones judiciales para confrontar los hechos con la realidad continuaron. En 2006 la causa se retomó y en 2010 el Centro Tiempo Latinoamericano de Córdoba, la sobrina de monseñor Angelelli, María Elena Coseano, el propio Obispado de La Rioja, las secretarías de Derechos Humanos de la Provincia y de la Nación, y Arturo Pinto como víctima sobreviviente, se constituyeron en querellantes en el Juzgado Federal de La Rioja.
En 2014 los militares Luis Fernando Estrella y Luciano Benjamín Menéndez fueron condenados a cadena perpetua por el crimen de Enrique Angelelli en calidad de autores intelectuales. Los otros acusados: Jorge Rafael Videla, Juan Carlos Romero y Albano Harguindeguy, fallecieron antes.
Fue un largo camino transitado para que existiera justicia. En La Rioja casi todos/as lo sabían.
Salú “Pelado” Angelelli!! Por tu integridad, por tu opción permanente por los pobres y los perseguidos, por tu martirio que no fue en vano, por tu ejemplo que ilumina.