El conocido “paladín de la democracia y la libertad”, Mario Vargas Llosa, declaró (sin ruborizarse) que el triunfo del ex guerrillero del M-19 Gustavo Petro y la luchadora social afrodescendiente Francia Márquez, “es un accidente enmendable y corregible”. Y agregó, para sembrar dudas sobre las supuestas intenciones autoritarias de los triunfadores: “ojalá se mantenga la estricta legalidad que ha caracterizado a la historia colombiana”.
Una frase tan desfachatada, que me hizo regresar a un diálogo que mantuve con el genial Gabriel García Márquez en el México de los ochenta, cuando ambos (de maneras muy distintas, claro) estábamos exiliados. Yo le pregunté si no tenía pensado regresar pronto a su país y su respuesta me hizo largar la carcajada:
__Mira Bonasso, la situación allá en Colombia está tan jodida que hasta Germán Arciniegas sería capaz de organizar un comando para secuestrarme.
Imaginar al “prócer” del establishment ensayístico Arciniegas en semejante faena era una genialidad del Gabo.
Fuera de bromas e ironías, los que conocemos la historia violentísima de Colombia y como se las gasta la extrema derecha en todas las latitudes, tememos por la vida y la seguridad de los dos dirigentes progresistas que han ganado las elecciones. Y no hay exageración: ya hubo un atentado y un sinnúmero de amenazas contra esta militante extraordinaria que es Francia Márquez, que viene del hogar de un minero artesanal muy pobre, ha debido trabajar en el servicio doméstico y ha luchado y estudiado, no solamente para convertirse en una excelente abogada, sino en una luchadora social que pelea -simultáneamente- por los derechos de las mujeres y las minorías que reivindican sus derechos sexuales; en favor de los trabajadores, los campesinos explotados y los pueblos originarios, contra el racismo, contra las corporaciones mineras que destruyen el ambiente y en favor de una auténtica democracia.
Petro, por su parte, no era miembro de las FARC, como dicen muchos periodistas mal informados o mal intencionados, sino del M-19, el movimiento guerrillero colombiano que más pronto se sumó a la arena política, ganando elecciones en distintos niveles, municipales y provinciales, hasta apuntar finalmente a la propia Presidencia de la República.
La guerrilla que editaba una publicación proselitista bajo el elocuente nombre de “Macondo”, como para sugerir lo que era un secreto a voces: su relación más que cordial con el Nóbel García Márquez. Datos que desautorizan los temores temblequeantes de los Vargas Llosa y otros voceros de un sistema que ha convertido a nuestra América Latina en la región socialmente más injusta del planeta.
Después del triunfo de Gabriel Boric en Chile y ante la posibilidad cercana de una victoria de Lula en Brasil, puede decirse -sin exageración- que el mapa de América del Sur está cambiando de manera estratégica. Una buena noticia, en medio de pandemias, inflaciones y otras pestes.