Entrevista al reconocido filósofo francés

El destacado ensayista radiografía las estructuras mediante las cuales el tecnoliberalismo creó un mundo que nos lleva hacia nuestra destrucción a través de lo que llama “la tiranía del individualismo”, que se proyecta en redes sociales repletas de insultos y monólogos vacíos.
Por Eduardo Febbro
Desde París

Hablar mal del mundo contemporáneo, sacar a flote sus bastas hipocresías y manipulaciones tecnológicas más allá del agotador diagnóstico sobre el neoliberalismo no es una tarea tan común como se cree, sobre todo si el mal forma parte casi de cada poro de nuestra piel. El filósofo francés Eric Sadin viene hablando mal de nuestro mundo desde hace varios libros –todos traducidos y publicados por Caja Negra editora. Mal quiere decir que ha radiografiado como pocos las estructuras mediante las cuales el tecnoliberalismo creó un mundo que nos lleva hacia nuestra propia destrucción sin que nos demos verdaderamente cuenta. Jugamos, escribimos en las redes, compartimos fotos, insultamos a periodistas o enemigos siempre con la ilusión de que, con cada nueva tecnología, somos más autónomos. Es una trampa que nos llevó al mundo del último libro de Sadin: “La era del individuo tirano. El fin de un mundo en común.” Precisamente, de común queda muy poco y abundan las tiranías, no la de los sistemas o regímenes políticos sino la de individuos dispersos, llenos de odio, de rabia o dislocados que tiranizan lo que encuentran a su paso. No les importan los otros, sino solo ellos. Son la expresión más acabada de la abolición continua de todo lo que era común.
En esta entrevista con Página/12, Eric Sadin nos presenta el engañoso mundo en el que vivimos enganchados de Twitter, Facebook o Google al mismo tiempo que perdemos nuestra esencia, nuestra sensibilidad y nuestra subjetividad. El Metaverso será la próxima trampa.

“Este libro nació caminando por París. Empecé a ver cosas que pasaban, veía gente que se disputaba, otras veces la gente me empujaba y hasta más de una vez casi me atropella un auto. Todo esto estaba, además, envuelto en una suerte de tristeza, de desesperanza. De pronto, todo esto resonaba con los acontecimientos del mundo, como si el mundo tuviera la primacía de su propia ley sobre el orden común. Escribí entonces una suerte de genealogía crítica de cómo hemos llegado a donde estamos. Me inspiró la idea del filósofo Michel Foucault acerca de ser una suerte de historiador del presente para marcar los acontecimientos decisivos que se están produciendo. La primacía de cada individuo sobre las reglas comunes. Ese fue el origen del libro, es decir, la aparición de una nueva figura, de un nuevo posicionamiento del individuo. Sólo más tarde entendí que todo esto estaba ligado a la disolución del zócalo común. Estamos viviendo el resultado de dos fenómenos decisivos: el primero es el largo proceso de desilusión progresiva ante la palabra política, las promesas políticas y, por consiguiente, de los principios comunes. A partir de los años 70, cuando empezó el giro liberal, empezó a romperse el pacto de confianza. Allí se da la creencia de que el vector de la sociedad es el individuo y no la organización política. Esta extrema individualización fue alentada por el ethos económico político. No se trata de una iniciativa individual sino de una idea propagada por el ethos según la cual la riqueza y el desarrollo vendrán de la fuerza de los individuos. De alguna manera, nos dejaron libres hasta abandonarnos. Al final de cuentas terminó por romperse aquello que nos mantenía juntos.”
“El segundo fenómeno capital es el de los clouds económicos. En un primer momento esos útiles favorecieron los fenómenos de individualización: el auto, el microondas, los reproductores de video, el walkman. Se trataba de poder gestionar la propia vida como se quería, a su propio ritmo, con la ilusión de que se estaban ganando márgenes de autonomía. Recién a finales de los 90 aparece el fenómeno más decisivo, fundamental: la aparición simultánea del teléfono móvil e internet. De pronto, ese sentimiento de individualización se transformó en la ilusión de que se había ganado en autonomía, en movilidad, en independencia, en capacidad de gestionar su vida según los términos del nicho neoliberal, es decir, gracias a útiles que daban los medios para inscribirse en esa lógica. Luego, el momento fundador de nuestra actualidad ocurrió en 2005 con la creación de lo que se llamó el WEB2. Desde ese momento los individuos adquirieron la capacidad de dejar de ser espectadores de las páginas internet visitadas para poder intervenir. Ello trajo esa invención genial del tecno liberalismo que son las redes sociales, las cuales les dieron a los individuos el sentimiento de ser importantes mostrando secuencias de sus vidas o revelando públicamente sus opiniones.”
“Yo nunca he hablado de redes sociales sino de plataforma de la expresividad. De allí que tampoco hablo de post verdad sino de atomización de la verdad en un proceso en el que cada individuo forma su verdad plegándose a sus propias frustraciones, dificultades, fracasos o angustias y, encima, con la capacidad de crear sus propias redes informacionales. La mezcla de la hiper individualización con la posibilidad de estar dotados de tecnologías para la expresividad y la afirmación de uno mismo creó una nueva situación social, económica y política: se instauró la primacía de la propia persona, de la palabra propia a través de instrumentos de interferencia entre los individuos. Esos instrumentos llegaron a un punto tal que condujeron a lo que llamé ‘un estado de aislamiento colectivo’. Las acciones de la vida humana se realizan cada vez más a distancia a través de pantallas.”
Se trata de un camino derecho no hacia a una nueva construcción sino hacia la destrucción. Usted define este momento histórico como “la hora de los ajustes de cuentas”.

-¡ Absolutamente! Hay tanto resentimiento como ganas de ajustar cuentas. El resentimiento viene de muy lejos, mucho más allá de las generaciones. Son los abuelos que han vivido muchas decepciones como las crisis económicas, el desempleo masivo, la generalización de las desigualdades. Las generaciones posteriores atravesaron las mismas dificultades, con lo cual el resentimiento se fue transmitiendo de generación en generación. Luego, con los instrumentos de la expresividad, de la hiper individualización y de la exposición de sí mismo le permitieron a cada persona ajustar las cuentas con las fallas y los resentimientos y la injusticia. El genio del tecnoliberalismo radicó en que puso en manos de los individuos los instrumentos para que puedan mostrar sus resentimientos y sus descontentos. Y ello según modalidades que alientan la acepción, las formas definitivas como ocurre, por ejemplo, con Twitter. El tema de la interfaz es decisivo. Decir, como en Twitter, una verdad en 280 caracteres… ¿hacia dónde vamos?
Son afirmaciones definitivas y, al final de cuentas, el rechazo del otro. Ese es precisamente el advenimiento de los tiranos: cuando el otro no es que deja de existir, sino cuando mi palabra vale más que todo, está primera que todo. Twitter es un soliloquio continuo. La gente habla sola, aunque tenga la impresión de intercambiar. En Twitter no hay intercambio. Hay una jerarquía en la cual mi palabra está en primera línea, no existe nada horizontal. Y, en todo esto, la gran paradoja de los movimientos anticapitalistas está en que se expresan a través de plataformas de Silicon Valley. Es una imagen perfecta de la impotencia y del fracaso de las modalidades. ¡Es grotesco! Hoy hay una distancia, un hiato entre el flujo de palabras, de verbo, que no produce nada más que los olvidados del presente, y la falta de acción que constituye uno de los dramas de nuestro tiempo. ¿Qué es la condición política según Aristóteles y luego redefinida por Hannah Arendt ? Es un buen equilibrio entre la acción y el verbo. La acción está primero y el verbo viene luego a comentar esa acción para ver cómo se pueden mejorar las cosas. La acción permite que se juzgue y el juicio a su vez permite rectificar.
Hoy estamos en una situación que consiste en creer que la palabra sirve como política. Pero hoy, la palabra sirve para la vanidad y para generar beneficios a las plataformas de Silicon Valley. La gente cree que generando discursos que no sirven para gran cosa en las redes sociales se llega a algo. Eso es una catástrofe social y política. No produce nada y es peligroso en el seno de una sociedad en la cual cada persona hace valer en las acciones y las palabras la primacía de uno mismo porque puede conducir a lo que he llamado “un posible totalitarismo de la multitud”. Sería como un fascismo de un nuevo tipo que no estaría dirigido por figuras sino por una crispación de todos contra todos. Ese es el peligro latente de la nueva condición política: la negación total del otro. Los años 2010 fueron el germen de este ethos posible que no cesa de germinar. Si se radicaliza puede conducirnos a situaciones desastrosas.

-En la Argentina hay un ejemplo sobre esa forma de locura totalitaria con el fallido intento de asesinato contra la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner por un grupo de fascistas tiránicos. Usted ha tratado esos fenómenos en uno de los capítulos de su libro que se llama, precisamente, “Las tablas de mi l-Ley”.
trata de humillación. Al mismo tiempo, a través de las plataformas para la expresividad de uno mismo, el tecnoliberalismo creó instrumentos para resaltar la importancia y la visibilidad de uno mismo, para reafirmar nuestra importancia ante los demás. Hay como una trampa donde esa impotencia conduce a un camino sin salida que no se ve. Cada individuo cree que va por su propio camino, que obtiene el reconocimiento y la legitimidad. Pero esto no construye nada.
sociedad y de mercantilización: habrá una calificación continua de todos los gestos, sean las miradas, los ritmos fisiológicos, una comprensión física y psicólogica del cuerpo de forma continua. Estamos ante un proyecto de control absoluto de lo colectivo y lo alternativo. Aquí hay verdaderamente luchas. Habrá luchas contra un tecnoliberalismo que solo apunta a acentuar la curva mediante la inteligencia artificial, la interpretación de los comportamientos, al que llamo “la organización algorítmica de la existencia”, con la meta de racionalizar a la sociedad. Este es el gran combate por la civilización para este y el siguiente decenio.
nos acecha y de esta interferencia de las pantallas y la introducción de mediadores y nuevos espías? El Metaverso es un gigantesco instrumento para conocernos e interpretarnos con la idea, una vez más, que seremos más autónomos. No seremos nada. Lo que habrá es un lazo umbilical aún más fuerte con grandes empresas privadas que nos guiarán así en todo momento en una existencia íntegramente algorítmica. La temática de lo sensible y de su expresión es una cuestión política fundamental. Eso es lo que está apareciendo poco a poco. Se trata de medir la proporción entre ambas fuerzas.

efebbro@pagina12.com.ar
Fuente: página 12

By omalarc

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.