El Instituto de Cálculo de UBA y Conicet concluyó que hubo descensos más marcados en las curvas donde se pasó a la virtualidad, especialmente en la franja etaria escolarizada.
La publicación del informe del Instituto de Cálculo de la UBA y Conicet sobre el impacto de la presencialidad escolar en los casos confirmados de covid arrojó una conclusión que para muchos y muchas es casi de sentido común: “La suspensión temporal de la educación presencial tuvo efecto sobre la circulación viral comunitaria”. El análisis de datos de estas semanas posteriores a los DNU presidenciales arroja una nítida disminución, más veloz y pronunciada, de la cantidad de casos de covid confirmados en Conurbano, donde se pasó a la virtualidad, que en CABA y el resto de la provincia de Buenos Aires.
Azuzado como está el tema de la presencialidad como una trinchera electoral de la oposición, el estudio provocó un gran revuelo y a la publicación le llovieron críticas y acusaciones de “parcial”. Al punto que se dio el extraño caso de que un informe científico se convirtió en tendencia en Twitter. Los responsables explican que lo que hicieron fue analizar las curvas y evidencias científicas, comparar lo que ocurrió en otras ciudades del mundo. Y son contundentes en un punto: la decisión de cortar o no la presencialidad, generó hasta el momento efectos concretos diferentes. El miércoles fueron convocados a exponer los resultados del informe en el Senado, mientras se debate el proyecto de ley de restricciones sanitarias por la emergencia covid.
“El trabajo no indica cuál debe ser la decisión del Estado con respecto a las políticas sanitarias y educativas. Simplemente trata de discutir uno de los puntos de ese debate, si cortar la presencialidad es una política que causa algún efecto o no desde lo epidemiológico”, advierte la cordobesa Sol Minoldo, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Conicet, todavía sorprendida por los ataques que recibió el trabajo.
“El informe tuvo que ocuparse del punto de partida, porque se ha cancelado esta discusión diciendo que las escuelas no contagian. Tuvimos que volver a establecer que las escuelas sí tienen un rol en las curvas de contagios, para dar lugar a otro debate sobre una base más honesta: qué pesa más, cuál es el costo beneficio, qué efectos económicos tienen las políticas sanitarias. Porque si decido no cerrar la escuela, tengo que tomar una medida que tenga un impacto equivalente. Es muy simple decir que no quiero sacrificar la salud, ni la escuela, y que tampoco quiero que haya más pobres. El problema es que hay una pandemia”, analiza la socióloga.
“No estamos diciendo que ‘hay que cerrar las escuelas’: decimos que no hay ninguna evidencia de que mantenerlas abiertas no tenga efecto”, marca Jorge Aliaga, otro de los resonsables del informe. “Al momento del DNU, con la situación crítica de casos, las escuelas eran lo único extra que se podía cortar sin afectar la actividad productiva. También podría haber sido: todo vuelve a Fase 1, salvo las escuelas. Y muy probablemente eso hubiera tenido más efecto en la reducción de casos, pero hubo una decisión política de cuidar la productividad”, completa.
“Quisimos aportar un dato más al debate”, dice Guillermo Durán, director del Instituto de Cálculo y coordinador del informe junto a Rodrigo Castro. Aclara, como lo hace el informe, que este análisis “no desconoce que la educación presencial es mucho mejor, desde cualquier punto de vista”. “Pero de ahí a plantear que la apertra indiscriminada de las escuelas no tiene incidencia en la curva de contagios, es algo imposible de sostener”, analiza.
Qué miró la Corte Suprema
“Nos movió a mirar estos datos el dictamen de la Corte Suprema de Justicia, que decía que no hay evidencia sobre que la presencialidad afecte los casos confirmados”, cuenta Durán. “Entonces analizamos justamente que pasó en estas últimas semanas con esa curva de casos confirmados, comparando CABA, el conurbano y el interior de la provincia”.
El estudio –firmado por Aliaga, Minoldo, Leonardo Boechi, Roberto Etchenique, Daniel Feierstein, Diego Garbervetsky, Mario Lozano, Rodrigo Maidana, Santiago Olszevicki, Mario Pecheny, Ezequiel Pecker, Rodrigo Quiroga y Soledad Retamar, provenientes de distintas disciplinas– muestra cómo en los últimos diez días de abril se da un descenso de la curva en los tres lugares analizados, que los investigadores relacionan con el resto de las restricciones, que valoran como exitosas. Pero que la que más decididamente baja es la del Conurbano, donde la variable diferencial es la de la no presencialidad.
El punto de partida del estudio es el 6 de abril, cuando se decretó la restricción horaria a partir las 23, mientras que en CABA se extendió una hora más. El descenso comienza a notarse recién a partir del 13 de abril, luego de la restricción en la circulación desde las 20. La curva de contagios se ameseta, en un nivel alto. Pero al aplicarse la virtualidad escolar en el Conurbano los cambios fueron notables: al 28 de abril, había un 30 por ciento menos de casos que los registrados el 22 de abril, fecha del inicio de las clases virtuales.
El contraste con CABA es marcado: mientras en el Conurbano, con el inicio de la virtualidad, se redujo un 30 por ciento, en la Ciudad cayó solo un 3 por ciento.
Al analizar los datos, Jorge Aliaga advierte que “obviamente no se pueden aislar las medidas para el análisis, y hay un gran efecto del corte en la nocturnidad. Pero nos llama la atención que además de ese distinto comportamiento general, cuando se separan los casos por edades, hay una bajante que que comienza el 22 de abril, exactamente 3 días después de la suspensión de la presencialidad, y que solo se da en el Conurbano, y es en la franja escolarizada, entre 5 y 12 años”.
Qué pasa en el mundo
Otro punto interesante del análisis es la comparación con lo que ocurre en el resto del mundo, siempre tomando como indicador los casos semanales confirmados cada 100 mil habitantes, la llamada “incidencia”. El informe menciona que en Alemania, el actual proyecto de Angela Merkel plantea cortar la presencialidad en 165. El semáforo epidemiológico del CDC (Centers for Disease Control and Prevention, la agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, de un prestigio que está por sobre toda grieta) lo ubica en 100. Uruguay dispuso que corta las clases presenciales con 400, igual que Francia, Austria, Bélgica.
Al momento del primer DNU presidencial, la Ciudad de Buenos Aires estaba en 650. El conurbano, entre 450 y 500. Mientras que el interior de la provincia estaba en poco más de 300.
¿Y cómo estaban cuando comenzó la presencialidad? Al 17 de febrero, tanto CABA como el Conurbano, en poco más de 100. “Tenía sentido en ese momento, pero si se compara con la experiencia mundial se vuelve indiscutible que este era momento de cortar el movimiento en las escuelas, y mas aun, que probablemente haya sido tardío”, concluye Durán. “Salvo en países como Suecia, que dijeron: no cierro nada, nunca, y avancemos a la inmunidad del rebaño. Es una decisión política, pero no es la que se tomó acá”.
El informe también cita un artículo publicado en The Lancet que muestra la correlación temporal que hay entre cierres y aperturas de escolaridad presencial, con variaciones en la tasa de reproducción de contagios. Y un estudio de investigadores austríacos que sistematiza más de 45 tipos diferentes de medidas preventivas destinadas a la reducción de la circulación del virus. El cierre de instituciones educativas, indican, es la segunda medida más efectiva para reducir la circulación viral, luego de la cancelación de reuniones sociales.
Por último, un estudio poblacional realizado entre marzo y mayo del año pasado en Estados Unidos destaca que existió una asociación entre el cierre de escuelas y un declive significativo en la incidencia y en la mortalidad del covid. Ambas mostraron una baja relativa semanal en torno al 60 por ciento.
Fuente: Página 12