El presidenciable del Partido Republicano defiende el legado de Pinochet. En su programa figura un “renovado estado de emergencia” con amplias atribuciones presidenciales para allanar hogares e interceptar comunicaciones y el cierre del Instituto Nacional de Derechos Humanos.

Por Juan Carlos Ramírez Figueroa
Desde Santiago

Al abogado José Antonio Kast, actual candidato del Partido Republicano —y que forma parte de la coalición Frente Social Cristiano situado al extremo derecho del mapa político chileno)— defensor abiertamente del legado económico de Pinochet y actualmente sorpresivo puntero en la encuesta CADEM, con un 24% de intención de voto, le molesta profundamente que omitan su segundo nombre.

Ocurrió en pleno debate televisivo hace un par de semanas cuando Gabriel Boric, del conglomerado de izquierda Apruebo Dignidad, conformado por el Frente Amplio y el PC, quien según el mismo sondeo lo secunda con un 19%, lo llamó “José”. El candidato, descendiente de un soldado de la Alemania de Hitler que escapó a Chile con pasaporte falso (“pero que no fue nazi”, según ha justificado infinidad de veces) y cuyo padre tuvo estrechos vínculos con la dictadura, se descompone.

Es que en un país como Chile donde los rasgos claros, los apellidos no españoles y los segundos nombres son marcas de clase, atreverse a jugar con ellos, incluso viniendo de un “par” como el joven candidato —de raíces croatas cuyos hijos prosperaron en Magallanes— fue un atrevimiento.

Esa ha sido una de las dos veces en que Kast se ha visto alterado en esta campaña que tendrá su primera vuelta el domingo 21 de noviembre. La otra fue cuando el mismo Boric le mostró documentos con sus supuestas inversiones en Panamá, lo que contradecía todo su discurso patriota y de vigilancia a quienes imponen de forma irregular, fotocopiado de Trump y su amigo personal, Bolsonaro.

Es que Kast que se ha fogueado como diputado desde 2002 hasta 2018, siempre por la Unión Demócrata Independiente, partido de derecha de raíz pinochetista intenta cultivar un estilo de calma absoluta, con ciertos toques irónicos y a veces ataques personales a sus contrincantes, sin nunca perder la compostura. Algo que ha permitido “normalizar” su defensa a la dictadura —él habla de “regimen militar”— o la idea de establecer “zanjas” para impedir el paso de inmigrantes por pasos ilegales. Algo que desespera a sus oponentes que se encuentran ante un muro que no sólo transmite barbaridades, sino que es imposible de dialogar.

Es interesante que aún obteniendo bajos niveles de votación en su primera aventura presidencial en 2018 (7,93%) se haya vuelto un favorito de la prensa y ahora de los sectores más conservadores del país que han pasado de apoyar a Sebastián Sichel —el candidato del oficialismo que va en picada hace meses‑y a asegurar, sobre todo en redes sociales, que apoyan a Kast. A tal punto es su seguridad que ni siquiera se presentó en el debate organizado por la Universidad de Chile el lunes pasado donde se hablarían de temas como la ciencia y la cultura. Sencillamente no le interesa figurar en espacios así.

Líder en las encuestas que nadie cree
En Chile nadie cree realmente en las encuesta presidenciales, excepto los que las están ganando y los medios masivos —controlados en su mayoría por la derecha— que necesitan información cuantitativa. Por ejemplo la CADEM, que no solo erró al señalar como favoritos de las primarias a los dos perdedores —Daniel Jadue (PC) por la izquierda y Joaquín Lavín (UDI) por la derecha— sino también por revelaciones sobre las irregularidades metodológicas o derechamente el falseo de datos compartidos con otras encuestadas. Especialistas como Marta Lagos, directora de Mori-Gerc, agencia de estudios de opinión resumen la situación así: “Las encuestas en Chile se hacen para decir lo que la elite quiere”. Y ante un escenario inédito en la historia del país con una pandemia que aún no está controlada, un presidente investigado por sus negocios al filo de lo legal y un estallido social, del que el pasado 18 de octubre se cumplieron dos años y que devino en un proceso constituyente para reemplazar la Carta Magna de 1980, la gran herencia de la dictadura de Pinochet, lo que la elite quiere es orden. Y ese orden lo encarna Kast mejor que nadie.

Un programa pinochetista
Por razones aún no aclaradas, el programa de Kast estuvo online y repentinamente fue bajado el fin de semana. Quizá influyeron los cuestionamientos en redes sociales a sus propuestas que recuerdan fuertemente a la dictadura, aunque normalizados por la hegemonía de medios masivos chilenos donde muy pocas veces se escuchará o leerá el adjetivo de “fascista”. Lo objetivo es que entre los puntos destacados de su programa está el establecimiento de un “renovado estado de emergencia” con amplias atribuciones presidenciales para allanar hogares e interceptar comunicaciones, el cierre del Instituto Nacional de Derechos Humanos y una “coordinación internacional antirradicales de izquierda”, especie de actualización del Plan Cóndor. También propone derogar la ley de aborto, eliminar impuestos y minimizar el Estado.

#Atrevete
Kast es simpático, al parecer. Lo reconoce la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, quien a pesar de alzar la voz contra las estrategias del presidente Piñera en la pandemia y su alta valoración entre el progresismo chileno, fue duramente criticada por reunirse con él y asegurar que “hay varios elementos de su programa que hemos rescatado que creemos que van en el sentido común“. También está al día en las redes sociales, copiando las estrategias comunicacionales de Trump y Bolsonaro —que sus asesores parecen manejar muy bien— bailes en Tik Tok, interpelaciones a los otros candidatos en twitter, el uso intenso de “bots” que se dedican a postear frases de apoyo a su candidatura como el #Atrevete y sus seguidores que a minutos de terminar los debates suben a YouTube extractos (manipulados) donde el ganador siempre parece ser Kast. En el reino de la post-verdad, personajes como él son reyes.

By omalarc

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