El autor advierte que el discurso de odio del presidente es pre-genocida. Tras describir un rosario de expresiones destinadas a quienes se oponen y critican la gestión el constitucionalista sostiene que “es imposible la convivencia democrática de esta manera” y que la respuesta legal y política es someterlo a juicio político.
Por Miguel Julio Rodríguez Villafañe*
El 10 de diciembre de 2023, el presidente Javier Milei, al asumir su cargo dijo, que “el liberalismo es el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión …”. Pero esto que planteaba como su guía de principios, nada tiene que ver con su actitud muy agresiva, que han caracterizado sus discursos de odio. Discursos estos que buscan menospreciar a una persona o grupo de personas. En él, se considera a los contrarios, entre otros perfiles, como un animal o un excremento. Al decir de la psicoanalista Marie-Claude Defores, el odio es una fuerza deliberadamente desestructurante y deshumanizadora, la principal arma de la perversión.
Milei sostuvo en el Congreso de la Nación, que los legisladores eran “ratas miserables que atentaron contra el país y contra su gente”, llegó a decir, ratificando el concepto, que dicho ámbito era “un nido de ratas”. Esto degradando, integralmente, a todo el otro poder fundamental del Estado, como es el Poder Legislativo.
Ese discurso de odio, es un discurso pre-genocida, en una autopercepción de superioridad moral. En la historia de los genocidios, lo primero que se hace es considerar infrahumano o animalizar a los contrarios o tenerlos por excremento a descartar.
Milei ha manifestado, en general, que los políticos contrarios a sus caprichos, son “una mierda que la gente desprecia”.
El 28 de septiembre de este año, en un acto proselitista en Parque Lezama, refiriéndose a los periodistas que hacen comentarios que no le gustan, Milei los trató de “soretes y ensobrados”, afirmando con ello, que son excrementos sociales que reciben dinero para atacarlo, allí arengó e incitó al público, cuando algunos participantes empezaron a gritar “hijos de puta” contra los periodistas.
Todo ello quita el peso de una discusión racional y, por el contrario, habilita cualquier hecho de asesinato o agresión, sin cargo de conciencia, ya que se mata a animales que se tienen por dañinos, sin remordimiento ¿Quién se sentiría mal por matar ratas? Tampoco, genera sentimiento de culpa eliminar desechos cloacales.
En el discurso de odio, a la peligrosidad de lo dicho, hay que sumar el juego de la muerte que perversamente implica esa lógica. Indudablemente, ello ha significado y significa una gran responsabilidad de instigación de supuestos justicieros, como los que atentaron con la ex-presidenta Cristina Fernández en 2022. Tal como surge, claramente, del juicio en el tema.
Pero Milei, en una verdadera fiesta de borrachera de odio, sigue incitando a eliminar, tan es así que, simbólicamente, dice que “le gustaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina Kirchner adentro”. Se plantea matar como un acto de conveniencia para el antisistema anárquico que quiere instaurar. Ahora, en un verdadero contagio peligroso, el diputado José Espert, ha dicho en La Nación+, el 22/10/24, que “él daría el clavo a Milei, para clavar el cajón mortuorio de Cristina Fernández”. Resulta macabro e inaceptable que se use la muerte como parte de la disputa política, no se discrepa con el otro, solo se busca callarlo o hacerlo desaparecer, de cualquier forma.
Tampoco respeta los mandatos de la religión judía, que dice apreciar, la que manda respetar a los difuntos y el duelo de sus allegados y se solaza insultado, sin límites ni pruebas, al ex ministro de salud Ginés González García, con motivo de su fallecimiento.
No se trata del político, que en el fragor de las discusiones se le escapa algún exceso, por el contrario, su postura la sostiene con una cadena de agravios de todo tipo, perfectamente premeditados, respecto de quienes considera sus enemigos y pone en situaciones de indignidad.
Les dice, a los gritos y exaltado, entre muchos epítetos, injuriosos y calumniosos, “manga de delincuentes, ladrones, mentirosos”, “difamadores”, “esbirros”, “manipuladores”, “extorsionadores”, “cómplices de los violentos”, “degenerados fiscales”, “culo sucio”, “zurderío inmundo” y otros más. Generalizaciones en acusaciones injustas y alejadas de la realidad, que busca sacar del eje la verdadera discusión de las cuestiones. Además, ninguna de las calumnias, o sea el imputar delitos a otros, las formula con la pertinente denuncia penal, como corresponde, en su carácter de funcionario público. Todo en un verdadero aquelarre en el que reinan las mentiras seriales.
También, considera al Estado como una organización criminal y en una imagen inaceptable, por lo que implica de perspectiva contraria a la defensa de la minoridad, describió al Estado, como “un pedófilo con los nenes encadenados y bañados en vaselina”.
Ha afirmado, sin prueba concreta alguna, que todos los rectores son unos delincuentes o que protegen delincuentes que están robando el presupuesto universitario.
También, en esa locura sin límites, el gobierno, inaceptablemente, pretendió imputar al movimiento estudiantil de ser una organización terrorista.
Asimismo, además de atacar al kirchnerismo maltrata siempre a quienes políticamente tienen posturas de izquierda y fuera de sí, suele gritar “detesto a los comunistas: zurdos, hijos de puta tiemblen”. Y, sin inmutarse, va y busca abrazar al Papa Francisco, a quién había señalado como un “impresentable” y “comunista”, que “representa al maligno en la tierra”.
Si lo dicho es grave, cuanto más, si quienes lo acompañan y alimentan políticamente sostienen, como Mauricio Macri, que “la gente lo votó a Milei, sabiendo que tenía una sicología especial, con un mandato destructivo y de confrontación… pero vale la autenticidad”. O sea, le echa la culpa al pueblo por haberlo elegido a Milei y rescata los excesos de él, como propio de una persona auténtica. Aunque, queda en evidencia que algunos, como Macri, son cómplices que necesitan de ese desaforado, diciendo que es un loco lindo, para echar la culpa a él de los desatinos que dice y hace, sin sentirse culpables de ello y total, el día de mañana lo sacan, mientras tanto, lograron cosas, que antes no habían podido conseguir.
La incitación a la violencia en cada intervención pública del presidente Milei, es muy grave y alarmante. De esa manera, como se ha dicho, invita a los llamados crímenes de odio, que pueden darse no sólo con la agresión a muerte de los odiados, como con la destrucción de la propiedad, acoso, insultos, intimidación o pintadas ofensivas.
El presidente se tiene que hacer cargo de las consecuencias civiles, penales y políticas que puedan tener sus actitudes y afirmaciones. Sus dichos insultantes implican diversos tipos penales como “incitación al odio, instigación al delito, incumplimiento de los deberes de funcionario público y violación de la ley de ética en la función pública”. Pero, fundamentalmente, viola lo dispuesto por el art. 36 de la Constitución Nacional, que ordena respetar la vigencia constitucional y considera “infames traidores de la patria” a quienes, usurparen funciones previstas para las autoridades de la Constitución. Objetivo este último, claramente asumido por Milei, al descalificar el accionar del Poder Legislativo, tomar ilegalmente funciones que no le competen y declarar que viene a destruir el Estado, cuya dinámica regula la Constitución. Un verdadero golpe de estado a cielo abierto.
Resulta imposible la convivencia democrática de esta manera, merece una urgente respuesta legal y política contundente, particularmente, se da una clara situación para someter a juicio político al presidente.
*Doctor en derecho, abogado constitucionalista cordobés y columnista de opinión. Publicación bajo licencia creative commons. Imagen ilustrativa EFE.
www.prensared.org.ar
FacebookTwitterWhatsAppCompartir
Fuente: PrensaRed – 23 octubre, 2024