Por Délfor Pocho Brizuela*
// Es la navidad del miedo y la opresión despiadada.
Miedo a los y las niñas, por eso manda a matarlos y matarlas quitando la comida en enormidad de familias y planeando leyes de disminución de la edad de imputabilidad de las infancias.
Miedo a los adultos mayores y discapacitados, por eso retira la entrega gratuita de medicamentos, desmantela el PAMI y pone en jaque las pensiones, jubilaciones y coberturas a los y las discapacitados y discapacitadas, jubilados y jubiladas.
Miedo a los enfermos de VIH, por eso mezquina los reactivos para los testeos y los tratamientos para los enfermos.
Miedo a los trabajadores y trabajadoras del estado, por eso cierra organismos, despide y aprieta con retiros involuntarios.
Miedo a los derechos humanos, por eso busca la impunidad de los genocidas, desmantela la Secretaria de derechos humanos y el ministerio de Justicia, corriendo trabajadores y trabajadoras que garantizan la continuidad de los juicios de lesa humanidad- ejemplos en el mundo-, la protección y acompañamiento de víctimas y testigos- testigas de trata y de violencia institucional, el cuidado y desarrollo pedagógico de espacios y sitios de memoria en todo el país, el combate a la violencia institucional y el acceso a la justicia y la reivindicación constitucional a los primeros habitantes, nuestros pueblos originarios.
Miedo a los pueblos, por eso masacran palestinos y palestinas en Gaza.
Es la navidad cruel del desamor, el odio, la violencia y el descarte.
Es la Navidad del miedo.
Es la contranavidad a la navidad verdadera de Jesús, María y José, de los y las pastores y pastoras, que es confianza, solidaridad, justicia, derechos y dignidad. Mejor dicho, humanidad.
De eso nada, pura miedo y crueldad, como Herodes.
Y también silencio que otorga – “el que calla otorga”.- de muchos y muchas, de casi todos y todas.
Queremos campanas de Navidad en serio.
Que haya campanas de navidad verdadera en los congresos y legislaturas, en los y las dirigentes sindicales, políticos, religiosos y culturales, en las organizaciones populares, en el pueblo, que venza la resignación, la dispersión, el desconcierto y el cansancio.
Que se rompa la regla de la especulación de las matemáticas del egoísmo y la complicidad.
Ojalá, para que no reproduzcamos la navidad de Herodes, de los y las Herodes y Herodinas…
Y reinventemos la navidad del niñito, los y las niñitos y niñitas, los y las pobres, que claman por paz y justicia en la tierra.
- Secretario de Derechos Humanos de La Rioja