El Presidente se abraza a la recesión permanente como única política anti-inflación
Con el IPC en un dígito, pero el salario perdiendo y dólar y tarifas pisadas, la actividad se desplomó a dos dígitos altos y es la razón de la desaceleración. La venta de gaseosas cayó 30 por ciento, la de cerveza 40, electro un 50, aceites bajó un 54 por ciento, carne casi 20 puntos y pescado un 45. Dato de color: la malaria es tal que el tercer producto más vendido en el Hot Sale de Mercado Libre que arrancó el lunes fue el jabón para lavar la ropa.
Por Leandro Renou
La imágen, el contraste, es de impacto y grafica casi a la perfección el modelo de Javier Milei y lo que posiblemente ocurrirá hacia adelante: al mediodía de ayer, casi en el mismo instante, mientras el Presidente inauguraba el busto de Carlos Menem en la Casa Rosada —el período democrático con mayor impacto negativo sobre la industria, desempleo de dígitos y, a la vez, el proceso de mayor desinflación con la ficción del 1 a 1— un grupo muy importante de pymes le rogaban de manera desesperada al senador de UP, José Mayans, soluciones ante la intransigencia del gobierno de corregir el RIGI y ocuparse de una recesión impiadosa con todo el arco empresario. Una crisis que se está llevando puestos el nivel de actividad, el empleo y que en breve redundará en cierre de empresas. Un rato después de eso, por la tarde, el INDEC dio a conocer el número de inflación y el Gobierno celebró una cifra que se explica, sobre todo, por el desplome en la economía.
El organismo oficial reportó un 8,8 por ciento en abril, baja considerable en relación al 11 por ciento del mes y muy cerca del 8,3 octubre del 2023, cuando a decir verdad la curva ya tenía tendencia ascendente y no descendente. Ese 8,8, que lógicamente el Gobierno pondera —es la primera vez que toca un dígito y la tedencia es a la baja—, es aún una inflación récord para lo que va de su gestión pero, sobre todo, para los niveles de contracción económica actuales: si se toman los últimos 4 meses, la inflación toca los 65 puntos, y llega al 100 por ciento si se incluye diciembre, con un IPC del 25 por ciento tras la devaluación que generó Milei. En los últimos 12 meses, la inflación acumuló 289,4 por ciento, muy por encima de la gestión de Alberto Fernández.
Hasta ahí los números fríos, que el Gobierno interpreta como producto de su plan económico y, sobre todo, del ajuste fiscal. Pero como la inflación no opera en el vacío, la explicación de la moderación de precios requiere contexto y análisis serio de los modos para alcanzarla. El eje más fuerte para entender lo que pasa es que mientras el IPC camina a un dígito, la caída de la actividad se desploma a dos dígitos altos en todos los rubros. Eso fue un efecto buscado por el Gobierno, que decidió planchar el Salario Mínimo, ajustar las jubilaciones y sueldos estatales y, a la vez, liberar todos los precios de la economía juntos. Por todo eso, hoy el regulador de los precios y lo que no permite ver la desinflación en el bolsillo es que nadie compra nada. Ese diagnóstico es el que tienen los empresarios, quienes mientras Milei festeja el IPC no saben cómo hacer para vender algo, no mucho, algo.
La inflación, en contexto
En abril, según cifras a las que accedió Página I12 de cada sector, el consumo masivo, la industria y la construcción caen muy fuerte a dos dígitos, siendo los sectores que representan casi 9 puntos del PBI. Algunos ejemplos puntuales de cómo la recesión condicionó el gasto y reguló los precios: la venta de gaseosas cayó 30 por ciento, la de cerveza 40, electro un 50, aceites bajó un 54 por ciento, carne casi 20 puntos y pescado un 45. Dato de color: la malaria es tal que el tercer producto más vendido en el Hot Sale de Mercado Libre que arrancó el lunes fue el jabón para lavar la ropa.
Tan fuerte es el precio que paga la actividad por el vicio apurado del ministro Luis Caputo de darle a Milei una inflación muy baja, que no se condice esa morigeración de precios con un mayor empuje a las ventas: en abril, los super registraron un alza de entre 2 y 3 puntos en el precio de productos de la canasta básica, y las ventas cayeron entre 12 y 14 por ciento. Es evidente, no hay plata.
En este punto, el programa de Milei-Caputo empieza a tener contradicciones serias: si la baja en los precios está atada a la recesión, los salarios y jubilaciones pisadas, el dólar clavado y precios regulados pospuestos, ¿cómo habrá una recuperación en “V”? Y, de darse, ¿cómo evitaría Milei que los precios vuelvan a subir? Un empresario alimenticio que habló con este diario apuntó, con bastante lógica, que “la política de desinflación de Milei es bastante populista y, quizás, la medida más cortoplacista y menos sustentable del programa”.
Es que, en general, los empresarios diagnostican que si bien el ajuste fiscal pega en salarios públicos, jubilaciones y quita de subsidios, el corazón del ajuste es la crisis de actividad por la liberación de precios. Un dato que lo muestra más gráficamente: en abril, una familia tipo necesitó arriba de los 370 mil pesos para no ser indigente y más de 828 mil para no ser pobres. Hoy, un Salario Mínimo —que pone piso al sueldo de la informalidad— son 234 mil pesos y el salario promedio registrado es de 555 mil pesos. No hay plata.
Los problemas de desregular
Ahora bien, ¿por qué si Alimentos, que pondera muy alto en el IPC, quedó por debajo del índice general en abril, el consumo no se recupera? es la pregunta que el Gobierno no responde. La responden los empresarios: los supermercadistas y proveedores nucleados en la cámara Copal hacen una cuenta fácil. La canasta de una familia incluye todos los bienes y servicios que el Gobierno liberó de manera conjunta. Si el paquete de fideos pasó de 5000 a 4500 pesos, el impacto no se ve, primero, porque esa baja viene de un precio ya muy alto y, sobre todo, porque prepagas, colegios privados, naftas, peajes y el tarifazo (aún incompleto) a la energía y el agua arrasaron los bolsillos. Todos esos servicios, además, tienen una nominalidad muy alta, es decir, son todos costos mensuales muy elevados que no permiten ni el ahorro familiar ni la derivación de excedentes al consumo masivo. Ergo, los precios naturalmente bajan porque los fideos no se venden, literal.
Un último dato de contexto muy relevante y que los economistas empiezan a ver como un problema. Hace unos días, CEPAL, organismo que depende de Naciones Unidas, diagnosticó que Argentina será uno de los dos países de LATAM-Caribe que tendrán caídas en el PBI (-3,1%). El otro es Haití, el país más pobre de la región, que cae menos, 2,1. Con estos números de actividad, tomada por Milei como la clave para bajar la inflación, las consultoras ya piensan que el pronóstico es corto, y que el PBI podría caer entre 5 y 6 puntos este año. Demasiado caro poner los precios más baratos.
Fuente: Página /12 – 15 de mayo de 2024 –