Por Délfor Pocho Brizuela
Tengo derecho a soñar y luchar.
Lo intento, lo intentamos cada día.
En las disputas sociales, políticas, culturales, propias de un mundo inquieto y vivo, jugamos el partido, con pasión y convicción. Nos derrotaron. La derrota nos duele y en alguna medida abate y devasta, por eso lloramos, sin vergüenza, con la digna costumbre de los que luchan y no se entregan, porque el partido sigue y estaremos reflexivos, pero jamás tibios, ni abandonando las banderas.
Escucharemos, en los ruidos llenos de espuma y turbulencias, la voz, la palabra, el enojo de muchos y reconoceremos también la posición de nuestros adversarios, opuesta totalmente a la nuestra.
No ocultaremos el asombro y la tristeza, sin quedarnos a vivir con ellos.
También veremos serenamente, que a nivel nacional y provincial, Unión por la Patria sacó más votos, pero no pudimos con el aluvión de votos que sumó LLA, nutridos unánimemente por Juntos por el Cambio y más de la mitad de Schiaretti. Era previsible. La derecha es la derecha, más los enojados, embroncados, que no pudimos o no supimos interpretar y entender. Más la inflación galopante, las colas para la nafta, la pobreza de muchos, la precariedad, la insatisfacción, más nuestros errores, cerrazones, sectarismos, ostentaciones y tibiezas.
Déjenme llorar y pensar con la camiseta puesta y transpirada. Y pensar, en lo que hay que corregir, inventar, reconstruir y también afirmar. En medio de las cornetas, las bombas y los festejos de ellos yo lloro pero pienso. Lloramos, pensamos, interpretamos, aprendemos, nos abrazamos. No nos resignamos. Al fin y al cabo la vida, es siempre volver a empezar, nunca acomodarse, ni darse por vencido.
Déjenme colgar mis lágrimas en el alambrado, agradecer a la hinchada que no enrolla los trapos y que puso todo, que soy yo mismo, que somos nosotros mismos, y, con los botines y la camiseta puesta, tomando aire y recuperando energías un rato, volver a jugar el partido que viene con la armadura de la memoria y de los sueños, con la historia de la Patria al hombro, con los trabajadores, con Perón y Evita, con el Che, con Néstor, con Angelelli y los mártires, con los 30. 000, las Madres y las Abuelas, con la democracia cascoteada pero entera, con los jóvenes, desconcertantes y rebeldes, con los pobres, cansados de su pobreza, con los niños y los jubilados, con los “nadie” que son. Allí estaremos, procurando, ojalá, con unidad y humildad, toda la posible e imposible, para volver a luchar, creer y crear. Construir futuros y esperanzas de un mundo de pan, de sol y de abrazos, de alegría. De no pensar más en mi, como dice el tango. Entonces, existir y decir… decirnos: “gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal, y seguí cantando…. Con los ojos todavía enrojecidos por las lágrimas, pero cantando y luchando.