Los investigadores Guillermo Levy, Daniel Feierstein y Ricardo Aronskind analizan el momento político y social

 

El libro Ensayos urgentes para pensar la Argentina que asoma (Marea) propone pensar el presente desde el presente mismo. Aquí, tres de los autores aportan su mirada tras la sorpresa de las primarias.

Por Natalia Aruguete

“Las elecciones PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) del 13 de agosto de 2023 nos dejaron con la sensación de que se habían quemado los libros con los que nos explicábamos el mundo y leíamos la política”. Con esta frase inicia el libro Ensayos urgentes para pensar la Argentina que asoma, de editorial Marea. Una compilación de reflexiones en la que una decena de investigadores argentinos especializados en distintos ámbitos de la vida política y social aporta perspectivas heterogéneas sobre un resultado electoral que muy pocos argentinos se esperaban y que, como mínimo, dejó absorta a una parte importante de la población. Página/12 reunió a tres de esos autores, Guillermo Levy (UBA y Undav), Daniel Feierstein (Conicet/Untref) y Ricardo Aronskind  (UNGS), para recorrer algunas de estas contribuciones: la “socialización del sufrimiento” a la que, según Daniel Feierstein, la nueva derecha pudo dar respuesta frente a la falta de escucha del progresismo; un empobrecimiento de la población que el gobierno miró sin hacer nada “ni enfrentearse con nadie”, como advierte Ricardo Aronskind; y una derecha que, desde una “gramática de la solución final”, rompe con límites que en 40 años de democracia no se habían tocado, expresa con preocupación Guillermo Levy, ideólogo y compilador del libro.

Ensayos urgentes para pensar la Argentina que asoma está disponible de manera gratuita en las plataformas de libros digitales. En el formato papel, desde esta semana estará en las librerías a precio de costo.

–¿Cuál es el motivo para hacer un libro llamado “Ensayos urgentes”?

Guillermo Levy: –Es un libro disruptivo, no es un libro de un grupo político ni homogéneo. Es urgente en el sentido de no decir algo dos o tres años después de que ocurren las cosas. Hablar del presente en el presente siempre es más difícil que hacerlo tiempo después. En este libro, Milei tiene un lugar central pero se habla de la Argentina que se nos aparece con las elecciones primarias del 13 de agosto pasado.

–¿Cuáles serían las condiciones de posibilidad para que un outsider de derecha como Javier Milei pueda eventualmente ser el próximo presidente?

Daniel Feierstein: –El problema que tenemos es el de “telenovelizar la política”: suponer que el tema es Milei y no pensar en las condiciones objetivas y subjetivas que generaron la aparición de alguien como él. No se trata de la persona que surge, sino de las condiciones que la hacer emerger. El capítulo de Andrés Ruggeri en este libro propone el concepto de la “clase contra sí”, en referencia a una serie de condiciones objetivas y subjetivas que se vienen madurando. Hay sectores políticos que, después del 13 de agosto, siguen encerrados en sus burbujas sin querer ver lo que está pasando en términos de lazos sociales, de estructura económica y de formas de subjetivación.

–¿En qué medida las expresiones políticas de derecha logran empatizar y capitalizar el componente emocional de las identidades políticas más de lo que logra hacerlo el progresismo?

DF: –Creo que se dan dos situaciones. Una es la incapacidad de escucha del progresismo y la otra, su transformación en una fuerza cada vez más conservadora. Lucas Arrimada lo plantea en su capítulo cuando habla de la “hipocresía insensible” para referirse a un discurso que no se comparece con una práctica, que genera muchísima indignación y le abre la puerta al cínico para montarse en la indignación generada por esa hipocresía. ¿Qué pasa con un progresismo que ha renunciado a luchar por ciertas conquistas, que se vuelve conservador y plantea defender conquistas pasadas?

GL: –Hay una guerra ideológica contra beneficios y reivindicaciones que se consiguieron durante la década kirchnerista, que son fundamentalmente para los sectores populares, pero que no necesariamente son vistas de ese modo. Y, al mismo tiempo, hay rupturas sociales que no se vieron desde la política. Hay una cantidad de cosas que hay que poner sobre el tapete y matizarlas, incluso con el discurso de la seguridad.

–¿A qué se refiere puntualmente?

GL: –Para gran parte del progresismo, la inseguridad es un problema de la derecha y no tenemos nada que decir. Y se trata de un problema que impacta directamente en los sectores populares. Al mismo tiempo, hay una prédica de la derecha para limitar un montón de cosas que sí se hicieron desde el progresismo, tales como crear un Ministerio de Seguridad y separarlo del de Defensa, poner una conducción civil en las Fuerzas Armadas, crear escuelas de formación de Policía desde otra óptica.

–La seguridad ciudadana, tal como es definida hoy, aparece como un tema del que puede hablar la derecha con legitimidad, mientras que para el progresismo es un tema difícil de abordar. ¿Cómo recuperar la discusión sobre esa preocupación?

GL: –En 2010 se creó el Ministerio de Seguridad y eso fue un salto cualitativo, aunque eso no necesariamente los salve de otros fracasos o de que eso no se visibilice. A su vez, la derecha avanza en lugares peligrosos. Con lo que representa Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta de Milei, hay una cantidad de peligros. Hoy muchos jóvenes no se sienten interpelados con el tema de la dictadura y la defensa de la democracia. También es preocupante que Patricia Bullrich use la gramática de la solución final para hablar del kirchnerismo: “vamos a terminar con el kirchnerismo ahora y para siempre”. La cuestión eliminacionista de un grupo político es un salto cualitativo, porque apela a un inconsciente colectivo con una gramática de la solución final. ¿Qué cosas nos estamos permitiendo en estas elecciones? Milei rompe un montón de límites que en la democracia no se habían tocado. Los radicales alfonsinistas, que hoy están ganando gobernaciones como no habían logrado ni en 1983, ¿no tienen nada para decir?

RA: –Después de 40 años de democracia, tenemos un problema no resuelto respecto de la autoridad. Doy clase en el Conurbano y me llegan cientos de casos de gente que tiene problemas para viajar, que le roban en la escuela… Es insoportable la vida cotidiana en ciertas regiones del conurbano. Me llama la atención que el denominado “progresismo” no haya tomado esto como una reivindicación popular.

–¿Qué no ha logrado resolver el progresismo en este terreno?

DF: –Hay una cuestión más general que excede a la inseguridad, y es la incapacidad de poner un límite como reacción antiautoritaria a la dictadura. Hacer valer la autoridad en el plano de la seguridad, la educación, la salud, el ordenamiento urbano, los impuestos. Allí hay un problema más profundo que nos conduce al libertarismo. Cuando no hay ley, hay principio de realidad. O sea, la realidad pone el límite de la forma más cruel posible. Esa pregunta puntual es compleja. Se dice no al punitivismo pero, al mismo tiempo, hay que asumir que, desde el fin de la dictadura, hubo un aumento sostenido del delito común. Hay un cambio en la situación que viven las capas populares sobre respecto de la inseguridad. Hay que explorar sanciones reparatorias frente al delito común, formas preventivas de otro tipo. En definitiva, perderle el miedo –Ricardo en su capítulo menciona la “carestía de la vida” como uno de los problemas económicos más inmediatos de la población actualmente. ¿Cómo define la actual coyuntura en términos económicos?

Ricardo Aronskind: –Este gobierno no fue progresista en materia de distribución del ingreso; observó durante tres años y medio cómo los precios se disparaban y no se enfrentó con nadie. Hoy, un 60 por ciento de los trabajadores gana menos de 130.000 pesos. Si eso es el progresismo, se terminó el progresismo; es de una impotencia absoluta. Este fue un gobierno conservador, que no hizo nada por defender el salario real y permitió que las cosas llegaran hasta donde llegaron.

–En caso de que el próximo gobierno no esté presidido por un partido de derecha ¿qué posibilidades hay de independizarse efectivamente de las presiones corporativas?

RA: –Es muy difícil decirlo, si consideramos los anuncios de Sergio Massa de formar un gobierno de unidad nacional, en caso de ganar. Esa unidad sería con el radicalismo, el peronismo menemista cordobés, sectores del PRO: un gobierno de centroderecha. Aunque debo decir que, durante su gestión como ministro de Economía, Massa señaló muchos delitos económicos de sectores empresariales. Fueron denunciados en este período, aunque no sé después qué se hizo. Pero si se sigue con la tónica de no hacer nada, el gobierno que viene también está perdido. Incluso para ser un gobierno pro-capitalista, tiene que poner un poco de orden en la Argentina. No el orden de Patricia Bullrich contra los piqueteros y los maestros. Un orden que implique decir a los empresarios que hagan lo que tienen que hacer: invertir.

GL: –La demanda mayoritaria es que el salario no alcanza, que no es posible alquilar, que un joven mira para adelante y no tiene ninguna expectativa. Quizás el mérito de Milei haya sido el de articular ese montón de demandas. El joven que juega con bitcoins y el que trabaja para Rappi no tienen las mismas miradas sobre la sociedad ni tienen un destino social común; sin embargo, están articulados por el mismo fervor y orientados hacia el mismo voto. Es cierto que una gran cantidad de jóvenes tiene una utopía de la Argentina individualista, competitiva, con dólares y consumo, donde no hay que bancar al Estado ni pagar impuestos. Hay una batalla cultural en la que estamos muy atrás, pero hay que darla. Creo que si se frena la inflación sin caer en el libreto neoliberal y se recompone el ingreso y la Argentina crece con una variante más distributiva, eso daría peso a otras agendas menos reaccionarias.

–¿Qué relación encuentran con ese tipo de utopía a la que refiere Guillermo y el planteo de Daniel acerca de la “socialización del sufrimiento”?

DF: –En una conferencia reciente, Álvaro García Linera, exvicepresidente de Bolivia, dijo que la única forma de confrontar con las nuevas derechas es si la izquierda tiene audacia. En lugar de socializar el sufrimiento, hay que proponer la resolución de ese sufrimiento. Por otro lado, creo que el progresismo le habla a la sociedad del 2002, sin registrar estos veinte años donde las condiciones objetivas y subjetivas cambiaron y son distintas. Los nuevos sufrimientos que aparecen en esta sociedad no son capaces de ser escuchados. Entonces, la socialización del sufrimiento aparece como la respuesta de la nueva derecha ante la impotencia que produce la falta de escucha. Hay una gran incapacidad de comprender la dinámica de lo real, no se puede seguir hablándole a una sociedad como se le hablaba hace veinte años. Cuando Axel Kicillof dice “hay que dejar de cantar la canción que sabemos todos”, no solo lo cruzaron dirigentes de su propio espacio, sino que esos dirigentes siguen cantando la canción que sabemos todos.

–Retomando las condiciones económicas actuales, ¿es posible eliminar esa distancia entre ingresos y gastos, más allá de atacar la inflación como objetivo excluyente?

RA: –El mejor gobierno que puede sobrevenir va a tratar de que no empeore la distribución del ingreso. Si Massa gana, creo que lo primero que debería hacer es un congelamiento de precios, eso dará un gran alivio y un plafón al gobierno. No espero un shock distributivo en el corto plazo ni digo que se venga un gobierno distribucionista. Pero si gana Massa, hay que exigirle que pare el deterioro y atienda a los sectores que quedaron muy abajo.

GL: En el libro, Andrés Ruggeri habla de la imposibilidad de ver lo que representa el mundo laboral no formal. No podemos seguir con el discurso de que con la formación ese sector se incorporará al circuito privado de trabajo. Hay gente que no se va a incorporar nunca al circuito formal y hay que tener una respuesta frente a eso, que tal vez tenga que ver con la economía solidaria u otra política. Respecto de la vivienda, hay que impulsar una política audaz que imponga una línea de créditos al sistema financiero a 20 o 30 años con tasas negativas. Un joven de 20 o 25 años, de clase media baja o clase media, tiene una expectativa demoledora. La derecha capitaliza eso y nos taladra con que este es un país de mierda. Y el progresismo lo mira por televisión. La última política crediticia importante en términos de vivienda fue la de Macri, una política muy complicada en términos de la indexación pero que le permitió a mucha gente acceder a la vivienda.

–El voto a Milei ha sido muy heterogéneo. ¿Es posible recuperar a esos votantes desde el progresismo? ¿Con qué utopía?

GL: –En su capítulo, Franco Sasso Videla propone lecturas electorales del voto de Milei. En Santa Fe, el voto de Milei proviene mayoritariamente de Juntos por el Cambio, pero en Tucumán y en Formosa es un voto que se cae del peronismo. ¿Es la misma gente? Tal vez no tienen nada que ver, tal vez tienen otras agendas, otras preocupaciones, otras angustias. Algunas broncas distintas y otras parecidas. Yo le veo fragilidad a Milei, pero no porque no tenga diputados, sino porque no veo a ningún sector social organizado que pueda sostener un proyecto como el que él propone.

RA: –Me parece muy preocupante la idea de muchos votantes de Milei de que se vaya todo al carajo. Piensan que ellos ya están en el carajo y que los otros se caerán también, pero que eso no les va a incluir. Yo veo una gran desconexión, porque si se va todo al carajo, ellos también pueden ser arrastrados en toda esa vorágine de violencia.

DF: Disiento en eso con Ricardo. El votante de Milei que quiere que se vaya todo al carajo, que proviene del cinturón más sufriente del voto peronista, tiene un punto de razón. Ese votante no se puede ir mucho más al carajo de lo que está hoy, de allí la socialización del sufrimiento de un sector que ya se ha quedado fuera de todo. Socializar el sufrimiento supone decir: “como yo quedé fuera de todo y ya nadie me ofrece la esperanza de integrarme, el objetivo es que queden afuera todos los demás también”. El bitcoinero de capital que vota a Milei no quiere que se vaya todo al carajo, cree realmente en el orden económico que Milei impondrá.

RA: No veo ese punto. Si uno vive en una tapera y se incendia el resto de la ciudad, quedará quemado dentro de la tapera. No es que se joden los otros y el de la tapera no; se va a joder también.

DF: Esta es la cuestión, Ricardo. Cuando se incendia todo, el de la tapera agarra las cosas que van quedando del incendio.

GL: Yo creo que el que vuelve a la tapera no es mayoritariamente un voto de Milei. Entiendo la sensación de haber perdido todo y de pasarla muy mal desde hace tiempo. Pero tampoco es que se ha perdido todo, Argentina no es Haití. Ese sector que está con broncas mezcladas también recibió las vacunas gratuitas, tiene comedor, aún accede a la salud pública, aun con todos los problemas que hay actualmente. No es verdad que el Estado ha abandonado a todo el mundo. Yo creo que los sectores medios-bajos son los que peor se sienten.

DF: La cuestión es cómo se anida lo objetivo con lo subjetivo. En una investigación que hicimos en Benavidez, un 70 por ciento de población decía que no había recibido ninguna ayuda estatal en pandemia pero ese 70 por ciento decía que habían cobrado el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), además de que todos se habían vacunado. Las políticas públicas pueden ser consideradas ayuda estatal dependiendo de cómo se las implemente, cómo se las presente y cómo sean interpretadas.

Fuente: Página / 12 – 2 de octubre de 2023 –

 

By omalarc

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.