El 29 y 30 de mayo se cumple un nuevo aniversario del Cordobazo, uno de los sucesos políticos más trascendente del siglo XX en nuestro país que reunió a sectores obreros, estudiantiles, y una parte importante de la sociedad civil. El movimiento dejó una huella imborrable por el peso histórico de la gesta en el marco de la lucha de un sector heterogéneo y amplio contra la dictadura de Onganía. Pero además representó un hito en la construcción política y social del movimiento popular argentino como colectivo único de resistencia, como paradigma de la construcción democrática, como aglutinador de formas de ver el mundo, , y como organizador de la acción política que hasta entonces parecía descentralizada.
Pero la historia no es la historia, sino lo que nos contaron que era, y lo que hacemos con eso. Muchas veces se le atribuye una cierta neutralidad valorativa y se asume que no se ponen en juego valores, emociones, imaginarios y violencias en su reproducción. Nada de esto es así. Quienes la cuentan eligen qué es importante de ser visibilizado, qué rol ocupa cada unx, y sobre todo qué queda afuera. Y si hablamos de mostrar la otra parte de la historia, tenemos que hacer alusión a Bibiana Fulchieri, fotógrafa, comunicadora y gestora cultural cordobesa, quien a partir de su libro “El Cordobazo de las mujeres. Memorias” de 2018 se propuso registrar, hacer foco y poner en primer plano la vida y experiencia biográfica de las mujeres protagonistas. La pieza es una continuidad de su trabajo “Mujeres desde el Cordobazo hasta nuestros días”, una edición del Movimiento de Mujeres Córdoba que había sido publicada en 2006 con el auspicio de la Global Fund For Women.
En el prólogo de la obra, María Teresa Andruetto expresa: “En los monólogos que componen este libro podemos ver, en parte, esa gesta anti dictatorial que quisiéramos fuera el real emblema de nuestra Córdoba, además de esa efeméride con la que nos gusta identificarnos pero a la que no hemos hecho justicia, a la que hemos traicionado como sociedad. En esa gesta hubo mujeres, las que están en este libro y tantas otras aún más invisibilizadas (…) Ellas dueñas de sus decisiones, ellas aprendiendo de otras mujeres, (sus madres, otras trabajadoras militantes más viejas que ellas, estudiantes universitarias que ingresan a trabajar en las fábricas), en eso que ahora llamamos sororidad”.
La socióloga argentina Elizabeth Jelin analiza que “un primer hito en la trayectoria feminista fue el descubrimiento de la invisibilidad social de las mujeres: en el trabajo doméstico no valorizado, oculto de la mirada pública y en la retaguardia de las luchas históricas “detrás” de los “grandes hombres”. No casualmente los dirigentes de la izquierda clasista y el peronismo Agustín Tosco, Elpidio Torres, Atilio López han sido siempre reconocidos como los protagonistas centrales del Cordobazo, y se han convertido en referentes, producto también de cierta tendencia a la exaltación de sus biografías. Nadie niega que, por una extensa lista de factores históricos, sociales y culturales, el Cordobazo haya sido una movilización mayoritariamente masculina, tendencia que se repite hasta hoy en casi muchos movimientos sindicales, obreros y estudiantiles, y otros espacios ligados a la política. Sin embargo, aquello no justifica la ausencia de mujeres en las fotografías, la memoria y los relatos históricos. ¿Por qué sus nombres no aparecen en ningún lado? ¿Por qué hace falta un trabajo de investigación minucioso para rescatar de las grietas las historias de las mujeres del Cordobazo?
Las sin nombre protagonistas de la historia
La historia es una construcción social, y contarla requiere hacer una selección de acontecimientos que juntos otorguen un sentido social. Tal como cuando tomamos una fotografía, narrar “la historia” se trata de enmarcar una parte, enfocarla, y dejar por fuera del alcance de la lente otro fragmento. Pero afortunadamente así como la historia se construye y narra de una determinada manera, hay quienes emprenden el ejercicio de deconstruirla para volver a armarla incorporando lo que había quedado en las rendijas del discurso hegemónico. Bibiana es una de ellas. Oriunda de Río Cuarto, Córdoba, estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Río Cuarto, y se egresó como Técnica Profesional en Comunicación por Imágenes. Su carrera es una mixtura sentida entre el fotoperiodismo, la fotografía documental, el arte y la escritura.
En julio de 2018, a meses de los 50 años del Cordobazo, Bibiana presentó su primero libro “El Cordobazo de las mujeres. Memorias”. El objetivo de la obra fue justamente identificar, enmarcar, dar voz y visibilidad a mujeres estudiantes, obreras, militantes y referentes políticas que también protagonizaron el Cordobazo en 1969. Bibiana recorre y re significa la historia de Nené Peña, Soledad García Quiroga, María Lila García, Lina Averna, Ida Heumann, Marta Aguirre, Susy Carranza, Isabel Guzmán, Marilí Piotti, María Cristina Salvarezza, Dinora Gebennini, Flora Quinteros, Marta Sagadín, Avelina Ferramola, Susana Fiorito, Lucía Fortuna, Reyna Carranza, Laura Sabasta, Ilda Bustos y Patricia López. Las mujeres y los feminismos antes que nada han sido un movimiento político y social, y en ese sentido es asombroso cómo en la mayoría de los relatos oficiales, los libros de historia, materiales de estudio, y memorias colectivas hayan estado ocultas durante tanto tiempo.
La primera dificultad en la cocina del libro, según relata, se presentó a la hora de reconstruir la historias de estas mujeres. La autora señala que en el proceso de búsqueda se dio cuenta que la mayoría de las fotos no tenían la forma del negativo de 35 mm, que habían sido retocadas y recortadas, y que quienes aparecían siempre en el centro enmarcados eran Tosco, López y Torres. No casualmente cuando fue por los negativos de dichas piezas en el archivo del Sindicato de Luz y Fuerza descubrió que en los márgenes de las fotos más conocidas y famosas sobre el Cordobazo se encontraban las mujeres. Una de esas constituye la elegida para ilustrar la tapa de su texto. En el epílogo Fulchieri subraya que “cuando figuran mujeres en las crónicas son presentadas como ‘señoras de’. No hay epígrafes con nombres de pila en las fotos donde aparecen mujeres, y el colmo, tal vez, fue que en los listados de los detenidos tras el Cordobazo, había varones con nombres y apellidos y ‘una femenina’”.
Encontrar los nombres de esas mujeres no fue tarea fácil. Después de una intensa búsqueda sin éxito en los archivos de la Universidad Nacional de Córdoba, optó por el Archivo General de la Nación. Allí consultó por información acerca de “Mujeres en las manifestaciones del Cordobazo”, pero dicho catálogo no existía como tal y decidió buscar el detalle por su propia cuenta revisando minuciosamente todo el archivo histórico disponible entre 1966 a 1976. “Me dije: es necesario que estas mujeres existan, que tengan nombre, y las tenemos que salir a buscar con el Estado”, afirma Bibiana. Fue allí que decidió encarar el proyecto junto a la Editorial Las Nuestras.
La mujer en el mundo del trabajo, la fábrica y la sindicalización
La movilización del 29 de mayo que dio origen al Cordobazo fue encabezada por obrerxs, estudiantes y personas de la sociedad civil que salieron a las calles de Córdoba y se sumaron para manifestar su disconformidad con las políticas de la dictadura de Juan Carlos Onganía en relación a la situación económica, las condiciones de lxs trabajadorxs, la intervención en las universidades e instituciones educativas, los mecanismos de represión social, entre otras. En el marco de un proceso de fuerte industrialización, en dicha jornada se movilizaron mayoritariamente varones de los “grandes sindicatos” como el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), Luz y Fuerza y la Unión Tranviarios Automotor (UTA). Pero: ¿participaron mujeres? ¿Por qué el de la militancia sindical se trataba de un espacio ampliamente masculinizado?
Aquí es cuando entra en juego el debate sobre los roles de género, las nociones de mujer-madre-trabajadora y el eje binario vida doméstica-vida pública que recorrieron gran parte del Siglo XX. La segregación de género en los espacios es un patrón persistente hasta la actualidad y la identidad de cada género en relación a los empleos, ocupaciones y tareas forma parte integral de la dinámica organizativa. Como señala Ana Laura Noguera en su artículo “¿Tuvieron las mujeres un Cordobazo? Algunas reflexiones desde testimonios de mujeres trabajadoras”, en 1970 en todo el país la mano de obra femenina representaba solamente el 35,9% de la Población Económicamente Activa (PEA), y prevalecía una marcada división sexual del trabajo.
Las mujeres solían trabajar en las actividades de servicios (78,32%), especialmente en servicio doméstico, educación, comercio y sanitarios. Y específicamente el trabajo femenino en algunos sectores industriales era cercano al 16,6%, sobre todo en el rubro textil , de confección y calzado. Además dentro de la población no económicamente activa de mujeres, el 46,4% eran amas de casa. Según Juan Carlo Agulla al formar parte de otros “estratos sociales” dentro de la masa trabajadora y debido al lugar “desnivelado” que ocupan en el sistema productivo no hubo tanta presencia de mujeres trabajadoras y obreras, pero si lo hubo de muchas mujeres estudiantes. Entre el primer grupo se destaca el caso del Sindicato de Empleadas de Casas de Familia (SinPeCaF), que nació en Córdoba en 1967 y su participación fue determinante en las jornadas de mayo.
En el artículo antes mencionado Noguera explica que fue a partir del Cordobazo que muchas mujeres pertenecientes a diferentes sindicatos comenzaron organizarse orgánicamente y a participar de las reuniones: “Al igual que otros espacios, el SinPeCaF fue consolidando su organización interna y comenzó a tender redes con otros sindicatos similares de distintos puntos del país. Algunas situaciones propias del sector hacían dificultosa la organización colectiva. Por un lado, la gran fragmentación entre ellas ya que, contrario al espacio concentrado de las fábricas, las empleadas se movían solas en sus espacios de trabajo. Por otro lado, había una gran tensión hacia el interior de ‘las domésticas’ debido a la cercanía y familiaridad entre empleadas y empleadoras, hecho que dificultaba que las trabajadoras emprendieran con mayor sistematicidad acciones concretas de lucha (ya sea huelgas u otra metodología) en pos de sus derechos laborales”.
El poder, la política y la cuestión de género
Nuestras memorias, las formas de entender los procesos sociales, y las lógicas que construyen nuestros sentidos acerca del futuro están íntimamente relacionadas con los relatos que hemos escuchado sobre la historia, que hemos aprehendido en nuestros procesos de socialización y hemos incorporado a nuestra vida cotidiana como ciertos. Esos discursos que aún mantienen sesgos patriarcales provienen de todas las instituciones que conforman la matriz sociocultural: familia, escuela, estado, universidad, iglesia, medios de comunicación, etc. Es que el poder está en las prácticas ejercidas sobre el cuerpo, pero también en los discursos y las imágenes. Es la tecnología específica que genera relatos que se convierten en un saber instalado, como si fuera una verdad, legitimando la dominación de una parte por sobre otra.
“Pese a ser la mitad de la humanidad, la historia de las mujeres siempre ha tenido algo de marginal, y acaso detenerse en lo aparentemente menor – o más bien, lo que fue considerado menor – sea una forma de honrar, de mostrar que una parte de la historia se juega en lo mínimo y que también un fuego puede resplandecer en los destellos que emergen a la sombra de los grandes acontecimientos”, dice Florencia Abbate en su libro “Biblioteca Feminista. Vidas, luchas y obras”. Y es que los grandes cambios sociales, culturales y económicos experimentados por las mujeres e identidades feminizadas en las últimas décadas han generado transformaciones tanto en la vida material como la subjetividad colectiva e individual, y se expresan a nivel de lo cotidiano modificando patrones de participación social y sobre todo política. Uno de los más importantes fue la incorporación de la mujer a la vida pública y su influencia en el devenir social como sujeto político. Esto ha posibilitado la toma de conciencia acerca de los efectos de la discriminación y dominación por cuestiones de género, y ha determinado que la lucha por la equidad se convierta en el eje de los feminismos, contribuyendo también a la lucha por la democracia y la justicia social.