Por Juan Manuel de Prada
La chusma gobernante, de consuno con los loritos sistémicos que controlan los medios de adoctrinamiento de masas, han atribuido las inundaciones de Levante al llamado ‘cambio climático’. Así lo ha proclamado Ursulina Von der Leyen, con esa fatuidad engolada que emplean estos farfantes y farsantes, acostumbrados a mearnos en la jeta: «Es la dramática realidad del cambio climático». Sólo les ha faltado meter en el guiso a Putin, a estos hijos de la grandísima puta.
En la gota fría de 1982, que reventó la presa de Tous ocasionando cuarenta muertos, llegaron a caer mil litros por metro cuadrado en Cortes de Pallàs (el doble de los que han caído en esta ocasión). Y los más viejos del lugar recordarán también la gota fría que provocó ochenta muertos en 1957, de la que no tenemos datos de precipitación fiables, porque por entonces la capacidad máxima de los pluviómetros era de doscientos litros por metro cuadrado. Tanto en 1957 como en 1982 ocurrió lo mismo que en este 2024, un fenómeno meteorológico típico de estas fechas en el Levante español: aire polar marítimo con viento de levante que trae lluvias torrenciales. Es la ‘gota fría’ de toda la santa vida de Dios, que ahora la chusma gobernante, de consuno con los loritos sistémicos al frente de los medios de adoctrinamiento de masas, llaman ‘Dana’. Pero decir gota fría es referirse a un fenómeno meteorológico sobradamente conocido en tierras levantinas; y estos hijos de la grandísima puta necesitan crear un ‘relato’ para panolis que presente lo acaecido como algo nuevo, desconocido, inopinado y terriblemente devastador, causado por ese ‘cambio climático’ del que todos, todas y todes somos culpables. Porque a estos hijos de la grandísima puta no les basta con exonerarse de culpa, sino que quieren extenderla sobre toda la población, descargando sobre la sufrida gente la responsabilidad de las catástrofes naturales, justificando así las imposiciones a las que nos someten, para lucro de la plutocracia a la que sirven. Si en 1957 y en 1982 la gota fría produjo menos víctimas que en 2024, a pesar de que los medios para predecirla, prevenirla y paliarla eran mucho menores, es porque estamos gobernados por incompetentes criminales sólo atentos a su pitanza que nos expolian materialmente y nos envilecen moralmente.
Tenemos que aguantar que estos hijos de la grandísima puta nos lancen cientos de alertas grotescas en verano, anunciándonos el apocalipsis por achicharramiento, para construir su relato para panolis sobre el llamado ‘cambio climático’. En cambio, cuando se produce una alerta meteorológica real, con previsiones de lluvias torrenciales muy peligrosas, esta chusma se ha quedado de brazos cruzados. Con avisos naranjas el lunes, tendrían que haber movilizado a todos los empleados públicos duchos en labores de auxilio, tendrían que haber suspendido las clases en las escuelas y toda actividad laboral no esencial, tendrían que haber exhortado a la población para que no saliese de sus casas e incluso evacuado algunas localidades. Pero estos hijos de la grandísima puta no movieron un dedo, ni siquiera cuando empezó el diluvio; y, en su negligencia criminal, dejaron que la gente se adentrase en automóvil por carreteras que ya estaban inundadas, dejaron que la gente saliese de sus casas en pueblos con ramblas donde el agua alcanzaba alturas de más de un metro. Es la misma negligencia criminal que antes los llevó –a ellos o a quienes les precedieron en la pitanza– a aprobar planes urbanísticos asesinos, levantando casas a orillas de las ramblas, o de arroyos y ríos habitualmente secos, como si bastase con canalizaciones de chichinabo o con los carrizos de las orillas para contener los desbordamientos ocasionados por la gota fría.
Eso en lo que respecta a las previsiones. En cuanto a los remedios, estamos mostrando al mundo que España es un estado fallido gobernado por hijos de la grandísima puta que destinan decenas de miles de policías, guardias civiles y militares para blindar sus cumbrecitas coloniales y demás saraos sistémicos, pero son incapaces de movilizar al Ejército para despejar carreteras y atender a la población que carece de agua potable, medicinas y alimentos básicos, tal vez porque el Ejército español está haciendo el oso hormiguero en las misiones que nos impone el Tío Sam en los arrabales del atlas, para asegurar el clima belicista que interesa al complejo industrial militar. En el colmo de la avilantez, el doctor Sánchez, recién llegado de hacer el indio para tapar las ignominias de la catedrática Begoñísima y las suyas propias, tuvo el cuajo de insinuar que la hecatombe se había producido porque la gente desoyó las indicaciones de protección civil; pero lo cierto es que, cuando a los móviles de los valencianos llegaron tales indicaciones, mucha gente ya se estaba ahogando, o estaba siendo arrastrada. La hecatombe no la ha producido ningún ‘cambio climático’, como pretenden estos hijos de la grandísima puta, sino su incompetencia criminal. Si los españoles de hogaño no tuviésemos horchata en las venas, tendríamos que ahorcarlos y después descuartizarlos, exponiendo por último sus despojos en la plaza pública, para que sean carnaza de las moscas y las aves carroñeras, como conviene hacer con los tiranos. Pero, como estamos dejados de la mano de Dios, seguiremos permitiendo que nos meen en la jeta; y, por supuesto, nos dirán que sus orines pestilentes, como la gota fría de toda la santa vida de Dios, es «la dramática realidad del cambio climático».
Fuente: KontraInfo – 3 de noviembre de 2024