Por Emir Sader para Página 12
Chile tenía una larga tradición de continuidad institucional. Desde 1820, cuando se afirmó el Estado nacional, sólo hubo dos momentos de ruptura institucional, uno en la década de 1890, otro en la de 1920, ambos muy cortos.
Hasta la brutal ruptura del golpe de 1973. Pinochet ordenó el bombardeo de La Moneda y, con ello, la más dramática ruptura de la democracia chilena, que duró hasta 1990. La transición democrática moderada tardó hasta la multitudinarias movilizaciones populares de 2019.
Movilizaciones que han logrado una Convención Constituyente, con representación pareja entre hombres y mujeres y con representación específica de los mapuches. Convención que eligió a una líder mapuche para presidirla.
Paralelamente se dieron las elecciones presidenciales, que tuvieron el sorprendente resultado del primer lugar para el candidato de la extrema derecha, José Antonio Kast, con dos puntos de ventaja sobre el candidato de la nueva izquierda chilena, Gabriel Boric, del Frente Amplio.
Kast superó al candidato del presidente Sebastián Piñera, apoyado por la derecha tradicional chilena, que sale muy desprestigiado por el fracaso de su gobierno, pero también por figurar en los Pandora Papers.
Boric, exlíder estudiantil, participante directo de las grandes movilizaciones de los últimos años, que apenas cumplió los 35 años, edad mínima para ser candidato a presidente de Chile. Boric derrotó al candidato del Partido Comunista en las internas de la izquierda.
Desde entonces, las encuestas oscilan entre ventajas claras para Boric, repunte de Kast, hasta ventaja de cuatro puntos para aquél, a una semana de la segunda vuelta de las elecciones.
Las oscilaciones deben mantenerse hasta el último momento, especialmente por el 53% de abstención de la primera vuelta. Ese dato es todavía más alto entre los jóvenes y las capas más pobres de la población. En gran parte la campaña de la segunda vuelta se ha concentrado en la búsqueda de ese enorme contingente, existente por la decisión de hace algunos años de la no obligatoriedad del voto – decisión que debe ser revisada por la Convención Constituyente-. No queda claro cuántos de los que se han abstenido votarán en el ballottage y por quién lo harán.
Kast reivindica abiertamente a Pinochet -por lo tanto, a la dictadura -, a Trump y a Bolsonaro. Representa, por lo tanto, la extrema derecha chilena, latinoamericana e internacional.
Boric tiene un programa democrático, ecológico, feminista, de descentralización política hacia las regiones. Es apoyado por los líderes de izquierda latinoamericana, entre ellos Lula y Alberto Fernández.
Uno claramente representa las largas tradiciones democráticas de Chile. El otro encarna la vieja y la nueva derecha chilenas, con posiciones de extrema derecha.
Esa es la decisión que Chile tomará el próximo domingo. Se enfrentarán dos candidatos y dos corrientes radicalmente opuestas.
Si gana Boric, Chile se sumará al grupo de gobiernos progresistas y anti-neoliberales latinoamericanos. Si gana Kast, Chile vivirá aislado en un entorno latinoamericano que va en la dirección opuesta a la extrema derecha.
Chile se encuentra de nuevo entre la democracia y la dictadura.