La socióloga MARISTELLA SVAMPA, analizó el impacto social de las actividades extractivas en latinoamérica. Cierre de un ciclo
En su nuevo libro, “Debates latinoamericanos: indianismo, desarrollo, dependencia, populismo”, la socióloga Maristella Svampa aporta su perspectiva alrededor de una cuestión que hasta hace unas décadas no se había hecho visible: la relación entre política y medio ambiente. Autora de “La sociedad excluyente”, “Entre la ruta y el barrio”, “Cambio de época”, entre otros títulos, Svampa (investigadora principal del Conicet, doctora en Ciencias Sociales en l’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, Premio Konex 2016 de Sociología), pasó por Tucumán, invitada por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. En ese contexto habló con LA GACETA de su obra más reciente.
– ¿Cuál es el eje de “Debates…”?
– El libro tiene dos partes: debate sobre indianismo, desarrollo, dependencia y populismo y una segunda parte en la cual se analiza qué pertinencia tienen estos debates en el escenario político latinoamericano en los últimos 15 años, en lo que podemos denominar el “ciclo progresista”, que comienza en el año 2000 y que está cerrando en estos años.
– El período en el que emergen nuevos actores sociales en América Latina…
– Efectivamente; yo hablo de un cambio de época a partir del año 2000, signado por el ascenso de movimientos sociales de carácter antineoliberal que cuestionaron el consenso de Washington y por la emergencia de los llamados gobiernos progresistas: kirchnerismo, Chávez, Correa, Evo Morales, el PT en Brasil. Es una denominación genérica, la de gobiernos progresistas, que alude a la idea de apuesta a los procesos de cambio, pero que presentan diferencias específicas importantes unos de otros. En ese período, me interesa particularmente analizar de qué manera están presentes esos cuatro debates, si se articulan o si hay una colisión. Un ejemplo: en los últimos 15 años hemos visto el avance del extractivismo en toda América Latina. Lo que está ligado a la exportación de materias primas o commodities, caracterizadas por la gran escala, lo que produce una gran fragmentación e intervención en los territorios. Esas actividades no sólo involucran la minería, sino el agronegocio, los hidrocarburos no convencionales, las megarrepresas, porque la generación de electricidad está muy ligada al sostén de actividades extractivas. Y pone de relieve la expansión de la frontera del extractivismo como nueva modalidad del capital; lo que, por ejemplo, colisiona con el avance de los derechos de los pueblos originarios.
– ¿Por qué se visibiliza ahora la relación entre medio ambiente y política?
– Hay una problemática ambiental que se instala en América Latina, pero irrumpe porque viene de la mano con conflictos ambientales.
– ¿Tienen que ver también las nuevas Constituciones latinoamericanas?
– Reconocen los derechos ambientales; ha habido una progresiva emergencia de una conciencia ambiental en América Latina; pero lo esencial es señalar que esto aparece de la mano de los conflictos socioambientales o socioterritoriales ligados a esta actividad extractiva. No olvidemos que en 2003 se da este boom de los commodities; el alza del precio internacional de las materias primas, que lleva a intensificar los proyectos extractivos orientados a la exportación en América Latina, aprovechando las ventajas comparativas y minimizando los conflictos ambientales y las nuevas desigualdades que eso iba generando en los territorios en los que se intervenía. Y todos los países latinoamericanos tienen conflictos ambientales. Más allá de diferencias político-ideológicas, todos apostaron por la exportación masiva de commodities como la vía más fácil para tener una rentabilidad extraordinaria. Es cierto que cómo dispusieron de esos fondos los gobiernos fue diferente según el caso. No es lo mismo el gobierno de Evo Morales, más dirigido a un proceso de democratización de la sociedad que en el caso peruano, donde los niveles de desigualdad siguen siendo enormes, y los procesos de represión han dejado 75 personas asesinadas entre quienes se oponen a la megaminería. Todos apostaron por lo que yo llamo el “consenso de los commodities” y han estigmatizado y demonizado las luchas socioambientales. Y hablamos de Evo Morales, de Correa o del kirchnerismo. Sí podemos decir que en Ecuador y en Bolivia hubo un debate sobre estos temas, porque las nuevas Constituciones latinoamericanas habilitaban los derechos de la naturaleza en el caso de Ecuador, y de la Pachamama y el estado plurinacional en Bolivia. En Argentina no hubo debate; el kirchnerismo nunca quiso abrir la agenda a estos que constituyeron sus puntos ciegos, y de los cuales no podía dar explicaciones. No podía explicar la alianza con las grandes transnacionales mineras como la Barrick gold, o con Monsanto, o con Chevron.
– ¿Cómo se entiende la paradoja de este progresismo ciego a la cuestión ambiental?
– Es, efectivamente, un dilema que muestra la tensión entre la expansión de los derechos territoriales y la expansión de la frontera del capital. El progresismo ha hecho muchos negocios con eso; y consolidó un modelo de inclusión basado en el acceso al consumo. Un modelo que ahora se cierra, con el final del superciclo de las commodities. El progresismo ha minimizado las luchas socioambientales; creo que los progresismos se han convertido en populismos de alta intensidad, con fuerte concentración del poder político y una fuerte intolerancia a la disidencia: no implicó un cambio de la matriz productiva ni de la redistribución de la riqueza.