Por Emir Sader para Pagina 12
La derecha brasileña siempre controló el poder en Brasil, desde que comenzó a imponerse a los pueblos indígenas, oprimirlos y explotar sus riquezas. Luego, cuando utilizó el fenómeno más monstruoso de la historia mundial, la esclavitud, que con el colonialismo, son los dos fenómenos fundacionales de la historia brasileña.
Con el tiempo, esta dominación cambió de forma, adquirió un carácter nacional, pero nunca se contuvo. Más de cuatro siglos después, la derecha brasileña fue derrotada por Getúlio Vargas, en 1930, mediante una revolución que hizo que la derecha brasileña se volviera profundamente anti-getulista. Apoyada en el liberalismo, atacó a Vargas por su autoritarismo y por la política de “comprar” la conciencia de los trabajadores con concesiones que consideró demagógicas, como el alza de los sueldos y el derecho a la sindicalización.
La derecha brasileña fue sistemáticamente derrotada por Vargas. Lo llevó al suicidio, acusado de corrupción, pero no lo derrotó. Cuando finalmente ganó la derecha, en 1960, fue con un aventurero: Janio Quadros, quien heredó las banderas de las acusaciones de corrupción y moralismo, pero cuya victoria duró unos meses y se transformó en una nueva derrota.
La mayor victoria de la derecha no fue en la democracia, sino con la dictadura, que logró destruir a la democracia y a gran parte de la izquierda, a través de la represión más sistemática que haya conocido Brasil. Victoria de la derecha por esto y porque diseñó una alternativa para el capitalismo latinoamericano en crisis: el crecimiento económico con un estado dictatorial. Fue la mayor propuesta de la derecha brasileña para el continente.
Una victoria basada en la súper explotación de los trabajadores y la destrucción de la democracia. Se agotó, porque las huelgas protagonizadas por Lula, rompieron con el congelamiento salarial -el venerado “milagro económico”- y el régimen no pudo más. La derecha triunfó en la transición a la democracia, impidiendo la elección directa para presidente de Brasil y limitándola a un proceso de restauración de la democracia liberal, sin otras formas de democratización – del acceso a la tierra, de los medios, de las estructuras económicas monopólicas, del sistema educacional , entre otros.
La derecha volvió a tener un triunfo de Pirro con la victoria electoral de Collor, en 1989 -otro aventurero, como Jânio Quadros – frente a Lula en 1989. Su gobierno fue derrotado luego por la corrupción; un modelo rescatado por Fernando Henrique Cardoso, como la última victoria democrática de la derecha. Tuvo una vida corta, conforme el modelo neoliberal se ha revelado como un concentrador de renta e incapaz de recuperar el crecimiento de la economía.
Desde entonces, la derecha ha acumulado una impresionante secuencia de derrotas, hasta ahora sin precedentes en la historia brasileña, en manos de Lula y el PT. Y solo volvió a triunfar con la ruptura de la democracia, en 2016, cuyo golpe llevó a la elección de Bolsonaro.
La derecha agotó así el repertorio de alternativas que tiene para a Brasil: dictadura militar, neoliberalismo de Cardoso y Bolsonaro. La izquierda propuso y puso en práctica varias alternativas: gobiernos del PT con crecimiento económico y distribución de ingresos, con fortalecimiento social y político de la democracia.
En 2022, la derecha y la izquierda presentarán las alternativas disponibles para que el pueblo brasileño elija la que le parezca mejor entre los diferentes futuros posibles para Brasil. Será una elección entre la derecha y la izquierda, entre la democracia y el autoritarismo, entre el crecimiento económico y la especulación financiera, entre la distribución del ingreso o su concentración. Entre Lula y Bolsonaro.