Por: Florencia Saintout
La Universidad Nacional de La Plata se ha pronunciado sobre la detención ilegal de Milagro Sala. La decisión no fue sin conflicto. Por el contrario, los estudiantes que realizaron el pedido lo hicieron tres veces antes de que sea finalmente tratado en el Consejo Superior (órgano máximo de decisión, conformado por todos los claustros de las 17 facultades, los 5 colegios preuniversitarios, y los gremios).
Los fundamentos principales que se utilizaban desde los sectores más reaccionarios de la universidad se basaban en la necesidad de preservar la autonomía entendida como un lugar de refugio para ocultar la falta de compromiso, o el no compromiso, con la historia, con su tiempo.
Obvian desde ese sesgado punto de vista pensar a la autonomía con su verdadero sentido: aquel que concibe –y más aún, conlleva– la posibilidad de emancipación. Los pueblos, los sujetos, logran con la autonomía romper los lazos que atan a condiciones de opresión para obtener, con las luchas, las emancipaciones posibles. Entonces, para reforzar la idea: necesitamos las autonomías para conseguir las emancipaciones.
Para las grandes mayorías de nuestro país la educación universitaria se asume como lo que es: un bien social y un derecho. El derecho a la universidad no es solo el derecho a estudiar, es el derecho de la sociedad a tener una universidad. A usarla, transformarla, gozarla.
Por eso debemos exigir que se mantenga un discurso crítico desde el cual se la transforme, no solo a sí misma, sino a toda la sociedad. Pues, asumir que la universidad no debe ser un espacio natural para el debate y para tomar posiciones críticas es no comprender el objetivo de la educación, en donde la formación debe contener aquel pensamiento crítico, para poner en práctica las posiciones teóricas. Debemos asumir el desafío de dar los debates, en los cuales todos los actores comprendan que la idea del consenso solo puede llegar a posiciones comunes a partir del conflicto.
Nuestra universidad tiene una enorme tradición de lucha, sobre todo en las organizaciones estudiantiles, que han peleado por una Patria libre, justa y soberana. Tenemos entonces un sistema universitario que es fruto de por lo menos cuatro movimientos encadenados con sus continuidades y rupturas. Movimientos y momentos que se han enfrentado a las lógicas conservadoras y elitistas de la universidad etnocéntrica: La Reforma de 1918, la decisión de Perón de declarar la gratuidad de la enseñanza superior en 1949, el movimiento que, luego de la llamada Noche de los Bastones Largos, se hace visible en el Cordobazo y, por último, las transformaciones que llevaron adelante los gobiernos kirchneristas reconstruyendo las condiciones para la realización efectiva de la universidad como derecho humano.
Con aquellas luchas en la historia, los jóvenes que fueron hijos de la década ganada han logrado triunfar en las elecciones de la Federación Universitaria de La Plata con una agrupación que decidieron llamar Frente Patriótico Milagro Sala. La denominación que eligieron no solo reivindica las luchas de la organización Tupac Amaru –en nombre de su conductora– sino que, sobre todo, nos confirman aquello que sostenemos desde hace años: las universidades no pueden ser indiferentes a la injusticia.
Mientras Gumersinda (militante de la Tupac que participó de la sesión del Consejo) le respondía a la Franja Morada “nosotros somos parte de la Patria” (porque la agrupación radical se negaba a apoyar el repudio), vi como a una joven de la Facultad de Bellas Artes se le hacía un nudo en la garganta y lloraba. Me emocionó ver como una estudiante, hija del kirchnerismo, se conmovía ante el dolor de los demás.
Los militantes de la Tupac Amaru están siendo el tubo de ensayo de un modelo represor. La compañera Milagro Sala hoy necesita de nuestra autonomía, la que es usada para las emancipaciones, aquella gracias a la cual nos posicionamos. Ellos, tal como nos dijo Gumersinda, son también nuestra Patria y la universidad la debe cuidar, transformar, gozar.
* Decana de la Facultad de Periodismo de La Plata.