Por Eduardo de la Serna
Por motivos que nunca quedan del todo claros, el 28 de diciembre, jugando con la palabra “inocentes” suelen hacerse bromas, decirse pequeñas mentiras, jugar con la credibilidad y la verdad.
Claro que “los inocentes” tienen otro origen: se refiere a lo que el texto bíblico dice de los niños asesinados por Herodes y que la Iglesia conmemora en el contexto de la Navidad. No es el caso entrar en los meandros de la historia, porque no es el tema en cuestión. Pero es cierto que la alegría del nacimiento de Jesús niño no opaca el dolor de la muerte violenta de los inocentes. Como el viejo faraón que ve peligrar su poder, Herodes teme junto a los sumos sacerdotes y todo Jerusalén, porque unos magos (de los que nadie dice que sean “reyes”) preguntan por un “rey” que ha nacido. Todo habla de ese rey (la estrella recuerda a la “estrella de David”) que pone en peligro el autoritarismo sanguinario del viejo Herodes. Ante ese peligro inminente, este decide matar a todos los varones como ya lo había hecho el faraón, pero uno es salvado en contexto egipcio y será el salvador. Como un nuevo Moisés, Jesús será el profeta y legislador de una ley nueva de justicia y amor definitivos.
El juego “inocente” de la broma o la mentira de este día no es sino eso: ¡un juego! Pero peligroso sería olvidar, en un mundo donde tantos inocentes son víctimas de la violencia y la muerte injusta por parte de los poderosos, que es su – en este caso misteriosa – solidaridad con Jesús lo que los transforma en “santos”. En el palacio de Herodes, por su parte, reina el “sobresalto”, el “temor” y la mentira (“yo también iré a adorarlo”, dice el rey).
El caso es que unos sujetos (magos y paganos, es decir “necios” por partida doble para la Biblia) reconocen al enviado de Dios, mientras que desde el poder político y religioso, a pesar de tener la Biblia que les dice todo (nacerá “en Belén”) se niegan a las cosas de Dios.
Cuando la broma es “inocente” todos – hasta la “víctima” – disfruta el dicho “que la inocencia te valga”. Pero cuando la broma es violencia, es cinismo o hasta muerte más que a un juego de niños se asemeja a Herodes. Esa “te la debo”.
¿Cuántos “bolsos de López” tiró el gobierno por encima de los muros de la sensatez para favorecer a las empresas amigas, eléctricas, aeronáuticas, mediáticas? ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos partidos de fútbol podremos ver gratuitamente el año que empieza? ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos TN desaparecieron con la nueva ley (porque TVR, 678, y otros que muchos mirábamos sí desaparecieron)? ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos se enteraron que eran despedidos por un mensajito de texto en un celular que no tienen derecho a tener? ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos se quedaron sin vacaciones, sin aire acondicionado, sin servicios que antes podían (pero no “debían”) tener? ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos creyeron que “los que se robaron todo” les dieron de todo, y los impolutos CEOs no les dan nada porque “antes” era todo falso? ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos creyeron que no habría una justicia adicta porque uno dijo “no quiero una justicia macrista”? mientras hay “circolinis” con sentencias apropiadas en momentos apropiados para que nadie vea que ¡un ministro fue echado! ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos creyeron que habría justicia en Jujuy, o con una Corte Suprema de la ignominia? ¡Que la inocencia nos valga!
¿Cuántos creyeron en “el segundo semestre”, la “lluvia de inversiones”, en “volver al mundo”? ¡Que la inocencia nos valga!
Si hiciéramos una lista sería inmensa. Casi pareciera que todo el año fue día de los inocentes para el gobierno. Pero – para peor – sin bromas sencillas y simpáticas sino cínicas, violentas y criminales (a menos que ya no se crea, como se decía antes que “el hambre es un crimen”).
El gobierno no dice una palabra sin que sea mentira. Sólo miente. Pero lamentablemente, está lleno de personas que “eligen creer”, ¡quieren creer! Con el apoyo invalorable de los comunicadores, por cierto.
Lamentablemente, en este “año de los inocentes” no hemos podido celebrar la broma amigable y cómplice de los niños, sino la masacre cruel de los nuevos Herodes. No da para festejar. A lo mejor junto al baile y los globos, cuando nos dijeron claramente “cambiamos futuro por pasado” les faltó decir ¡que la inocencia les valga!
* Integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres.