El gobierno busca generar consenso acerca de que la telefonía móvil no perjudica la salud de la población. Para el ambientalista Elio Brailovsky, si se quiere priorizar la salud pública en vez de los negocios, habría que instalar el mínimo indispensable.
Según la OMS, los campos electromagnéticos son “posiblemente” cancerígenos.Según la OMS, los campos electromagnéticos son “posiblemente” cancerígenos.
El Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) comenzó a desplegar una campaña para generar consenso acerca de que las antenas de telefonía móvil no perjudican a la salud de la población que vive cerca de ellas. Es que el Gobierno planea ampliar considerablemente la cantidad de antenas para “resolver los problemas de cobertura en las comunicaciones móviles”.
Es por eso que el Enacom habilitó una web llamada Antenas Amigables (http://www.enacom.gob.ar/antenasamigables), donde entre coloridos dibujos de trazo infantil se intenta explicar que la radiación emitida por los celulares no representa un riesgo para la salud. Entre las infografías figura una en la que se asegura que en el país hay 383 antenas por cada millón de habitantes, mientras que en Brasil hay más de mil por cada millón, en Gran Bretaña hay 3.830 antenas y en Japón 10.112, por cada millón de habitantes.
También se destaca que “hasta el momento, dentro de los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), no existen evidencias científicas concluyentes que permitan afirmar que las RNI (radiación no ionizante) producen efectos adversos sobre la salud de la población”.
“Justamente la OMS promete desde 2001 un informe concluyente sobre el tema, pero nunca aparece”, dice a Página/12 el economista y ambientalista Antonio Elio Brailovsky.
– ¿Por qué no concluyen el informe?
– El problema son las comunicaciones de las fuerzas armadas, locales y extranjeras. Es probable que nunca salga el informe porque sería un escándalo. ¿Quién mide la potencia de las comunicaciones militares? Es un secreto. ¿Dónde están? No sabemos.
– ¿No hay una medida estándar?
– No. Hay indicadores, pero son contradictorios y dependen de los países y ciudades. No hay un estándar y hoy no está claro cuál debe ser la potencia
– ¿Qué opina de la campaña “Antenas Amigables” que lanzó el gobierno?
– Me suena a minería sustentable, es el mismo concepto, mismo tipo de comunicación. Hay movimientos sociales e investigadores que han dicho cosas durísimas sobre la contaminación electromagnética. No hay recaudos. ¿Tiene sentido poner en marcha una tecnología a lo loco cuando no sabemos los riesgos? ¿Solamente porque es un negocio? Si se priorizara la salud pública, tendría que instalarse el mínimo indispensable de antenas. Es mentira que los celulares salvan vidas, sirven más para subir la foto del gato que para otra cosa. Pero instalaron que el celular es indispensable para la vida en sociedad. Primero deberían haber comprobado que es inocuo y luego meterlo en el mercado. Y acá se hizo al revés. No hay ningún manual de precauciones, restricciones para el uso infantil y de embarazadas.
“Si se priorizara la salud pública, tendría que instalarse el mínimo indispensable de antenas”
– ¿Qué es lo que más le preocupa de la instalación masiva de antenas?
– El control. El mejor sistema es el de Barcelona. La empresa paga un control online, las 24 horas, de su propia antena, conectado a la computadora del municipio. El principal problema es que son sistemas sofisticados que necesitan control sofisticado. Los aparatos varían su potencia de acuerdo con la cantidad de usuarios. En qué momento superan la potencia y durante cuánto tiempo, no lo sabemos. Hay que hacer un control continuo. Las antenas tienen momentos de riesgo, más o menos graves; la pregunta es si los procedimientos garantizan que se detecten. Por ejemplo, nadie controla las antenas de telefonía instaladas en el subte. Para que los celulares funcionen ahí, hay cientos de antenas y el riesgo es aún mayor porque se trata de espacios reducidos. Pero como no se ve la torre, nadie lo denuncia.
– La OMS dijo que los campos electromagnéticos son “posiblemente” cancerígenos y recomienda que se utilice el celular a 30 o 40 centímetros del cuerpo, ¿por qué esto no se difunde?
– Yo me pregunto qué función tiene el sistema educativo que no alerta sobre estas cuestiones. Las empresas tienen el poder para imponer las pautas de consumo. No alcanza que la OMS lo diga, lo tiene que reforzar la escuela. Y además tendría que haber políticas públicas. El celular es una herramienta. Así como a un niño no se le da un taladro, ¿por qué se la da un celular? Básicamente, hay que interpelar al sector educativo, que está discutiendo el rol del celular en el aula en vez de tratarlo como un tema de salud pública: ¿hay riesgo o no? ¿Por qué cuidamos a los chicos de los enchufes o los vidrios y no de los celulares?
– ¿Cree que podría haber resistencia en algunas comunidades que no acepten la instalación de antenas?
– La gente ha sido tan colonizada por los celulares, que están fascinados. Reclaman más potencia y mejor señal. Lo veo difícil. No sólo esto le da rédito económico a las empresas, sino también rédito político en el corto plazo al gobierno, aún si esto es un problema para la salud pública.
Fuente: Página 12