Por La Garganta Poderosa
Vemos la entrada del barrio Virgen Desatanudos y nos duele el alma porque su luz está por todos lados: por las calles de tierra, en nuestras paredes, en el parque y las montañas donde jugaba y la vieron correr con su sonrisa dibujada. Cuando Sabina Condori llegaba al espacio de apoyo escolar o agarraba la cámara de fotos, nuestro futuro se iluminaba y se fortalecían nuestras redes de educación popular. Hoy, como cada día, en todos los barrios del país recordamos esa noche cuando nos arrancaron a nuestra compañerita, que sin querer se convirtió en la fuerza para seguir luchando. Aquel 14 de abril de 2019 fue una pesadilla que permanece en el recuerdo de vecinas como Nadia Torres, quien forma parte del merendero “Sonrisas Poderosas”, y revive ese momento con un dolor profundo: “Salimos a buscarla y estaba todo oscuro, hacía un frío que nos helaba el cuerpo. Queríamos encontrarla para llevarla con su familia, pero lamentablemente con mi hermano la encontramos sin vida. Todavía siento en el pecho ese instante en el que se me paralizó el corazón”.
Jugadora nata del fútbol popular, maestra sin guardapolvo, Sabina amaba estudiar, soñaba con alfabetizar a su padre y a su madre, quería ser abanderada y lo decía con orgullo antes de que la asesinaran. En nuestros barrios todavía brilla el recuerdo de su alegría, y Camila Condori Garnica, su hermana, evoca ese lazo indestructible: “Era una niña feliz; amaba hacer bromas y nos hacía reír a todos con su risa. No tenía vergüenza. Nosotros siempre fuimos muy tímidos, ella no; vivía libre y sin miedo a nada”. Pasaron dos años, y aún se arma de valor para gritar, porque sabe que es la única forma de que se acabe la impunidad: “Necesitamos que investiguen a fondo la causa y paguen los culpables de quitarle la vida. ¡Necesitamos justicia!”. Y no vamos a parar hasta conseguirla, porque su historia es la de cualquier vecina.
La chinita está acá,
porque todas somos Sabina.