Por Roberto Follari*
Las pasiones electorales nublan la vista y ocultan lo evidente. Villarruel es una personera y defensora de la dictadura: no de cualquier dictadura, sino de la más criminal que recuerde la historia nacional, y una de las peores en la historia del continente. De la tiranía con 30.000 desaparecidos, número estimativo pero nada arbitrario (en 1977 un documento militar hablaba de que ya iban 22.000), con cientos de miles de exilados, millares de presos e innumerables perseguidos silenciosos.
La candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza (LLA) muestra una notable capacidad de disimulo para ocultar su defensa de los crímenes en la supuesta defensa de los muertos por las organizaciones civiles armadas. Los cuales han dado lugar a singular dolor para sus deudos como todos los que han fallecido en situaciones violentas, pero que no fueron presas de un Estado ilegal (que es el que debiera sostener la ley). Lo cierto es que ella visitaba a Videla, que apareció en manifestaciones pidiendo la libertad de los genocidas, que Cecilia Pando la considera una compañera de ruta. Defendió en el debate como “inocente” a un condenado tres veces a cadena perpetua, sentenciado en juicios con todas las garantías. El presunto “inocente” tenía un campo de secuestrados en su personal propiedad: ese es el que ella se atreve a defender públicamente.
Apenas se tocan los temas castrenses, la pátina de serenidad y ecuanimidad de la candidata se pierde, ella se demuda, y aunque muestra mucha más habilidad para permanecer impávida que la de su coequiper Milei, termina defendiendo a los responsables de la matanza más brutal y metódica que la historia argentina recuerde (tras la denominada “Conquista del desierto” a fines del siglo XIX).
¿Puede la democracia sostenerse con una personera de la dictadura? ¿los pactos democráticos compartidos hasta hoy, no serían obviamente destrozados si ella pasa a ser quien esté en la vicepresidencia del país? Cuesta creer que las pasiones políticas obturen algo tan nítido, y que no sean muchos más los que, estando lejos del peronismo o el kirchnerismo, igual defiendan la democracia votando a Massa.
Y cuidado, porque si es vicepresidenta podría llegar a presidenta. Es la posibilidad que Fontevecchia -desde su cero apoyo al kirchnerismo- acaba de develar. Como Milei no tiene experiencia, legisladores suficientes, gobernadores ni equipos, apareció Macri para cogobernar. Y como él tiene personalidad más firme que Milei y más conocimiento del paño político, no cuesta advertir quién manda y mandará en esa relación. Ahora bien, como Milei podría pretender ser el mandante en razón de ser el presidente, no es imposible que se piense en reemplazarlo, dejando la vice a cargo. Lo que esto implica para la República y la democracia no necesitamos subrayarlo.
En cualquier caso, si Milei gana -al margen de declaraciones oportunistas de ocasión- es obvio que se tiende a privatizar la educación, la salud, las jubilaciones. Es decir, servicios principales en la vida de los argentinos que habría ahora que pagar y que dividirían según acceso al dinero, en clases sociales aún más marcadas. Para los de abajo, lo peor: o nada, en algunos casos.
Es claro que no estamos bien. Claro que hay muchas cosas por mejorar y hay que exigir que se mejoren. Pero es imprescindible saber que se puede estar peor. Que las privatizaciones (que se ha llegado a decir que son de los órganos transables, de los niños como mercancías vendibles, de los mares, de las ballenas, del agua en glaciares, lagos y ríos, y parecidos dislates extremistas) van a hacer que debamos pagar mucho más por un médico, por un remedio y todos los remedios, por tomar el bus, por la luz, el gas y el agua, por ir a la escuela: por todo habrá que pagar. Nos dicen que seremos prósperos y podremos hacerlo: ¿pero quién nos lo asegura? ¿Nos sacarán el piso, diciendo que quizás encontremos algún piso más seguro? Es un salto al abismo.
Mientras, no cuesta advertir los problemas del “triple comando” entre Macri, Villarruel y Milei. A este último, solo le importa cumplir con los que dicen los teóricos del libre mercado, sin adaptación al país y su historia ni a los procedimientos del Estado argentino, a la mentalidad y las tradiciones nacionales. No es en vano que reverencie a Thatcher. A Villarruel le interesa reivindicar a los militares de la dictadura: no a los actuales -que han superado hace mucho esa historia, volver a la cual los complica en su presente-. Son dos finalidades que en algo podrían converger, pero van en direcciones muy diferentes.
Por su parte, Macri quiere gobernar. Ni siquiera pudo presentarse a elecciones, pero en su rol de padre orientador del candidato “motosierra”, vuelve a ser el dueño de la situación. Milei no solo lo necesita en lo político: es notorio que su personalidad requiere de algún anclaje externo, y el expresidente se lo ha ofrecido. Pero las desconfianzas mutuas son grandes, y ver que los que ganaron en las PASO en realidad han perdido el control de su propia fuerza política, pone a los de LLA en situación de molestia: se notó en el debate que Milei transitó confusamente el día domingo, al cual no fueron los representantes del macrismo.
Massa ha mostrado temple como ministro y como candidato si bien no es exactamente lo que se quisiera desde una posición de progresismo ideológico. Pero ahora la situación es definida, y hay solo dos opciones: servicios estatales o privatismo mercantilista; sostén de la democracia, o reverencias a la dictadura y el autoritarismo. Desde las universidades, no resulta difícil saber de qué lado ubicarse.
- Epistemólogo, docente y doctor en Psicología
Fuente: Unidiversidad -El sistema de medios de la UNCUYO / 15 de noviembre de 2023