En mis casi 60 años de periodista he visto de todo. Fui corresponsal de guerra y pasé por la mayoría de las funciones de mi profesión. He sido también “periodista militante”, de los únicos posibles, los que trabajábamos en las redacciones clandestinas para editar nuestros periódicos antidictatoriales. Asimismo conocí y conozco lo que es la manipulación de la información (más exactamente la desinformación) de los poderes locales y mundiales.
Pero desde la “guerra por televisión” en Irak, que nadie vio pero que todos creímos presenciar, la formación, verdadera creación de “opinión pública” a medida de las necesidades del imperio, no ha parado de perfeccionarse con las infinitas posibilidades de la nueva tecnología de la comunicación, los algoritmos, etc. Sin embargo, la actual cobertura de la guerra, intervención o invasión rusa a Ucrania (como cada cual quiera llamarle), en los medios occidentales, incluidos los de nuestro país, ya se ha tornado patético, y en ocasiones indignante.
Viví desde principios de 1978 a fines de 1980 en Moscú coordinando toda la información para el mundo que un equipo especial (del que había formado parte y luego lo seguí haciendo a mi regreso) me enviaba desde Buenos Aires sobre los crímenes de la dictadura argentina pero también, y sobre todo, de Chile y los países atacados por el nefasto Plan Cóndor.
Hice muchos amigos en la entonces Unión Soviética y, con los que aún viven, me comunico habitualmente, ahora diariamente. No puedo entonces con mi genio, y como en mis viejos tiempos les ensayo un parte con lo que hoy, 25 de febrero de 2022, me acaban de contar, con algunos toques de mi conocimiento de la historia de la región. En otras palabras, la otra campana:
El Ministerio de Defensa informó por la televisión de Moscú que hoy se produjo un desembarco aéreo ruso con 200 helicópteros en el aeropuerto de Kiev. Antes destruyeron toda la defensa antiaérea.
Hubo un combate, sin pérdidas propias, en el que las tropas nacionalistas pronazis del llamado “Batallón de Azov” –poderoso ejército paramilitar creado desde el Ministerio del Interior ucraniano hace unos 4 ó 5 años– sufrieron alrededor 200 bajas.
La información oficial habla de la ocupación de 11 aeropuertos, la destrucción de 37 fuentes de comunicación, el derribo de 11 aviones y un helicóptero, y la destrucción de la totalidad de los drones –vendidos por Turquía, y que se utilizaban para hostigar permanentemente a la población civil de las repúblicas del Donbass– entre otros resultados de la operación militar.
Asimismo señala que las tropas ucranianas de frontera se rindieron en su totalidad.
Las Fuerzas Armadas de Ucrania prácticamente no participan de los enfrentamientos y muchos soldados se han entregado. Por ello los batallones nacionalistas pronazis están enviando, a las principales unidades, comandos de elite para no permitir que se rindan y directamente fusilan a los que no obedecen o bien disparan por la espalda a los que desertan.
Por su parte, Vladimir Putin dijo ayer que los soldados ucranianos que se rindan no serán tomados como prisioneros, sino que serán respetados y enviados a sus casas.
Los batallones ultranacionalistas de derecha no son grupos armados aislados de fanáticos que exhiben sus cruces esvásticas, sino un verdadero ejército que es el que, desde hace 8 años, desafía los acuerdos de Minsk (Ucrania, Rusia, las dos repúblicas independentistas del Donbass, Francia y Alemania), y bombardea diariamente a Donetzk y Luhansk con las armas que le vende la OTAN, principalmente Estados Unidos.
Ya han asesinado en ataques terroristas a varios líderes de la región, en la que produjeron 12 mil muertes.
Tampoco se trata de un fenómeno nuevo. Son los herederos del Ejército de Liberación Nacionalista, asentado en el oeste de Ucrania para hostigar al Ejército Rojo desde los albores de la Revolución de Octubre, la misma que dio vida oficialmente a Ucrania (hasta entonces parte indisoluble de la Rusia zarista) como estado independiente, en 1922, dentro de la URSS.
Ese ejército ultranacionalista, fascista y xenófobo, se unió a Hitler para luchar contra las tropas soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial y desde entonces la simbología nazi es idolatrada por sus acólitos, que prácticamente habían desaparecido hasta fines de los 50’, cuando por razones incomprensibles, difícil de dilucidar, en la interna de la cúpula soviética de entonces, Nikita Jruchev, retornó a los líderes presos en Siberia (a donde los había mandado Stalin) y les dio reconocimiento, permitiendo que se reorganizaran.
Jruchev era un ruso-ucraniano de la región del Donbass, lo que no deja de ser una explicación del todo contradictoria, tanto como que, también inopinadamente, le “regaló” (según dicen los rusos) Crimea a los ucranianos.
El Ministerio de Defensa ruso informó esta noche en la televisión central que las tropas nacionalistas pronazis han minado todas las playas de Odesa, el célebre puerto sobre el Mar Negro y que están utilizando en Kiev y otras ciudades la táctica terrorista de asentar en los barrios, entre la población civil, tanques, tropas y defensas antiaéreas.
Es –dijo– una decisión salvaje para obligar a las fuerzas rusas a dañar sin proponérselo a la población civil; para luego montar un preparado y cruel circo mediático.
Hasta ahora, intentando que se cumplan los acuerdos de Minsk, que incluían el reconocimiento por Kiev de la autonomía dentro de Ucrania de esas repúblicas independentistas, Rusia no las había reconocido oficialmente.
Pero ante el verdadero genocidio producido (así lo califica Moscú) y la negativa de Estados Unidos a todas las propuestas y advertencias de Rusia para que no los apoyen y no se instale la OTAN en ese país, Putin decidió reconocerlas y ordenar luego la intervención militar.
Según se informa directamente desde Donetzk, aún continúan las explosiones de las bombas que caen en el centro de la ciudad desde hace 8 años y hoy, como es casi diario contra la población civil, un proyectil destruyó una escuela, sirviendo para el colmo de la hipocresía de los medios occidentales, que lo informan, ridículamente, como si fuera el producto de un misil ruso.
En su discurso de ayer Putin señaló que tienen el listado de todos los participantes de los atentados, que incluyeron asesinatos de civiles del Donbass quemados vivos y que los autores y responsables serán llevados a la justicia sin excepción y recibirán su castigo.
Según informa la televisión de Moscú oficialmente, el presidente de Ucrania, Vlodomir Zelenski, pidió conversaciones bilaterales y dijo estar dispuesto a aceptar todos los reclamos de Rusia, razón por la que Putin se comunicó con el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, para que organizara un encuentro. Pero al llegar la noche no se tenía noticias de que esas gestiones hubieran tenido algún avance.