Si Mauricio Macri se decide, el año que viene podría aceptar la oferta de los gobernadores de elaborar un pacto de gobernabilidad que se traduzca en una agenda de reformas que se podrían aprobar sin transpirar en el Congreso, según las proyecciones iniciales para las elecciones legislativas de octubre.
Aunque la extensa campaña puede mover algunos escenarios, las tendencias no aportan grandes cambios en el reparto de fuerzas en Diputados: Cambiemos puede acercarse al centenar de bancas, aún necesitado de aliados para alcanzar los 129 requeridos para gozar de mayoría propia.
En el Senado puede dar un salto grande: tiene chances de arrebatarle 6 o 7 votos al Frente para la Victoria-PJ, aunque el destino de los conducidos por Miguel Pichetto es incierto con el arribo de Cristina Kirchner.
En ambos recintos seguirán pesando los mini bloques de gobernadores sin posicionamiento político definido, como santiagueños, misioneros y neuquinos, que si la Casa Rosada logra reunir en causas comunes junto a otros colegas peronistas, al menos de a ratos, podrá manejar el Congreso sin preocuparse por Massa y Cristina.
No es casual que Ernesto Sanz y Miguel Angel Pichetto hayan insistido hace unos meses con un Pacto de la Moncloa entre el Gobierno y el peronismo, rechazado por Jaime Durán Barba, para quien los acuerdos de cúpulas sólo restan, incluso si sirven para sancionar leyes que un Gobierno sin mayoría parlamentaria considera claves.
El crecimiento más importante en bancas del Gobierno se daría en el Senado, pero al igual que en Diputados continuaría lejos del quórum propio y por eso sigue siendo necesario un pacto de gobernabilidad con los gobernadores.
En la Cámara baja, Cambiemos cuenta ahora con 86 bancas (41 del PRO, 38 de la UCR, 5 de Elisa Carrió y 2 aliados), renueva 41, pero sólo 4 de la provincia de Buenos Aires: los radicales Héctor “Cachi” Gutiérrez y Ricardo Alfonsín; y los macristas Gladys González y Soledad Martínez, que junto a Cristian Gribaudo ingresaron en 2013 en la lista del Frente Renovador.
Las encuestas promediadas por el Observatorio de Encuestas de LPO garantizan a Cambiemos sumar no menos de 10 bancas, número que puede crecer según el devenir de la campaña.
En cualquier caso, aun con Cristina festejando, Buenos Aires engrosará al bloque Cambiemos mucho más que la Ciudad de Buenos Aires, donde el oficialismo arriesga 8 votos actuales. Para tenerlos en diciembre debería reclutar a Martín Lousteau.
Carrió se hará fuerte porque sumará un diputado por la Ciudad (tiene 2 y tendrá 3), 3 por Buenos Aires y 1 seguro por Santa Fe. Además de Fernando Sánchez sentado en las reuniones de Gabinete.
El sueño de los 100 votos puros de Cambiemos que por estas horas resuena en las oficinas del oficialismo (Cristina supo garantizar un quórum con ese número y aliados de fierro) se completa con algunas banca más en provincias que hace 4 años eran peronistas y los radicales corrían de atrás, sin los recursos de tener de su lado al presidente.
Es el caso de Entre Ríos (renueva 5, 3 de ellos del FpV-PJ), Tucumán (renueva 4 y sólo 1 aliado del PRO) o Chaco (se juegan 3, ninguno de Cambiemos).
Pero en otros distritos podría haber un panorama similar a 2013, cuando el entonces oficialismo estuvo lejos de sus mejores elecciones y los radicales, por entonces lejanos al PRO, se hicieron lugar en muchas provincias.
En Córdoba, Cambiemos se juega 4 bancas y le será difícil obtener alguna más. En Santa Fe, ya sin Miguel Del Sel, tendrá que transpirar para retener 5 y en Mendoza juegan fuerte a ganar más de los 3 con mandato hasta diciembre.
En el bunker de Cristina Kirchner no se especula con un bloque mucho mayor al actual, que tiene 70 bancas y renueva 30, más dos aliados. Buenos Aires lotea 10 de esos diputados, todos fieles a la causa de la ex presidenta pero jubilados por su decisión.
Agregar cuatro o cinco es un duro desafío, como también retener los 2 que el kirchnerismo ganó en 2013 la Ciudad de Buenos Aires.
En la Casa Rosada especulan con una fuga de diputados leales a gobernadores, los cristinistas creen que eso será difícil si su jefa gana. Si pierde, será inocuo.
El Gobierno confía en los entrerrianos (Gustavo Bordet desplazó a los filo K de las listas) y sanjuaninos (Sergio Uñac retiró a su antecesor José Luis Gioja), cuyos representantes anteriores jamás quisieron sumarse al bloque Justicialista, la bancada creada por sindicatos y mandatarios provinciales y liderada por Diego Bossio, para diferenciarse del kirchnerismo y apoyar al Gobierno.
8 de los 17 diputados de ese bloque (conducido por el randazzista Oscar Romero) terminan sus cargos en diciembre y cómo suele recordar Cristina, ya la abandonaron cuando dejó la Casa Rosada y difícilmente sigan otro camino sus herederos si se mantienen leales a sus gobernadores, como el riojano Sergio Casas o el pampeano Carlos Verna.
Massa pone en juego 10 diputados (extinguen sus mandatos de su triunfo en 2013) y buena parte de sus aliados que le permitieron estos años moverse con 37 votos y abrirle la llave del quórum al Gobierno.
Massa pone en juego 10 diputados propios y buena parte de sus aliados que le permitieron en este primer tramo del gobierno de Macri contra con una bancada de 37 votos.
Si orilla los 20 puntos, como en la encuestas que se conocen, perderá algunas bancas (le regalará una al Gen, en una elección difícil para el progresismo), pero será clave ver cómo se manejan los cordobeses (renuevan 3, quedan 2) cuya lealtad está dividida entre el más macrista Juan Scharetti y José Manuel de la Sota, cercano a Massa. Mismas dudas sobre los dos diputados del chubutense Mario Das Neves.
Son esos soldados sueltos los que el Gobierno debería mirar con atención si quiere controlar el recinto sin llamar a Massa, como intentó hacer sin éxito en el debate por el impuesto a las Ganancias.
Aquella noche, Marcos Peña llamó a gobernadores por sorpresa para obligarlos a votar con Cambiemos un proyecto que les era más útil a sus finanzas. No lo consiguió, ni siquiera con sus más cercanos, como Juan Manuel Urtubey, que delegó la tarea en sus secretarios y se despreocupó.
Fue un testimonio claro de lo complicado que es para el Gobierno no tener acuerdos consolidados con los gobernadores y jugar en cada caso a riesgo, pero lejos de escarmentar tras aquel traspié, Peña cerró la Cámara de Diputados hasta hoy.
Rompió el sinuoso esquema de alianzas parlamentarias que habían creado Massa y los senadores peronistas, sin perder identidad y reclamos de opositor, pero con voluntad de contribuir con garantizar leyes claves y poco populares como el pago a los holdouts, el blanqueo o el presupuesto, pauta de financiamiento incluida. También aprovecharon el diálogo para engrosar la coparticipación federal con un esquema gradual de devolución de las retenciones de Anses.
Molesto, Massa ahora tampoco atiende a los senadores cuando, aburridos, intentan retomar protagonismo con proyectos como la extinción de dominio, congelada en la Cámara alta.
En el Gobierno sueñan con no necesitarlo más y entre las fuerzas provinciales que lo pueden acercar al quórum están el Frente Cívico de Santiago que tanto ayudó al kirchnerismo (lo premió con una vicepresidencia de la Cámara) y podría seguir con 6 bancas, los misioneros buscan mantener sus 3 y el Movimiento Popular Neuquino (MPN) arriesga 2 que en 2009 filtró por sorpresa Guillermo Pereyra.
Los nuevos deberían responder al gobernador Omar Gutiérrez, de diálogo frecuente con Macri por inversiones energéticas. No sería el primero que pide docilidad a sus diputados, mientras negocia fondos para su provincia.
Si el país no sufre una hecatombe de esas que aparecen cada tanto, en octubre el peronismo perderá el control pleno del Senado, un clásico de la política argentina por su preeminencia en la mayoría de las provincias.
El golpe de 2009, con los ecos de la pelea rural, le puso las cosas difíciles a Miguel Pichetto pero pronto pudo controlar el recinto con aliados como ex retuemannista Roxana Latorre y la rionegrina María José Bongiorno.
En diciembre su objetivo no será manejar el temario, sino saber cómo soportar las diatribas de Cristina Kirchner. Ya lo entrenó en maltrato verbal Virginia García, cuñada de Máximo Kirchner, que para suerte del rionegrino se vuelve a Santa Cruz.
Pichetto tiene 36 senadores, sólo uno menos que la mayoría propia, y podría perder 6 o 7 en manos de Cambiemos, que intenta sumar 1 o 2 bancas por Buenos Aires y otra por Santa Cruz, Jujuy (tiene 1); y La Rioja, San Luis y Misiones, donde no tiene representantes. Las proyecciones más optimistas lo dejan con 22 o 23 bancas.
Si Cristina gana y la merma del bloque peronista es fuerte tal vez se anime a disputar la conducción del bloque con una decena de fieles, o se conforme con ser una minoría interna bien molesta, como en los 90.
El año pasado supo que por más relato de recinto ni sus más fieles pueden resistirse a ofertas de la Casa Rosada para cambiar sus votos. Por pedido de Alicia Kirchner, a fin de año la santacruceña María Esther Labado no firmó un dictamen sobre Ganancias que había redactado Axel Kicillof. La cuñada de la ex presidenta necesitaba pagar los aguinaldos.
Unos meses antes los pliegos de los jueces Carlos Rosenkrantz y Horacio Rossatti se aprobaron con ayuda del sanjuanino Ruperto Godoy, histórico confidente de Cristina.
Su gobernador Uñac se lo pidió y le advirtió que lo acusaría de dilapidar obras públicas si jugaba al rebelde. Así reaccionan los gobernadores cuando Rogelio Frigerio o quien esté en su lugar le prometen, con tiempo, que habrá premio si sus legisladores no se pasan de republicanismo en cuestiones que nada afectan a sus votantes.
Para lidiar contra su ex patrona, Pichetto puede recostarse en los referentes de gobernadores que sólo se alejaron del PJ por diferencias con la ex presidenta y no volvieron, como Carlos Verna (tiene 2 bancas), Juan Schiaretti (1) y Mario Das Neves (1).
En soledad, quedarán sus viejos amigos Juan Carlos Romero, ex gobernador de Salta; y Carlos Reutemann (llegó por el PRO y casi no va por problemas de salud). Adolfo Rodríguez Saá, que va por la reelección, vive un bizarro romance con el kirchnerismo, de duración indefinida.
Si vuelve a gobernar Santiago del Estero Gerardo Zamora continuará como el único mandatario con 3 senadores (hace 4 años sumó a 2 puros y al ex UPCN Gerardo Montenegro) y los neuquinos Pereyra y Lucila Crexell, aunque se desentienden de su gobernador, lo obedecen si pide votar para no pasar apuros financieros.
Macri debería acudir a todos ellos para planear una agenda legislativa en sus últimos años de su mandato. Cuando no le faltarán urgencias.
Fuente: LPO