Por BERNARDO VÁZQUEZ para El Cronista
La mejor noticia para el macrismo por estas horas es que a 2019 ya se le puede arrancar dos meses del calendario y el camino hacia el 10 de diciembre es más corto.
El modo electoral se activó definitivamente en Casa Rosada la semana pasada. La confirmación de ello fue la decisión de erigir a Cristian Ritondo como cabeza de la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires. Pieza clave en el engranaje del gobierno bonaerense, la figura de Ritondo encaja justo para cubrir el espacio vacío que dejará una figura legislativa central para Cambiemos como Emilio Monzó, presidente de la Cámara baja y principal gestor desde el Congreso de muchas de las iniciativas que el Gobierno logró articular con la oposición en los primeros tres años de mandato de Mauricio Macri.
El día a día cotidiano y los vaivenes de la economía no impiden que cerca de Macri ya trabajen en el armado de la campaña, más temprano que otros años, incluso. En ese contexto, cargado de encuestas que miden imagen e intención de voto aun cuando los candidatos no están definidos, sobra la cautela en Balcarce 50. Y hay una máxima, que se proclama, por convencimiento propio, pero también como una muestra de fuerza hacia afuera, “El único candidato es Mauricio”, proclaman quienes a ese tercio de apoyos al Presidente que supuestamente estaría garantizado, le añaden entre cinco y diez porcentuales al momento de la elección.
La mejor noticia para el macrismo por estas horas es que a 2019 ya se le puede arrancar dos meses del calendario y el camino hacia el 10 de diciembre es más corto. A mediados del año pasado, en plena disparada del dólar y recién iniciada la crisis económica que se devoró medio gabinete, la coyuntura sólo permitía completar un día y recién después pensar en el siguiente. Hoy se piensa en el mes a mes. No es poco. Aunque la distancia con aquel pronóstico de Macri de 2017 de “pensar una Argentina por 20 años” haya aumentado tanto como la inflación o el precio del dólar en ese mismo período.
La fórmula del mes a mes permite, al menos, empezar a proyectar el mediano plazo, que como máximo horizonte posibilita imaginar el camino a 2023. En esa ruta, que el Gobierno transitará desde el viernes, cuando Mauricio Macri inaugure las sesiones ordinarias del Congreso, el primer desafío parece ser evitar tres rebeliones que pueden frustrar cualquier intento de continuidad de Macri en el poder.
En primer término, Macri y su mesa chica saben que los ruidos de las últimas semanas dentro de la alianza Cambiemos deben llegar a su fin. El radicalismo, aliado fundamental de cada aventura por las provincias, exige presencia a nivel nacional e incluso un sector ha osado proponer a Martín Lousteau como partícipe de una PASO presidencial frente al propio Macri.
En el Gobierno, a diferencia de 2015, cuando la sociedad con la UCR buscaba llegar al poder, creen desde hace tiempo que nada tiene por ganar Macri compitiendo en una primaria contra un candidato del mismo espacio. Y menos quieren todavía que ese posible adversario preelectoral sea Lousteau, un político al que definen como unipersonal, proclive a no respetar acuerdos políticos y falto de modales para agradecer, por ejemplo, la invitación a la gira asiática que Macri acaba de concluir y en la que el ex ministro de Economía de Cristina Kirchner aprovechó para ponerle picante, en diálogo con medios nacionales, a la posibilidad de integrar una PASO cambiemista.
La segunda rebelión que en el Gobierno deben evitar es la del votante desencantado. Todavía resulta una incógnita para la Rosada saber cuántos electores de 2015 pueden repetirse en las urnas cuatro años después. Así como creció el apoyo en las legislativas de 2017, en los últimos 15 meses el descontrol de la economía -léase apenas como síntesis la suba del dólar en más de un 100% y la inflación de 48% durante 2018- motivó que muchos de los apoyos logrados en la presidencial pasada, especialmente en el ballottage, aparezcan en duda para octubre.
En el Gobierno están convencidos de que ese voto no irá al kirchnerismo, mucho menos aún si la candidata presidencial es Cristina, pero sí creen que puede migrar hacia el peronismo alternativo, que semana a semana va tomando más forma y que durante marzo podría tener una definición de cómo competirá en las elecciones. Si hay consenso en un nombre común para pelearle la presidencia a Macri, la que se perfila hoy como la tercera posición del electorado podría escalar en el ranking.
La tercera rebelión es, quizás, la que más daño le puede causar al Gobierno. Y se puede gestar desde la díscola Corte Suprema de Justicia. Desde finales del año pasado, el intento del Gobierno de construir una relación amable con el máximo tribunal se evapora semana a semana. La salida de la presidencia de Ricardo Lorenzetti generó un problema mayor al que representaba la propia presidencia de Lorenzetti.
A cuatro meses de asumir el mando, la gestión de Carlos Rosenkrantz se debilita con cada fallo que su antecesor y sus socios Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti le firman en contra de sus opiniones, coincidentes mayoritariamente con las del Gobierno. La última sentencia adversa es la que obliga al Estado a pagar $ 15.000 millones a San Luis y abre la puerta a un reclamo cinco veces superior de Santa Fe.
Las tres rebeliones, algunas más avanzadas que otras, encuentran un punto común. Por un motivo u otro, el Gobierno las podría haber desactivado antes de que surgieran y no lo hizo. Para asegurarse la reelección, Macri deberá intentar resolverlas, consciente de que deberá estar dispuesto a negociar sacrificios con tal de que no causen un costo irremontable.