Por Gustavo Fernando Bertrán para Página 12
Vivimos una época de alta exigencia psíquica. El retorno de la nueva pandemia, que ya estamos transitando, modificó nuevamente nuestra vida cotidiana y nuestra clínica. Lo predecible se volvió impredecible de una semana para otra. Aumentando la posibilidad de la pasión odiosa. El odio es una pasión junto al amor y a la ignorancia. La diferencia con el amor es que el odiador no hace existir al otro, lo ignora, lo quiere eliminar subjetivamente, barrer, borrar de su existencia y de su mundo. Un ejemplo posible de esta crueldad en lo global es la concentración de la riqueza. Mientras que la lógica del amor hace existir al otro, lo contiene, lo cuida y entiende que de una pandemia se sale colectivamente y compartiendo.
Hay un retorno del momento agudo de la nueva pandemia y digo nueva porque las mutaciones del virus sea la Manaos P1, la SARS-COV-2 y la Doble mutante, hablan de un nuevo virus, por consecuencia podemos hablar de una nueva pandemia. Los que sostenían la inmunización del rebaño, los odiadores al distanciamiento social, se han equivocado de manera casi criminal. Han favorecido la libre circulación del virus ayudando la posibilidad de estas nuevas mutaciones. Además, estas estrategias de política de estado en salud han producido una cantidad de muertes que se podrían haber evitado. Los ejemplos evidentes son Estados Unidos y Brasil, convirtiéndose este último en el foco mundial de la pandemia.
Escuchamos y vemos en nuestros pacientes, colegas, familia, amigos y vecinos, en términos generales, un marcado aumento de la violencia subjetiva hacia el otro, hacia el cercano. Aumentando hasta lo irracional las discusiones, las peleas, el chisporroteo verbal o la otra variante que es ignorarlo, barrerlo de todo tipo de discusión, borrarlo de un chat familiar o de amigos. Situaciones impensables antes de la nueva pandemia y que exceden las grietas ideológicas y sociales de siempre.
Los problemas psicológicos que estamos sufriendo son y lo dejo bien claro por la pandemia. El distanciamiento social, junto a la inoculación masiva, son las únicas herramientas efectivas que hoy tenemos para evitar la catástrofe sanitaria y humanitaria. Muchas veces los odiadores de turno hablan de las vacunas como veneno y del distanciamiento social como el peor de todos los males. Ignoran que son los únicos remedios que tenemos actualmente para controlar o paliar esta calamidad.
La concentración de la riqueza es asimilable a la concentración de las vacunas. Permítanme remarcar dos cosas de lo situado, el egoísmo en más y la crueldad como manifestación del odio parecen haber ganado la batalla, es una época en donde la concentración de la riqueza es un escándalo, pocos tienen mucho y muchos tienen poco. Se sitúa que pocos multimillonarios tienen lo equivalente de 3800 millones de personas de bajos recursos. Casi la mitad de la población. Su buena fortuna se contrapone indecorosamente a los millones que han perdido riqueza, salud mental y el sustento durante la pandemia. En el ámbito local vemos cómo los más pudientes se niegan a pagar el impuesto a la riqueza sin ninguna vergüenza o decoro de ser solidario una vez.
Hablemos de una nueva manifestación de esta crueldad, que no es otra que la concentración de las vacunas. El responsable de OMS situó: “Debo ser franco. El mundo está al borde de un catastrófico fracaso moral y el precio de este fracaso será pagado con vidas en los países más pobres del mundo”. En un discurso en la apertura de un consejo ejecutivo de esta agencia de la ONU, en Ginebra, criticó la actitud “egoísta” de los países más ricos. El listado lo encabezan los Estados Unidos (68 millones), China (40,5 millones) y el Reino Unido (19 millones) y lo siguen India (13 millones), Turquía (8 millones), Israel (8 millones) y Brasil (casi 8 millones). Es decir que tan solo estos 7 países acaparan el 72,5% del total de vacunas. Para el director general de la OMS, esta situación pone en peligro el acceso equitativo en todo el mundo a la vacuna y la salud. Es evidente que esto tiene graves consecuencias sobre el psiquismo. Desnaturalizar estas problemáticas produce la posibilidad de trabajarlas, pensarlas y modificarlas. Podemos construir un mundo mejor, simplemente por una cuestión básica de supervivencia y de conservación psíquica, No olvidemos, como sitúa la OMS, que cada 40 segundos una persona decide quitarse la vida.
Entonces nos encontramos en un momento agudo de la pasión odiosa, dirigida hacia el semejante con mayor o menor gravedad. La concentración de la riqueza y de las vacunas es una clara manifestación a nivel global de esta crueldad humana. El odio en más dirigido a un gobierno, una institución, al semejante que piensa diferente tienen desde la lógica que estamos situando un origen claro, la pandemia. Qué difícil es reconocer que estamos enojados con la época que nos toca vivir, época de pandemias. Pareciera ser más fácil enojarnos odiosamente con los que tenemos cerca y los decisores.
Por último, deseo que domeñemos esta pasión y reconozcamos su origen y que esta pandemia se convierta en pasado para reconstruir nuestros lazos y construir un mundo mejor que nos incluya a todos. No hay salud mental posible si la pasión odiosa nos domina colectivamente.
Gustavo Fernando Bertrán es psicoanalista y psicólogo clínico. Presidente de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM).