Elena Abraham es investigadora del Conicet y coordinadora científica del Observatorio de Degradación de Tierras y Desertificación de Argentina. Comparte una mirada profunda sobre el impacto de la sequía, destrucción de ecosistemas productivos y cambio climático

Por Anabel González Ocáterli

“Estamos acostumbrados a pensar que Argentina es el granero del mundo, y lo fue, el país de las vacas y de la Pampa Húmeda, pero si miramos un resultado de un análisis realizado en Argentina, casi el 70% del territorio nacional está conformado por tierras secas, que tienen una dificultad o problema en el aprovisionamiento de agua”. Esto no significa que el país sea un desierto, porque hay una gama de climas muy diversos, sostuvo la investigadora Elena Abraham, en una entrevista con MDZ en el estudio de su casa.

Elena Abraham se jubiló como directora del Iadiza (Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas), pero sigue en actividad como investigadora del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y además es la coordinadora científica del Observatorio de Degradación de Tierras y Desertificación de Argentina. Este organismo fue creado en 2011, a partir de un proyecto de investigación que contó con el apoyo de la FAO (organismo de la ONU que dirige las actividades internacionales encaminadas a erradicar el hambre). La comisión directiva del observatorio argentino está formada por instituciones académicas y de investigación, universidades, el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y el Estado Nacional, a través del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable.

El informe que dio origen a ese observatorio demuestra que la desertificación en Argentina crece a razón de 650 mil hectáreas por año. Por ello, la columna vertebral del organismo son de 23 a 26 sitios pilotos ubicados en todo el país, donde grupos de investigadores se dedican a observar la evolución de la problemática con una metodología en común. “No es solamente en tierras secas, sino también en tierras húmedas para ver la degradación de todo”, aclaró la investigadora, que insiste en que esta información obtenida “puede ayudar mucho a las autoridades locales y nacionales, para colaborar en la recuperación de los sistemas degradados”.

– ¿Esta desertificación es producto de la sequía?

No, la desertificación es un proceso complejo que es la degradación de la tierra por diferentes factores, debido fundamentalmente al mal manejo que hacen las sociedades de las tierras secas.

– O sea, la acción del hombre.

Claro y, por supuesto, combinada con la fragilidad dada por el clima. Le pedimos a las tierras secas más de lo que nos pueden dar, la sobreexplotamos, la sobrepastoreamos usamos mal y distribuimos mal el agua, cortamos los bosques, deforestamos desmontamos, producimos un avance de la frontera agropecuaria, urbanizamos tierras que son fértiles. Eso provoca en la población problemas de calidad de vida, de subsistencia y, en definitiva, la migración y la pobreza.

– ¿Cómo se relaciona la desertificación con la pobreza?

Si nosotros tenemos una comunidad que vive en tierra seca y está acostumbrada a trabajarla y a lograr mantener su calidad de vida con respecto a su modo de vida, está en equilibrio con esas tierras secas. Si nosotros generamos presiones desde el entorno para demandar de esas tierras secas los bienes y servicios que tienen (como ha pasado en Mendoza históricamente al recurrir al mayor capital que tenían las tierras secas que eran los bosques secos para la urbanización de Mendoza, la expansión de la ciudad, el establecimiento del ferrocarril) y bueno de alguna manera estamos obligando a la gente que vive ahí a vivir en una zona degradada y no tienen más remedio que seguir degradando para poder producir.

“Se le ha comparado con el cáncer de la tierra, porque avanza tan lentamente que al principio no se nota que está produciendo degradación. Sin embargo en nuestro país hay procesos de desertificación en las zonas chaqueñas, o la deforestación, es tan evidente que no podemos cerrar los ojos ante eso”.

La relación entre sequía, desertificación, cambio climático

Hay tres conceptos íntimamente relacionados, asegura Abraham: sequía, desertificación, cambio climático: “Quienes estudiamos problemas ambientales los abordamos como sistemas complejos. Entonces nada está aislado, todos son elementos que están entrelazados y juegan entre sí”.

La explicación textual que dio la investigadora sobre esos tres conceptos es la siguiente:

Sequía. “Las sequías son componente fundamental de las tierras secas, pero también hay sequías en las que no son secas. La única certeza que tenemos en las tierras secas es la variabilidad. Hay años que llueve, hay años que no llueve y entonces la única certeza es la falta de previsión de las precipitaciones, la variabilidad. La población sabe que esto va a suceder y está adaptada. Estamos hablando de la población rural, no de las poblaciones urbanas que se han olvidado completamente de que viven en tierra seca”.

Desertificación. “Si a eso le sumamos la sobreexplotación de las tierras secas tenemos la desertificación, que es el mal manejo que hacen los habitantes y las sociedades en general. No siempre son los habitantes del lugar, sino el contexto que presiona sobre la zona. La globalización, la urbanización, el avance de la frontera agrícola, que generan estos procesos de degradación, éxodo y migración”.

Cambio climático. “Si a esto le sumamos los escenarios mundiales que tenemos de cambio climático, realmente la situación se pone muy complicada. Pero los habitantes de las tierras secas tienen mayores capacidades de adaptación que los habitantes de otros ecosistemas, porque están acostumbrados a convivir con situaciones de cambio, de restricción y se han adaptado a lo largo de siglos, milenios. Podemos enseñarle a otros ecosistemas del mundo cómo hay que adaptarse y seguir siendo productivos”.

– ¿Cuáles son los elementos fundamentales que habría que tener en cuenta para adaptarse?

Creo que lo más importante es entender la desertificación como un problema complejo, silencioso. Muchas veces se le ha comparado con el cáncer de la tierra, porque avanza tan lentamente que al principio no se nota que está produciendo degradación, un daño que muchas veces, cuando se nota, ya es demasiado tarde. Sin embargo en nuestro país hay procesos de desertificación en las zonas chaqueñas, o la deforestación, es tan evidente que no podemos cerrar los ojos ante eso.

Pérdida de humedales

Elena Abraham sostiene que la situación es aún más complicada en tierras no irrigadas, es decir donde el agua superficial no llega o dejó de llegar, producto de la construcción de diques para la contención de los caudales de agua. Es que la población que vivía en los humedales de la periferia de los oasis irrigados “no tiene otra opción que sobreexplotar el sistema, emigrar o caer en la pobreza. Entonces necesitan que desde el Estado se los consideren de una manera especial, porque han sufrido una depredación de sus bienes y servicios y no les alcanza a ellos para reponer eso. Es algo que ya está se ha convertido en un nuevo estadio del ecosistema y que se puede recuperar pero siempre con apoyo del conocimiento y del Estado”.

– Esta situación que vemos en la periferia de Mendoza también está en otras provincias, incluso hay provincias que han litigado por este tema del agua que se ha canalizado o se ha embalsado en Mendoza.

Tenemos el caso de la Pampa. Bueno, no voy a meter desde este tema porque yo tengo mi propia opinión y es un tema que tiene muchas aristas políticas que se están llevando adelante muy políticamente. El Atuel era un río que llegaba con muy poquito caudal a La Pampa. Históricamente, los caudales servían para llenar los llamados Bañados del Atuel, que están gran parte del territorio de Mendoza y gran parte del territorio de la Pampa y después el río se insumía. Entonces, bueno, eso dejémoslo para las autoridades que sepan cómo manejar este problema pero me parece que se lo está magnificando demasiado.

– ¿Cuál es el rol del estado en esta situación de desertificación?

El rol del Estado es crucial porque nosotros vemos que la mayoría de la gente que vive en tierras secas, el caso de Argentina es el 30% de la población, vive en condiciones de pobreza o de pobreza extrema y vive así porque le hemos quitado recursos y servicios y bienes de sus sistemas. Entonces lo primero que hay que hacer es conocer lo que está pasando, difundirlo y que el Estado tome conciencia de que se pueden recuperar estas tierras.

– ¿Cómo se recuperan?

Las tierras secas tienen una característica que es muy particular: Nosotros decimos que son muy frágiles, pero en realidad son muy sensibles. Porque pueden reaccionar muy rápidamente ante un impacto negativo, como por ejemplo es la tala o el mal uso del agua, pero también reaccionan muy rápidamente a un impacto positivo, como es el caso de un buen uso del agua. En el caso de los oasis de Mendoza, ahí tenemos un ejemplo sumamente exitoso en donde una tierra seca que la hemos irrigado que la hemos dotado de capitales y de capital humano se ha convertido en un excelente productora de alimentos. Bueno, a costa de otras tierras no irrigadas, pero es un buen ejemplo. Lo que quiere decir es que con un pequeño estímulo ya sea positivo o negativo estas tierras reaccionan positiva o negativamente. ¿Qué significa eso? Que ante una intervención del Estado con un pequeño subsidio y que del sector científico tecnológico, con aporte del conocimiento y de la población local que quiera realmente salir adelante para lograr un manejo sustentable del sistema podemos recuperar estas tierras desertificadas.

– Hay factores que ya no pueden retrotraerse, por ejemplo el crecimiento de la ciudad sobre las tierras fértiles.

Eso sí, hay factores que son irrecuperables. Pero sí se puede detener el crecimiento de la ciudad sobre y para eso están los planes de ordenamiento territorial de los municipios y de la propia provincia. Pero, bueno, hay que aplicarlo.

– ¿En Argentina existe el riesgo de que a algunas ciudades les ocurra lo mismo que pasó en las últimas semanas en Montevideo, Uruguay (falta de agua potable)?

El tema de Uruguay tiene mucho que ver con la sequía, por supuesto, pero también con la tala del bosque nativo para implantar los bosques para las papeleras. Eso necesitó un riego especial y no se planificó para el futuro. Nosotros no nos vayamos tan lejos, en Mendoza estamos en una situación crítica, porque llevamos una sequía recurrente de décadas. Nuestros glaciares se están retrayendo. Nuestra población crece. Nuestra agua, el recurso, aparte de estar amenazado en su naciente, se distribuye mal, tenemos una pérdida por distribución altísima, una muy baja eficiencia de riego y, bueno, los escenarios de desertificación, en sinergia con el cambio climático, muestran una perspectiva muy preocupante para el uso del agua en Mendoza.

– ¿Qué podemos hacer?

Lo primero que hay que hacer es conocer lo que está pasando; los segundo, difundirlo; lo tercero es lograr una planificación integrada de todos los recursos y las demandas. Esa planificación tiene que ser participativa. Yo no creo en la planificación en donde vienen tres o cuatro expertos de otras partes del mundo y te indican lo que hay que hacer, de acuerdo a las experiencias de otros lugares. Eso está muy bueno si lo traes en calidad de consultores pero no como decisiones finales de la cosa. En Mendoza hay mucho conocimiento sobre el agua, hay instituciones que están dedicadas al conocimiento del recurso, tanto superficial como subterráneo y hay mucha masa crítica que realmente se debería consultar para hacer una propuesta integrada de planificación y manejo de los recursos hídricos de Mendoza.

 

Fuente:    mdz-  https://www.mdzol.com – lunes, 31 de julio de 2023

By omalarc

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