Si el vínculo del Gobierno y las provincias se midiera con un ránking, como en el circuito de tenis, se podría decir que tras la reforma previsional habría cambios en el top ten. Es que el debate del proyecto sacudió fuerte la relación entre Mauricio Macri y los gobernadores, tal como reveló Clarín el mismo martes al repasar los votos dispares de la oposicón. En algunos casos, potenció la buena sintonía o acercó posiciones; mientras que, en otros, dejó una sorpresiva fisura en un vínculo aceitado, al menos según la visión de la Casa Rosada.
Aunque en Balcarce 50 intentan desdramatizar y aseguran que “no va a haber ruptura con los (gobernadores) que jugaron mal”, por las leyes en las que el Gobierno necesita avanzar, hay cuatro que quedaron en la mira y se ganaron el enojo de Mauricio Macri tras la votación de Diputados en la que se sancionó el cambio en la fórmula que fija la movilidad jubilatoria: Sergio Uñac (San Juan), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Sergio Casas (La Rioja) y Miguel Lifschitz (Santa Fe).
Los dos primeros eran, hasta hace unos días, los favoritos del macrismo. Uñac porque, según la mirada oficialista, representaba la contracara de su antecesor, el presidente del PJ José Luis Gioja. Desde diciembre de 2015 se transformó en un aliado clave para Macri en el debate de las leyes más importantes. Y en los últimos meses, a partir de la derrota electoral del salteño Juan Manuel Urtubey, había comenzado a ser visto por un sector del Gobierno como el hombre para liderar la renovación del peronismo.
“Hay mucho enojo con él: había garantizado el quórum y que el diputado que más le responde acompañe y no cumplió con ninguna de las dos cosas”, se quejaron en el Gobierno, donde todavía no encuentran una explicación a su sinuoso comportamiento. “Tal vez tenga que ver con su posicionamiento en el PJ”, especulaban cerca de Macri. Mientras para el Presidente su actitud fue toda una sorpresa, hay quienes ven más allá que una diferencia sobre el proyecto: advierten que Uñac presiona -hasta el momento sin éxito- para lograr que su hermano Rubén, flamante senador nacional, sea bendecido por el oficialismo para presidir la estratégica Comisión de Acuerdos; y, por otro lado, para ubicar a la saliente senadora Marina Riofrío como directora en el Banco Central. “El PJ no pasó su nombre”, se escudan en Casa de Gobierno.
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El de Gerardo Zamora es otro caso particular. No sólo porque, como senador, semanas atrás, votó a favor y el lunes, su mujer, hoy diputada y antecesora en la gobernación, se sumó al rechazo al proyecto; sino porque apenas pudo traccionar un solo de los seis posibles votos con los que cuenta en la Cámara baja. Para un hombre que conduce la política de su provincia con una incomparable eficacia se trata de un episodio difícil de justificar. En Casa Rosada encendió las alarmas. “Siempre acompañó y con él, el diálogo es bueno. Quizás esta vez no haya querido cargar el costo político. Veremos qué sucede más adelante”, dijeron.
Con el riojano Casas el fastidio radicó en que había prometido que sus diputados acompañaran con el quórum y que uno votara a favor. Casas incluso se sumó al encuentro que el Gobierno trazó con los gobernadores en la Presidencia de Diputados minutos antes de que arrancara la sesión pero luego esquivó sumarse a la foto.
Y finalmente el apoyo que -según dicen en el Gobierno- había prometido, no se plasmó en el recinto. Y más: su jefe político -antecesor y actual diputado- Luis Beder Herrera lanzó muy duras críticas en sus redes sociales: dijo que la ley era “tan perversa y dañina que muestra el verdadero rostro del Presidente”.
En Casa de Gobierno remarcan que el vínculo con La Rioja “fue siempre tenso” pero que esperaban que se “cumpliera con lo pactado”.
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Una situación similar es la de Lifschitz. El santafesino, uno de los que se mantuvo más equidistantes hasta en la luna de miel que tuvo el macrismo en el inicio de su gestión, había valorado la invitación de Macri a su viaje a Nueva York.
En Casa Rosada creían que eso podía ablandarlo, aunque vislumbraban que iba a ser difícil que su diputado, el ex ministro de Producción santafesino Luis Contigiani, votara afirmativamente. De máxima, era que aportara al quórum, una expectativa que quedó rápidamente disipada por la conflictividad del debate. Aún así, el contenido de su discurso terminó por enojar a Macri y su entorno. “Parecía un kirchnerista más”, apuntaron.
A la lista de los que jugaron mal en el Gobierno agregan al pampeano Carlos Verna, que aportó en el Senado a través del voto de Daniel Lovera, pero que en Diputados no colaboró con sus legisladores. “Sorprende porque con el paquete de leyes se resuelve el problema de las provincias que no transfirieron sus cajas previsionales. Y La Pampa es una de ellas”, argumentan. Verna, como Lifschitz, ha sido de los mandatarios más críticos de las medidas macristas.
Aunque Macri delegó en su tropa el vínculo directo con los gobernadores, se hizo tiempo para llamar a algunos de los mandatarios que “jugaron bien”: el misionero Hugo Passalacqua, el cordobés Juan Schiaretti, el entrerriano Gustavo Bordet y la catamarqueña Lucía Corpacci recibieron un mensaje de agradecimiento del Presidente, vía Whatsapp.
Del resto de los mandatarios, como el salteño Juan Manuel Urtubey y el tucumano Juan Manzur, se encargaron el ministro del Interior Rogelio Frigerio y el jefe de Gabinete Marcos Peña.
Más allá del enojo, en Casa Rosada vieron como un gesto positivo lo que sucedió durante el debate por la reforma tributaria, donde no hubo casi bajas del bloque que responde a los gobernadores. “Capitularon y apoyaron todos. Eso no es menor”, conceden.
La intención de descomprimir tensiones acaso se explique en los próximos objetivos parlamentarios: la reforma laboral, la ley del Ministerio Público Fiscal y la reforma electoral. Esas discusiones, se prevé, se darán en febrero, en la convocatoria que hará Macri para extraordinarias.
Fuente: Clarín