“Hay que repensar a las izquierdas en un contexto posprogresista” en la región. “Si la izquierda no incorpora la crisis socioecológica, no hay posibilidad de recomposición alguna”, reflexiona la experta.

La socióloga argentina Maristella Svampa afirma que hay que repensar a las izquierdas en un contexto posprogresista porque lo que podía ser visto como izquierda al inicio del ciclo, ya no lo es.

En esta entrevista explica cómo los gobiernos llamados “progresistas” se alejaron de sus propios principios; dirige su mirada al reciente proceso electoral en Ecuador y analiza el caso de Evo Morales en Bolivia.

“Es curioso, es como si él mismo se hubiese dado un tiro en el pie. El No del referendo de 2016 le asestó un duro golpe del cual parece no haberse repuesto”, indica y considera que Morales se porta como un mal perdedor, porque en lugar de reconocer su derrota apuesta por el “negacionismo”, lo que se constituye en una pésima estrategia.

Svampa conoce de cerca los procesos latinoamericanos que emergieron hace una década. Es autora de Debates Latinoamericanos. Indianismo, Desarrollo, Dependencia y Populismos (2016, edición boliviana del CEDIB) y escribe otro libro titulado Del cambio de época al fin de ciclo.

Extractivismos, Gobiernos progresistas y Movimientos sociales, que será publicado en Argentina, en el mes de julio.

¿Cuál es su lectura del proceso electoral en Ecuador? ¿Por qué el candidato de Correa no logró la victoria en primera vuelta?

Me hace acordar a las elecciones en Argentina: había una demanda social de alternancia electoral, pero al mismo tiempo, el oficialismo marcó la cancha, colocando a la derecha como único contrincante y polarizando más la elección.

Pese al desgaste del correísmo, Lenin Moreno hizo una buena elección, ya que estuvo a punto de ganar en primera vuelta.

En un contexto de polarización, las nuevas alternativas de centro-izquierda pierden, no tienen posibilidad, como sucedió con Paco Moncayo, quien sacó 6,7%. De todos modos, hay que ver si esta centroizquierda no puede jugar un rol de árbitro en la segunda vuelta.

¿El progresismo en Ecuador llegó a su límite? ¿Lenin Moreno es progresista?

Como en otros países latinoamericanos, en Ecuador el desacoplamiento entre progresismos e izquierdas es ya inocultable. Esto no se dio de la noche a la mañana. Lo que al principio fue visto como una nueva experiencia de izquierda, allá por 2007, al final de ciclo se redujo a un modelo de dominación más tradicional, típicamente populista, con una fuerte concentración de poder en la autoridad presidencial.

Lenin Moreno es heredero de esta mutación política que muestra el acercamiento del Gobierno a posiciones más conservadoras, el pacto con el gran capital y el recurrente enfrentamiento con las organizaciones indígenas y ecologistas.

Muchas comunidades que eran leales a Correa le dieron la espalda y dieron su apoyo al candidato “derechista”. ¿Por qué la “revolución ciudadana” no logra retener a sus bases o por lo menos mantenerlas en la izquierda?

La derecha ganó en zonas campesino-indígenas, lo que se explica por la fuerte confrontación entre Gobierno y comunidades, sobre todo a raíz de la expansión de la megaminería.

No olvidemos que en 10 años de gobierno hubo 678 procesamientos judiciales contra personas que participaron en protestas sociales. El decreto 16 es claramente restrictivo de la libertad de asociación y sirvió para expulsar a la Fundación Pachamama en 2013. ¡Hasta el candidato de la derecha, Lasso, prometía derogarlo!

La amenaza sobre algunas ONG, como Acción Ecológica, es cada vez mayor.

Correa también impidió la despenalización del aborto producto de la violación y sus políticas públicas significaron un retroceso en relación a la salud sexual y reproductiva.

Católico conservador como pocos, Correa fustigó el feminismo y tuvo un discurso homofóbico, de rechazo al reconocimiento de la diversidad sexual. Imagino que todo eso tuvo una traducción electoral también.

¿Por qué la “izquierda” ya no cautiva en la región?

Lo que podía ser visto como izquierda al inicio del ciclo, ya no lo es. También estamos al final del superciclo de los commodities, del extractivismo de las vacas gordas. La necesidad de generar divisas a cualquier costo impulsa la expansión de la frontera extractiva, lo cual colisiona con los derechos de los pueblos originarios, que ni siquiera son consultados.

La corrupción potencia la crisis y aunque yo no creo que los progresismos se reduzcan a una pura matriz de corrupción, estar involucrados en causas como la de Odebrecht u otras, también hace que sean vistos como “más de lo mismo”.

¿Qué pasa con el progresismo en la región y cuál es su futuro?

El fin del ciclo progresista no es algo para festejar; tampoco puede ser reivindicado en clave épica, como sucedía años atrás. Pero la emergencia de una “nueva derecha” es todavía la excepción; no la regla.

Ahí donde hubo alternancia en el poder, como en Argentina y Brasil, se perciben continuidades y rupturas; las primeras ligadas a la profundización de los extractivismos vigentes, las segundas, al cercenamiento de derechos sociales conquistados.

Se abre un nuevo escenario a nivel global y regional, más atomizado e imprevisible, que marca el final de ciclo del progresismo como “lingua franca”.

¿La izquierda está condenada a la extinción después de que los gobiernos progresistas mostraron que la izquierda es tan angurrienta del desarrollismo como o más que la derecha?

Hay que repensar a las izquierdas en un contexto posprogresista, lo que implica tratar de conjugar distintas tradiciones.

Si la izquierda no incorpora la crisis socioecológica, no hay posibilidad de recomposición alguna.

La izquierda que se viene, si es que se viene, es clasista, antipatriarcal pero sobre todo profundamente ecológica.

¿Cómo observa la situación de Bolivia? ¿Habrá retornado la polarización política como la del 2008 o se mantiene el desempate del que habló en algún momento el Vicepresidente?

Bolivia no escapa a las tensiones propias del fin de ciclo progresista, donde la posibilidad de la alternancia electoral es vivida con dramatismo, lo cual profundiza la polarización.

Pero el caso de Evo Morales es curioso, es como si él mismo se hubiese dado un tiro en el pie. El No del referendo del 2016 le asestó un duro golpe del cual parece no haberse repuesto.

Morales se porta como un mal perdedor. Toda la historia que montó el Gobierno con (Gabriela) Zapata, el supuesto rol de Wálter Chávez desde 2005 y lo del “Día de la mentira” es un verdadero bochorno.

Resulta asombroso que el Gobierno boliviano no tome conciencia del autodaño que se está infligiendo.

En la política hay que salir lo más entero y rápido posible de las derrotas y esto no se hace a través del negacionismo, sino del reconocimiento. Es la única manera de recuperar algo de visión histórica.

HOJA DE VIDA

Perfil Socióloga y escritora argentina. Investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones científicas y profesora de la Universidad Nacional de La Plata. Docente invitada de varias universidades latinoamericanas y europeas. En 2016 recibió el Premio Kónex de Platino en Sociología, por su aporte a esa área en los últimos 10 años.

Fuente: diario siete

By omalarc

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