Las referencias a una “modernidad líquida” se repitieron en toda América Latina tras el fallecimiento de Zygmunt Bauman, el pasado 9 de enero. Por momento parecía que nuestro continente era uno de los mejores ejemplos de la fluidez moderna que postulaba el sociólogo polaco

Por Eduardo Gudynas

Sin duda es bienvenido que se difunda y celebre su obra, pero también es importante no caer en el simplismo de trasplantar esas ideas. Es necesario insistir en un pensamiento propio que no copie pero sí dialogue con Bauman. Y si así se hace, sospecho que coincidiríamos en que la modernidad sudamericana actual es viscosa.

 

La métafora de la “modernidad liquida” (título de su libro del año 2000; 1) se volvió muy popular, y se expandió a otros temas (como “amor líquido”, “vida líquida” o “miedo líquido”, que son los títulos de sus siguientes libros; 2). En esa obra, sea en sus conceptos como en sus metáforas, hay una infinidad de ideas provocativas. Pero siempre hay que tener presente que la obra de Bauman sobre todo responde a la coyuntura de los países industrializados, en particular los europeos (3). Son circunstancias muy distintas a las que ocurren en Latinoamérica. Reconociendo esa particularidad, en la obra de Bauman como la de otros intelectuales, se pueden tomar imágenes o ideas para hurgar en nuestras propias circunstancias. Quisiera compartir algunos ejemplos.

Modernidades sólidas y líquidas

Bauman describe la modernidad que observa como “líquida”, en contraposición a una fase anterior que sería “sólida”. Esta última descansaba en certezas, se mantenía un orden y la certidumbre, se contaba con códigos morales, y la sociedad se aferraba a metas civilizatorias. En cambio, desde el contexto de fines del siglo XX, y desde el norte, Bauman anuncia que la modernidad se ha vuelto fluida, con una prevalencia de la incertidumbre y el relativismo moral, el descreimiento en grandes sueños civilizatorios a favor de cierto hedonismo. Son los tiempos de la privatización, la desregulación, y del despliegue de la globalización.

Si uno se atiene a muchos de los artículos sobre Bauman que circularon tras su fallecimiento, parecería que América Latina también está dentro de esa modernidad “líquida”. Es necesario pensar eso con más detenimiento. Sin duda observamos varios elementos de esa condición líquida, tales como el individualismo y el relativismo. Pero en nuestro continente siguen muy presentes unos cuantos atributos de la modernidad sólida. Consideremos un solo aspecto como ejemplo. En su libro sobre este tema, en el capítulo sobre espacio / tiempo, Bauman afirma que la modernidad pasada (sólida) “fue la época de la conquista territorial”, y agrega que la “riqueza y el poder se arraigaban firmemente en la tierra –eran macizos enormes e inamovibles como los yacimientos de hierro y las minas de carbón-” (4). ¿No es esta una imagen muy familiar? Nuestros políticos ¿no continúan insistiendo en que la riqueza nacional está en los minerales o el petróleo del subsuelo o la fertilidad del suelo?

La conquista de los territorios y la obsesión por demostrar el poder estatal en imponer los sigue muy presente. La nueva frontera de la conquista está en la imposición de los extractivismos minero, petrolero y agrícola, en especial en los bosques tropicales o los Andes. También está en marcha una nueva conquista sobre los territorios que se mantenían por fuera del capitalismo extractivista, como las tierras indígenas o campesinas. Eso desencadena enormes conflictos locales, como ocurre en varios sitios de México y América Central.

Con ese fin, sea el Estado o las empresas, siguen imponiéndose sobre las comunidades locales, especialmente grupos campesinos o indígenas. Tan sólo en los últimos meses, en Ecuador, desde el progresismo, el gobierno de Rafael Correa impone la minería en las tierras indígenas amazónicas de los shuar (5), y en Argentina, desde el conservadurismo, la administración de Mauricio Macri reprime a los mapuches que se resisten a la expansión ganadera en lo que entienden son sus tierras en la Patagonia (6). Situaciones similares se repiten en otros países. Es que en América Latina, aun en el siglo XXI, seguimos bajo una dinámica de conquista territorial que responde a concebir que las riquezas se encuentran en yacimientos mineros o petroleros o en el suelo para la agropecuaria.

Bauman da otro paso más al decir que aquello que se extendía en los sitios más distantes “era considerado tierra de nadie, espacio vacío, y el espacio vacío era un estímulo para la acción y un reproche para los ociosos” (7). Aunque el sociólogo describe un cuadro propio del siglo XIX, una vez más hay que preguntarse si esa situación no persiste en este inicio del siglo XXI latinoamericano. No podemos olvidar a un presidente peruano que afirmaba que la selva amazónica está casi vacía y los pocos que la habitarían serían haraganes (como “perros del hortelano” según Alan García; 8), o al gobierno boliviano que ignora o minimiza los efectos de la ampliación petrolera sobe áreas naturales, tierras indígenas y pueblos no contactados (9). Por lo tanto, nuestra modernidad es más sólida de lo que se cree.

Modernidades viscosas

En efecto, lo que nos rodea en América Latina parece ser más bien una mezcla de componentes que, según la terminología de Bauman, serían sólidos y líquidos. Estamos dentro de una modernidad viscosa.

El continente sigue descansando en estrategias de desarrollo ancladas en la tierra, tanto desde gobiernos conservadores como progresistas. Existe una cultura, con sus creencias, imágenes, mitos y narrativas que asume estar inmersa en una enorme riqueza ecológica que puede, y debe, ser aprovechada intensamente, y que cualquier obstáculo a ese propósito expresa pensamientos retrógrados y peligrosos que justificadamente pueden ser combatidos o anulados. Salvo excepciones, no tuvo lugar una masiva industrialización, que se expresara en un fordismo vigoroso, lo que es otro de los atributos de la modernidad sólida. Pero el papel del Estado en muchos sitios sigue cargando con vicios heredaros desde el siglo XIX, y una dinámica política acartonada, repleta de caudillos y que tolera el autoritarismo.

Pero también se expresan los componentes de una modernidad fluida, aceptando el individualismo y el relativismo, el hedonismo amarrado al consumismo junto a las aperturas a una pluralidad moral. Hay grupos sociales que disfrutan de la hiperconectividad y de las estéticas globalizadas.

Todo esos componentes están mezclados, entreverados, incluso generando expresiones propias que no se repiten en ningún otro sitio. Eso explica la viscosidad de nuestras modernidades criollas.

Es importante advertir que esta condición heterogénea no se debe a que estemos en el tránsito de una modernidad sólida, como etapa pasada, que evoluciona hacia una modernidad más líquida. No nos encontramos ante una evolución lineal, sino que la modernidad latinoamericana se organiza y reproduce de otra manera. Es nuestro propio entrevero entre fenómenos sólidos como los relatos de un maravilloso progreso, la necesaria conquista de la naturaleza y una rigidez en la moralidad pública, mientras que hay dinámicas líquidas como pueden ser el individualismo, el relativismo moral privado, el reemplazo de la ciudadanía por el consumidor, la desprotección y la inseguridad, y por supuesto, la globalización.

Sin duda los elementos centrales de la modernidad permanecen, tales como la búsqueda del progreso o el dualismo sociedad naturaleza, pero aquí, en latinoamericana, se organizan de manera distinta a la que describe Bauman, donde la viscosidad resulta de esa mezcla de componentes.

La viscosidad de nuestra modernidad no es homogénea en el continente y ni siquiera es homogénea dentro de cada país. No es la misma la modernidad que, pongamos por casos, se celebra en los barrios de clase alta de la ciudad de São Paulo que la que se vive en las comunidades del sur mexicano.

Modernidades violentas

Una particularidad de las modernidades viscosas latinoamericanas es que están inmersas en una violencia de muy variadas formas. En cambio, los abordajes de Bauman sobre este asunto son diferentes, y aunque ha incursionado en cuestiones como la maldad y el holocausto, tal vez sean más conocidas sus proposiciones sobre el Unsicherheit, un término alemán que integra las ideas de incertidumbre, inseguridad y desprotección. Esta cuestión se explora en su libro “En busca de la política”, una obra conceptualmente más densa y con menos metáforas, y por ello muchas veces más provocativa (10).

La violencia latinoamericana alcanza los niveles de una tragedia por ejemplo en México, pero se repite en todas las naciones. La criminalidad urbana resulta escandalosa en ciudades centroamericanas, pero también en Venezuela y Brasil. La situación va mucho más allá de los robos en una ciudad, la policía de gatillo fácil o las guerras entre traficantes, ya que penetra en todos los ámbitos de la cotidianidad y en todos los rincones del territorio. Las propias estrategias de desarrollo, y en especial los extractivismos, se imponen apelando a la violencia. Unas veces es sutil, como forzar la aprobación de ciertos proyectos económicos, aunque también puede ser muy directa, como la ola de asesinatos de líderes sociales locales. El reciente reporte de Global Witness indica que Honduras es el país más peligroso del mundo para los activistas ambientales; más de 120 personas han sido asesinadas allí por su resistencia a mineras, represas o a la deforestación (11).

Esta proliferación de la violencia, su persistencia por tan largo tiempo, y su diversificación, podría decirse que son aspectos de una pesada solidez, que sin duda contienen a la incertidumbre, inseguridad y desprotección de Bauman, pero también los trascienden por todos lados.

Aprovechando a Bauman

Es por este tipo de razones que la obra de Bauman no puede ser trasplantada a América Latina, como si todo el continente siguiera, o debiera copiar el mismo sendero histórico que los países del norte. Pero sus escritos ofrecen provocaciones conceptuales y desafiantes imágenes que son muy útiles para reflexionar sobre nuestra realidad.

Este ir y regresar, leyendo a Bauman para retornar a nuestras circunstancias, es posiblemente el mejor homenaje para la obra del sociólogo. La novedad no está en repetir ni copiar, afirmando con ligereza que América Latina está dentro de algunas de las imágenes líquidas de Bauman, sino en aprovecharla para promover nuestros propios análisis. Se pueden usar algunas de sus ideas, cambiándolas, o desechando otras, creando nuevas síntesis, y es allí donde reside el interés en Bauman.

Todo esto permite argumentar que nuestro continente está inmerso en unas modernidades viscosas, donde se mezcla lo viejo y lo nuevo. Pero más allá de cuál sea la imagen que se utilice, queda en claro que la modernidad sigue delimitando la vida social latinoamericana.

Fuente: http://rosaluxspba.org/es/nuestra-modernidad-viscosa/

By omalarc

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