De Héctor Amichetti:
Luján…
EL SIGNIFICADO DE UNA MARCHA
El próximo sábado vamos todos y todas a Luján, hermanados por una emblemática consigna: “Paz, Pan y Trabajo, que enarbolamos oportunamente, hace ya más de tres décadas, para arrinconar y despedir a la última dictadura genocida, destructora y entreguista.
Si bien la marcha es ecuménica porque allí confluirán creyentes de distintos credos y no creyentes, no es un dato menor recordar que en Argentina más de un 76% de la población, es decir alrededor de 35 millones de hombres y mujeres, mantiene con distinto grado de intensidad su fe arraigada en el cristianismo católico.
Solo a modo de comparación, en Brasil los católicos se han reducido sensiblemente en las últimas décadas y los evangélicos pentecostales han crecido de 26 a 42 millones entre el año 2000 y el 2010, representando actualmente más del 22% de la población.
La Asamblea de Dios, con más de un siglo en Brasil, tiene un enorme poder económico, mantiene más de 100.000 templos y 50.000 pastores, mientras la iglesia católica tiene 24.830 sacerdotes y 10.720 parroquias.
En algo han contribuído los evangelistas del país vecino a forjar la popularidad de un fascista como Bolsonaro, funcional a las ideas económicas neoliberales.
EN OTROS TIEMPOS
Allá por el año 1954, cuando la Iglesia Católica se enfrentó de manera irreconciliable con la revolución peronista, Pío XII ejercía como Papa en el Vaticano, había finalizado la Segunda Guerra Mundial y su posicionamiento era claramente anticomunista.
Tenía una gran amistad personal con el arzobispo de Nueva York y vicario militar de las fuerzas armadas norteamericanas, Francis Spellman.
Su prioridad era promover la Democracia Cristiana en todos los países del mundo, precisamente en nuestro país se constituyó como partido político, por iniciativa de elementos conservadores, a mediados de julio de 1954.
Desde el diario “Democracia” se hablaba de la “Internacional Negra”, en referencia a la conducción del Vaticano, poniendo acento en la vieja pugna entre el pensamiento católico reaccionario y un “joven Pueblo que aspira a conquistar su más plena soberanía”.
El propio presidente Juan Perón se vio obligado a denunciar la actitud abiertamente opositora de varios obispos y curas que públicamente pregonaban que había que elegir entre Cristo y Perón.
Por aquel entonces, la Iglesia Católica no jugó un papel menor en el derrocamiento del gobierno democrático y popular en Argentina.
HOY LAS VOCES SUENAN DISTINTAS
En el Vaticano hay un Papa argentino estrechamente ligado a los sentimientos e ideales humanistas del Peronismo, al que intentan desestabilizar algunos arzobispos con espíritu medieval, quienes lo cuestionan seriamente y hasta han llegado a pedir su renuncia desde distintos puntos del planeta, con centro estratégico en los Estados Unidos.
Francisco es responsable de haber lanzado la encíclica Laudato si. Allí cuestiona seriamente al poder económico mundial que en función de maximizar beneficios está destruyendo el planeta, profundizando la desigualdad social y condenando a millones y millones de habitantes del mundo a la marginación y la pobreza.
En su texto, y refiriéndose a los tecnócratas e insensibles mercaderes modernos, advierte que “con lenguajes académicos afirman que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado”.
“Las finanzas ahogan a la economía real” agrega.
“El mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social”.
Varios gobernantes acusaron el impacto de la encíclica, entre ellos el gran cipayo argentino Mauricio Macri, el gran pecador que en la intimidad no disimula su malestar por sentirse acechado por la prédica del “Ejército de Bergoglio” constituido a partir de la nueva conformación de la Conferencia Episcopal Argentina encabezada por Monseñor Oscar Ojea.
Es que algunos de esos soldados de la causa cristiana no le dan respiro.
Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora y jefe de la Pastoral Social, ha respaldado el último paro convocado por la CGT, se ha manifestado en contra de la reforma previsional y ha expresado su oposición al acuerdo con el FMI advirtiendo que sabemos lo que nos espera recordando nuestra triste historia de deuda externa.
Hace apenas una semana, el obispo de La Plata, Monseñor Víctor Fernandez, en una reunión con trabajadores, sindicalistas y representantes de organizaciones sociales dijo que “la única verdad es la realidad”, rechazando las políticas neoliberales.
Convocando a la unidad de las fuerzas populares expresó:
“No nos resignamos a una política reducida a las finanzas internacionales, a una economía que apunta más a la especulación que a la producción y el trabajo. Cuando hay amor al pueblo y te interesa el bien del pueblo se superan las divergencias, se apaciguan las broncas y se busca un punto de encuentro”.
El próximo sábado 20 de octubre, Luján ha de ser sin duda el punto de encuentro de las fuerzas nacionales y populares que rechazan las políticas inhumanas del gobierno, desde luego que no será la primera ni mucho menos la última movilización de resistencia, pero hay que reconocer que puede convertirse en un hecho trascendental si se lo considera desde la particular perspectiva internacional actual y la urgente necesidad de modificar la relación de fuerzas en el plano local.
Hace más de 2000 años alguien dijo:
“Los poderosos de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Que no sea así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande sea el servidor”.
Lo único grande que reconocemos en nuestra querida patria argentina es el poder del pueblo unido, organizado y movilizado.
Capaz de volver a torcer, una vez más, el rumbo de la historia.
Que así sea.