POR ERNESTO LÓPEZ para El Cohete a la Luna

 

El 16 de septiembre pasado, Estados Unidos, el Reino Unido y Australia sellaron una alianza militar que operará sobre el espacio geopolítico y estratégico hoy más relevante del mundo para la gran potencia del norte: el área Asia Pacífico y, en particular, los mares de la China del Sur y del Este. Esta nueva coalición lleva el nombre de AUKUS, acrónimo que contiene las letras iniciales de los nombres, en inglés, de los países que la componen. Se trata de un nuevo pacto de intervención estratégico-militar en la antedicha región, con miras a contener la expansión china en esa zona.

Nada casualmente –puede colegirse ahora–, Joseph Biden había convocado en el pasado mes de marzo a una reunión virtual del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), que integran Estados Unidos, Australia, India y Japón. Y a fines de septiembre, otra presencial de la que participaron sus primeros mandatarios: Biden, Scott Morrison, Narendra Modi y Yoshihide Suga. Entre otros temas, se conversó sobre la cuestión china y respecto a la situación en los mares del Sur y del Este de China.

El Presidente norteamericano llevaba ya in pectore su decisión de apretarle las clavijas a Pekín, lo que se acaba de plasmar como instrumento organizativo en el AUKUS. En buena medida, Biden asumió la política de su antecesor, Donald Trump, en este plano: ha mantenido las restricciones comerciales impuestas a China y parece decidido a profundizar la presión militar sobre la gran potencia oriental, que con anterioridad había sido ya incrementada por el ex primer mandatario republicano.

Biden, Morrison y el primer ministro británico, Boris Johnson, anuncian la conformación de AUKUS.

Por otra parte, la creación de AUKUS quedó asociada a la cancelación de un contrato de compra de doce submarinos de propulsión nuclear que Australia había convenido con Francia, por un costo total de aproximadamente 60.000 millones de dólares. El gobierno australiano había adelantado, incluso, 2.400 millones de dólares para respaldar la operación. Es verdaderamente extraño que se pasara, en una reunión iniciática, de las conversaciones sobre la problemática china a informar que Estados Unidos reemplazaría a Francia en la venta de esos sumergibles, hecho que Biden anunció públicamente rodeado –en formato virtual– por los mandatarios australiano e inglés. La circunstancia no pudo ser peor. No correspondía a un Presidente norteamericano anticipar algo que hubiera sido de rigor –y de forma– que conversaran Morrison y Emmanuel Macron. El formato elegido constituyó un severo destrato hacia el Presidente francés y, en alguna medida, también hacia el propio Morrison. Al fin y al cabo, el contrato había sido establecido por ellos.

Desde luego, Macron puso el grito en el cielo, pero poco después recuperó su compostura. Algo insatisfactorio, sin embargo, quedó flotando allí. Al punto que da la impresión de que ha vuelto a menearse la posibilidad de que se retorne sobre la idea de promover una autonomía estratégica de Europa en materia de defensa y política internacional. Ya en 2017 había sido presentada, en el marco de la Unión Europea, una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), que proponía el desarrollo de tres brazos: a) la creación de un Fondo Europeo para la Defensa; b) el establecimiento de una Coordinación en Defensa; y c) una instancia de Planeamiento y Conducción de Capacidades Militares. Nada de esto parece hacer avanzado mucho. Pero indica la existencia una alternativa aún inmadura pero incipiente, que ha dado ya algunos pasos.

En junio de 2018, Francia, Bélgica, Dinamarca, España, Estonia, Finlandia, Holanda, Portugal, Suecia y el Reino Unido acordaron impulsar una nueva cooperación militar por fuera de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Notoriamente, sin embargo, ninguno de los países de Europa central y del este adhirió a esta iniciativa. Es entendible: su proximidad geográfica a la ex Unión Soviética los torna cautelosos y más bien, esquivos.

En una entrevista concedida a The Economist, publicada el 7 de noviembre de 2019, el Presidente francés se despachó gusto. Dijo que la OTAN padecía de “muerte cerebral” y que “Europa estaba al borde de un precipicio”. E insistió en la conveniencia de incrementar las capacidades militares europeas ante el poderío militar de Rusia y el creciente antagonismo de Estados Unidos y China.

Lo recién expuesto muestra que no hay homogeneidad entre los países que integran aquella alianza noratlántica. El propio Biden, que en los comienzo de su mandato había indicado que recurriría a ella para contener a China, prefirió no echar mano de la OTAN y sí, en cambio, construir AUKUS, que será el operador fundamental en esa zona.

China
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, fue el primero en exponer el malestar de su gobierno debido a la conformación de AUKUS. Expresó que el nuevo pacto “amenaza con dañar gravemente la paz regional… y con intensificar la carrera armamentística”. Casi en simultáneo, Xi Jinping, en un prudente discurso dado por videoconferencia para la Organización de Cooperación de Shangai, dijo, a sabiendas ya del pacto tripartito: “No debemos permitir ninguna injerencia externa en asuntos internos, bajo ningún pretexto, y debemos mantener el futuro de desarrollo y de progreso de nuestros países en nuestras propias manos”. Respondió con un tiro por elevación. Días después se refirió a la cuestión taiwanesa. Afirmó que en el futuro se alcanzaría una unificación pacífica, pero completa, con Taiwán.

Para Xi Jinping, la nueva coalición amenaza con intensificar la carrera armamentística.

La moderada retórica de Xi Jinping está quizá relacionada con el delicadísimo trance que atraviesa actualmente la empresa Evergrande, el segundo desarrollador inmobiliario de China, que está al borde de una crisis financiera. Debe pagar aproximadamente 300.000 millones de dólares que adeuda a bancos, bonistas, proveedores y empleados. Su delicada situación se compara con el desplome del banco estadounidense Lehman Brothers, en 2008. Se presume que aunque Pekín capee el temporal financiero desatado por la merma de aquella empresa, podría enfrentar repercusiones negativas sobre su crecimiento. Evergrande, que aporta aproximadamente un 6,5% del PBI chino, dispararía una baja de éste, lo cual impactaría negativamente también sobre el empleo. Asimismo, podría afectar la pretensión china de instalar al renminbi como moneda de uso internacional.

No obstante lo anterior, el 8 de octubre hablaron las armas: aviones de combate chinos llevaron adelante alrededor de 150 incursiones sobre la zona de defensa aérea de la isla de Taiwán. Fue una operación que sobrepasó largamente las demostraciones de fuerza que Pekín realizó sobre Taipéi en más de cuatro décadas.

Una de arena y una de cal, como quien dice.

Conjeturas y final
Ha comenzado a instalarse la idea de que el mundo estaría avanzando hacia un nuevo contexto de guerra fría. Y hay ingredientes que abonan esa interpretación. Está creciendo un antagonismo entre dos potencias disímiles tanto en su basamento económico cuanto en sus sistemas políticos: Estados Unidos y China. La primera, capitalista y democrática; la segunda, con una economía regulada estatalmente y un régimen de partido único en el plano político. Por otra parte, se mantiene la lógica MAD (mutua destrucción asegurada). Los respectivos arsenales nucleares son dispares, pues hay una clara supremacía norteamericana en este rubro, no obstante lo cual China posee ya, también, capacidades nucleares suficientes como para dañar fuertemente a este adversario. Así las cosas, la situación resulta bastante parecida a la que prevalecía en los tiempos del antagonismo entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética.

El actual enfrentamiento entre la gran potencia del norte y China, empero, no remite a la posibilidad del uso de armas nucleares. Se trata, por ahora al menos, de una querella geopolítica. Los mares del Este y del Sur de la China son neurálgicos para ella. Por allí circula la mayor parte de su comercio internacional, que como se sabe, es copioso. Por esta razón ha avanzado en marcar presencia en esas zonas y en militarizar islas e islotes –algunos de los cuales son reclamados como propios por terceros países– para ganar seguridad. Además, la propia Pekín está situada a 200 kilómetros del Mar Amarillo, tributario del Mar de la China del Este, por lo cual tiene también directos intereses defensivos.

Por otra parte, como se ha indicado ya, AUKUS es ahora el que se autoadjudica la misión de contener la expansión económico-comercial y geopolítica de China, en beneficio de los intereses norteamericanos y, eventualmente, los de los otros integrantes.

Finalmente, cabe recordar que la Guerra Fría que protagonizaron Estados Unidos y la Unión Soviética en el pasado, afortunadamente, no se resolvió por la vía de las armas. Ni de las nucleares ni de las convencionales. Simplemente ocurrió una debacle social y económica interna que arrolló al sovietismo.

¿Terminará ocurriendo lo mismo en la pugna entre norteamericanos y chinos? Habrá que esperar y ver. Esta historia recién empieza.

By omalarc

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